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Carreteras

Construir carreteras a la sombra del volcán: cuando el asfalto convive con la lava

04 de julio de 2017

Playas con cocoteros, aguas cristalinas, tupidas junglas, extrañas especies de animales, ukeleles o el espíritu aloha, Hawái forma muchas imágenes diferentes en nuestra cabeza. Sin embargo, si con algo asociamos este aislado archipiélago en medio del Océano Pacífico es con los volcanes.

Los casi 400.000 habitantes de las islas más remotas del planeta llevan siglos aprendiendo a convivir con la naturaleza más salvaje. Terremotos, tsunamis y fuertes temporales azotan a menudo el archipiélago. Pero es la lava la que marca, día a día, el destino de Hawái. Y puede que no haya mejor manera de entenderlo que a través de su red de carreteras.

El Mauna Loa, el volcán más alto de la Tierra con más de cuatro kilómetros de altura, o el Kilauea, el más activo del planeta —lleva 35 años de erupción ininterrumpida—, son los más famosos. Pero hay muchos más. De hecho, entre activos y dormidos, la isla cuenta con 20 volcanes, 30 si contamos los atolones y los archipiélagos más alejados, y más de 80 si tenemos en cuenta la cadena de montes submarinos Hawái-Emperador, de la cual las islas son la parte visible.

Ríos de una lava bastante fluida atraviesan las islas, destruyéndolo todo a su paso y cambiando de dirección a su antojo hasta que alcanzan el mar. De un día para otro, un pueblo puede verse incomunicado y todos sus accesos cubiertos por varios metros de lava. Ante este panorama, ¿cómo mantienen los hawaianos la red de comunicaciones? ¿Cómo convive el asfalto con la roca fundida?

volcanes hawaianos kilauea 1973

En el año 1973, un río de lava cubría de nuevo la carretera del Parque Nacional de los Volcanes / USGS, RL Christiansen

El volcán marca los ritmos

El Kilauea es el segundo volcán más joven de Hawái, con una edad cercana al medio millón de años. Es también el más activo y el que más peligro ha generado en la historia reciente de las islas. El cráter Pu‘u ‘Ö‘ö empezó a escupir lava en 1983 y, a día de hoy, no ha terminado.

Desde esa fecha, los impredecibles ríos de lava se han seguido de cerca, pues, en su discurrir ladera abajo hacia el océano, han puesto en jaque en más de una ocasión al distrito de Puna, uno de los más poblados y situado en el suroeste de la isla principal de Hawái. Desde 1983, la roca fundida ha sepultado más de 200 casas en la zona.

En este punto, la labor del observatorio para los volcanes Hawaianos, o USGS Hawaiian Volcano Observatory, es fundamental. Periódicamente, emite un informe con el estado de la erupción, la dirección del río de lava, su velocidad y sus riesgos. Además de la información pública, los técnicos mantienen la erupción monitorizada a través de cámaras y sensores 24 horas al día y elaboran mapas de peligrosidad en función de los datos que recogen.

“El río de lava 61g [ininterrumpido desde hace ahora un año] continúa activo y se precipita en el océano a la altura de Kamoukuna”, explica el último informe disponible. “Por el momento, esta corriente no representa amenaza alguna a las comunidades cercanas”. Pero la historia fue distinta en verano de 2014.

Volcanes Hawaianos lava

Río de lava del Kilauea precipitándose al océano / USGS

El 27 de junio de ese año, una nueva erupción del Kilauea decidía poner rumbo al distrito de Puna. Durante días, desaparecía bajo tierra, recorriendo alguna de las muchas galerías volcánicas que atraviesan el subsuelo de la isla, para volver a reaparecer en una trayectoria aún más peligrosa. En el mes de septiembre, la localidad de Pahoa empezó a prepararse para lo peor a medida que el río incandescente se aproximaba a la autovía 130, que cada día recorren más de 15.000 vehículos.

Sin embargo, la lava nunca llegó a tocar la carretera principal y decidió cambiar de dirección en el último momento, aunque sí bloqueó carreteras secundarias y hoy se ha solidificado en grandes muros basálticos alrededor del pueblo. A pesar de tener un final feliz, esta situación puso a prueba la capacidad de reacción de la isla frente a emergencias.

Una vez que los datos recogidos por el observatorio elevan el riesgo al máximo nivel, el departamento de transportes del estado de Hawái se pone manos a la obra. El primer paso es llevar a cabo una serie de pruebas extendiendo grava sobre la lava todavía caliente, aunque no incandescente. El objetivo es medir la cantidad de material necesario por metro cuadrado para que la lava, mientras se solidifica, se convierta en una vía transitable.

“También se manejan medidas de protección y sujeción para prevenir el colapso de la vía. Hay un montón de procesos ingenieriles detrás de estas decisiones”, explicaba Darryl Oliveira, jefe del departamento de protección civil del estado, en una entrevista para el Hawaii Tribune Herald, justo cuando la localidad de Pahoa estaba más amenazada.

Mientras se prueban los materiales, también se analiza el subsuelo mediante radares en busca de galerías o burbujas de aire que puedan poner en riesgo el futuro tránsito de vehículos. Todo debe hacerse en un tiempo récord para planificar la carretera y empezar a extender la grava antes de que la lava se solidifique por completo. En el caso del Kilauea, cuya lava se caracteriza por su alta fluidez, es cuestión de pocas semanas.

Aunque en el caso de 2014 no fue finalmente necesario reconstruir la autovía 130, los mismos métodos se utilizaron en 1986 en Kalapana, también en el distrito de Puna, cuando otro episodio de la misma erupción destruyó buena parte del pueblo y dejó a sus vecinos completamente incomunicados.

Mientras reconstruir las vías principales de comunicación es la prioridad que más recursos se lleva, otros equipos trabajan en abrir rutas inmediatas para los habitantes locales. Son otro tipo de proyectos que requieren de maquinaria pesada y que, en ocasiones, acaban con algunos de los atractivos turísticos de las islas.

Volcanes Hawaianos road closed sign

Cartel de carretera cerrada en la Chain of Craters Road / NPS Photo, Michael Szoenyi

Adiós al cartel de Road Closed

La ruta Chain of Craters Road es una de las preferidas por los visitantes del archipiélago hawaiano. Construida en 1928, esta carretera de 30 kilómetros de longitud atraviesa el Parque Nacional de los Volcanes Hawaianos. Su historia está ligada a la lava, ya que han sido varias las ocasiones en que se ha cerrado al tránsito para reabrirse posteriormente.

Tras quedar sepultada en 1986, cuando ya se habían construido otras rutas alternativas, se decidió que no se volvería a abrir al tráfico, quedando solo como una alternativa para turistas aventureros. Una señal de carretera cerrada clavada en medio de la lava servía para disuadir a los menos atrevidos.

Sin embargo, en 2014, ante el asedio del pueblo de Pahoa, las autoridades del parque y de la isla se dieron cuenta de que reabrir la histórica carretera era la única solución para mantener las comunicaciones mientras se reconstruía la vía de acceso principal.

“Es el momento de sacar las últimas fotos del cartel de ‘Road Closed’ antes de que lo retiremos. Vamos a reabrir las zonas cerradas lo antes posible, en cuanto podamos contar con las excavadoras”, anunciaba, en octubre de 2014, la máxima autoridad del parque, Cindy Orlando.

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Imagen de la carretera de los volcanes cubierta de lava / USGS

Dicho y hecho. Durante varias semanas, la maquinaria pesada se afanó en liberar la antigua ruta de la lava solidificada en la medida de lo posible, reabriendo una carretera que llevaba 30 años oculta bajo el basalto. Se construyó una vía de un único carril para rodear la zona afectada por la erupción. Poco después, cuando el pueblo dejaba de estar en peligro, se suspendía el proyecto.

En los orígenes del tiempo, cuando la diosa hawaiana del fuego, Pelé, decidió quedarse a vivir en el Kilauea, se enfrentó a Kamapua’a, dios de la lluvia, por el dominio de la isla. Conscientes del poder de ambos, decidieron dejarlo en empate y repartirse la tierra. Desde entonces, el dominio del fuego sobre el sur de la isla ha sido implacable. Hace ahora un año, el episodio 61g, todavía activo, volvía a cubrir la carretera de la cadena de volcanes y la ruta se cerraba tras solo año y medio en funcionamiento. El Kilauea y Pelé volvían a reclamar lo que era suyo.

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