Continuando la primera parte, que introdujo el rol central del petróleo en la economía mundial así como el reto de la “decarbonización” en la industria de la aviación, esta segunda entrega se adentra en algunos de los últimos desarrollos que diferentes actores están ofreciendo para enfrentarse a las necesidades energéticas del futuro.
Para que la industria de la aviación sea más verde, una de las propuestas más prometedoras es la del biofuel de bajo carbono. En términos generales, podemos decir que su producción nace de recopilar o sembrar ciertas materias en la superficie terrestre, lo que contrasta con las emisiones de carbono derivadas de la combustión de materias primas extraídas del interior de la Tierra en búsqueda de energía.
Los biocombustibles abren un nuevo abanico de riesgos y oportunidades, y su sostenibilidad varía de forma dramática. Puede ser una alternativa muy beneficiosa, pero también puede causar más daños de los previstos, bien fomentando la destrucción de áreas de gran biodiversidad o bien consumiendo espacios o cosechas antes destinadas a la producción de alimentos. En estos casos se producen efectos secundarios negativos como la subida de los precios de la alimentación.
Oro Verde
El asunto de la sostenibilidad puede ser resuelto, eso sí, extrayendo combustibles sostenibles de la aviación (SAF en su siglas en inglés) a partir de fuentes de biomasa como las algas, las basuras urbanas o las cosechas que se especialicen en producir energía y no en garantizar el abastecimiento alimenticio.
Estos combustibles alternativos podrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, desplazando al combustible fósil y contribuyendo a crear empleo y crecimiento económico. Son muchas las aerolíneas, como la australiana Quantas (ver vídeo a continuación), que se están tomando en serio este reto.
Las primeras alternativas verdaderas al queroseno están hoy al borde de la disponibilidad comercial, y los combustibles alternativos sostenibles están siendo desarrollados muy rápidamente para ajustarse a las necesidades específicas del sector. Persisten, eso sí, los problemas de conseguir una producción de gran alcance comercial, el rol de los gobiernos en este ámbito, la competencia de precios y la naturaleza particular de las empresas que participan en todo el proceso. La web Renewable Jet Fuels y la revista CCW explican estos puntos en más detalle.
En febrero de 2008, con el aeropuerto londinense de Heathrow como base de salida, Boeing, Virgin Atlantic y GE Aviation completaron con éxito el primer vuelo comercial operado con una mezcla de biofuel. Ese mismo año, una colaboración entre Airbus, Shell y Rolls-Royce consiguió que el gigante A380 realizase un vuelo de prueba con resultados más que satisfactorios. A finales de 2011, la Algal Biomass Organization (ABO) llevó a cabo el primer vuelo comercial alimentado exclusivamente por biofuel desarrollado con algas. En palabras de Carl Wolf, de Lanzatech, “hace seis o siete años, la idea de volar con biofuel era una especie de chiste, pero ahora ya hablamos de comercialización, aunque aún falte algún tiempo para conseguirlo”.
En Europa, el operador noruego Avinor está estudiando cuáles biocombustibles podrían tener el mejor impacto ambiental, y en España, el operador aeroportuario AENA está trabajando en un proyecto de microalgas desarrollado en el Aeropuerto de Madrid Barajas con la colaboración de Iberia y AlgaEnergy. En EEUU, compañías como Lanzatech, SG Biofuels, Altair, Solazyme y Sapphire Energy podrían tener la llave al futuro desarrollo de esta industria naciente. El diciembre pasado, Solazyme ganó un contrato de $12 millones de dólares para abastecer de biofuel a la Marina de EEUU, mientras que la start-up Sapphire acaba de anunciar que está buscando capital por valor de $144 millones para construir su primera granja en Nueva México dedicada a la producción comercial de biocombustible.
El “petróleo crudo verde” producido por compañías como Sapphire se produce a partir de las algas y podría ser, según apuntan muchos observadores, la forma más barata, sencilla y respetuosa con el medio ambiente para producir un biocombustible líquido. Las algas son una de las plantas fotosintéticas más viejas y eficientes del Planeta, funcionando casi como máquinas que convierten el CO2, el agua salada y la luz solar en aceites de refino sencillo. De hecho, las algas son una fuente original del petróleo crudo de la Tierra, que emerge de los sedimentos de viejos brotes de algas presentes hace millones de años. Esta fuente de biofuel no requiere una tierra especial para su cultivo ni tampoco exige agua potable, por lo que se puede producir incluso en el desierto.
Ejemplos recientes como los anteriores están invitando a los expertos de la industria a predecir una adopción generalizada de estos combustibles a lo largo de las próximas décadas, siempre que exista un acceso fiable y sostenible al suministro y que exista el apoyo político adecuado.
Sin duda, el futuro de la aviación verde parece de lo más prometedor.
Todavía no hay comentarios