Quería aprovechar esta oportunidad para hablar de mi experiencia como Técnico Cooperante en Cuzco,(Perú) el pasado mes de Septiembre e intentar convencer a todos mis compañeros en la empresa a que se animen a participar en este tipo de, por qué no decirlo, aventuras.
Hay muchas maneras de definir la experiencia vivida, gratificante, enriquecedora… pero posiblemente el mejor calificativo sea inolvidable.
La vorágine del día a día tanto personal como laboral en la que vivimos hace difícil que podamos encajar dos semanas de escapada total, dos semanas en las que nos tenemos que olvidar por completo de nuestra rutina, de nuestros problemas, del cierre, del máster, del subcontratista, del colegio de los niños, de las clases de ballet… dos semanas en las que salimos de nuestra zona de confort para intentar adaptarnos a una cultura desconocida, pero dos semanas que definitivamente me encantaría repetir.
He tenido la suerte de compartir viaje con un excelente grupo de profesionales y mejores personas de distintas ramas de la empresa, con diferentes experiencias profesionales y que, hablando ahora por boca de ellos, hemos vuelto marcados por la experiencia y con la esperanza de por lo menos haber marcado, aunque solo sea un rasguño el proyecto en el que hemos trabajado.
Intentaré poneros en situación: cuando nos levantamos por la mañana en nuestras casas una de las primeras cosas que hacemos es abrir el grifo del agua para beber, para lavarnos la cara y la dejamos correr… Ahora imaginémonos que nos quitan ese bien de primera necesidad, que si queremos beber agua, si queremos cocinar, si queremos lavar los platos, si queremos preparar el biberón para nuestro bebé, tenemos que salir de casa y caminar, haga frío o haga calor, que tenemos que hervir el agua, que tenemos que usar unas gotas de lejía pensando que de no hacerlo podemos enfermar o hacer enfermar a los nuestros.
Guaman Poma, la ONG local con la que hemos trabajado es consciente del problema y por eso selecciona proyectos de este tipo y garantiza con ellos el acceso de los habitantes de comunidades remotas a agua limpia y lleva a cambio talleres de sensibilización para hacer un buen uso de ella y mantener las instalaciones construidas. Para ello cuenta con un equipo de excelentes profesionales, que si bien posiblemente no serían capaces de construir un puente atirantado o de gestionar una concesión de autopista de la misma manera que nosotros, son capaces de trabajar en este tipo de medio mucho mejor que nosotros y a pesar de ello, de ser conscientes que ellos son los expertos, son capaces de aceptar y agradecer la ayuda que les viene de fuera, integrándonos en su grupo y en su día a día. Seamos honestos, sin nuestra visita el proyecto hubiera sido un éxito de igual manera, pero si con nuestro esfuerzo y trabajo nuestras aportaciones se traducen en una semana más de servicio de agua o en un abaratamiento de los gastos de mantenimiento ya habría merecido la pena.
La oportunidad de compartir nuestro tiempo con los usuarios últimos del agua, con la Comunidad y de sentir su agradecimiento sincero ha sido la mejor parte. La única sensación agridulce ha sido que ellos han centrado su agradecimiento en el equipo de Ferrovial que se personó en Perú, cuando este mérito debiera ser compartido. Compartido con los integrantes del Departamento de Responsabilidad Social Corporativa, que se dedican a seleccionar entre la infinidad de proyectos que les llegan, todos ellos posiblemente necesarios. Compartido también con la empresa, que patrocina estos proyectos y sufraga los gastos de las escapadas de los técnicos, con Guaman Poma y con ECODES y por último con todos los voluntarios de Ferrovial que se han atrevido a vivir esta experiencia.
Y quiero acabar esta entrada de la misma manera que la empecé, animándoos a todos a participar. No os vais a arrepentir.
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