La evolución del teatro que acompañó (e impulsó) la evolución arquitectónica
10 de febrero de 2017
Con demasiada frecuencia tratan las oxidadas materias de apropiarse de determinado patrimonio histórico, barriendo el conocimiento hacia sus arcas. «Esto es arquitectura» o «Esto es cultura» es a día de hoy un modo demasiado simplista de clasificar la belleza que conservamos del pasado, como si esta hubiese sido creada con etiquetas.
Nada más lejos de la realidad, hoy hablamos de la evolución de los teatros a lo largo de la historia, y de lo que estos dicen de la arquitectura de la época. Porque ambas materias, teatro y arquitectura, han sido más permeables entre sí y se han necesitado la una a la otra mucho más de lo que en un principio pensamos.
Teatro griego: los dioses tienen algo que decir
Los teatros fueron durante muchos siglos el máximo exponente de la cultura de masas. En la antigüedad fueron el equivalente a nuestra televisión o streaming. Los primeros teatros no escenificaban para unos pocos, sino que transmitían las palabras de los dioses (muy prolíficos en tiempos griegos) a cuanto más pueblo mejor.
De la falta de un espacio donde muchos de estos ciudadanos pudiesen escuchar las palabras recogidas en los cantos, pronto empezaron a surgir grandes explanadas llanas o cónicas donde se podía sentar uno a contemplar las obras. Durante un tiempo estas versiones no difirieron mucho de los círculos o semicírculos que uno forma en un campamento, pero quedó patente que aquello no era suficiente para todos los oyentes.
La alternativa a esto podían haber sido los templos, pero el limitado espacio entre muros y columnas –resultado de una construcción no demasiado avanzada y de un conocimiento escaso del comportamiento de los materiales– obligó a colocar losas sobre aquellas las explanadas mencionadas. Aprovechando las pendientes para hacer las gradas, pronto apareció el teatro griego.
Pese a su sencillez, ya contaba con elementos hoy reconocibles como filas de butacas (koilon, gradas), pasillos interiores (scale para los radiales y diapsoma para el que tiene forma de arco), escenario (orchesta) y decorados (skené). Aunque resulta difícil igualar según qué elementos por cómo ha evolucionado el teatro hacia nuestros tiempos.
Por ejemplo, los decorados griegos consistían en poco más que un edificio fino de varias plantas sobre el que colgaban cortinajes o colocaban atrezo básico, muy lejos de las producciones modernas en las que los escenarios realizan auténticas transformaciones. Además, el espacio de orchesta recogía en un inicio tanto la instrumentación como la representación.
El teatro romano: los humanos también opinan (aunque poco)
El teatro romano apenas sí añadió o retiró elementos, probablemente porque su tecnología arquitectónica tampoco había evolucionado lo suficiente como para distanciarse de la griega. Lo que sí hicieron fue separar la orchesta –que se transformó en un foso, del proscaenium que daría lugar al escenario.
Una mejor comprensión de la física acústica hizo modificaciones ligeras en la inclinación y las distancias, y permitió hacer los teatros ligeramente más grandes. A medida que las doctrinas sobre dioses iban perdiendo peso para dar paso a los mitos (y de estos a las historias de humanos), el escenario empezó a llenarse de columnas hasta acabar con dos o tres hileras (más claras en la foto delante del scaenae frons).
Hacia el final del gobierno romano, los teatros contaban más historias humanizadas que divinas. Tragedias, comedias, sátiras, críticas políticas, mímicas, farsas… La cultura del teatro se enriqueció durante siglos a medida que los muros se hacían más anchos y las construcciones más permanentes.
Luego, la cultura se apagó en Europa…
Teatro oriental: escuchando a una naturaleza flexible
Por suerte, la chispa del conocimiento seguía encendida en otra parte del mundo mientras el Mediterráneo sufría los estragos de las guerras religiosas. A diferencia de los dioses griegos, los Dioses con mayúsculas no eran hermanos entre sí, y sus seguidores combatían en batallas que hacían temblar la cultura a golpe de acero.
Cultura que en la India (hinduismo), en Japón (sionistas) y China (budistas) se manifestaba mediante el canto, la danza o la mímica. Esto no quería decir que luego no saliesen a partirse la cara entre pueblos vecinos, pero sí que tuviesen el suficiente respeto a la representación como para que esta siguiese formando parte de su cultura.
Casi todos los teatros orientales disponen de la misma forma cuadrilátera de seis a siete metros de lado que vienen del teatro chino del II a.C., pero en las imágenes se ha plasmado el teatro nō (noh) japonés del siglo XIV, muy reconocible por el mural trasero y los cuatro pilares de madera que conforman el escenario.
Gracias a la cercanía de estos pueblos orientales con la naturaleza, el grueso de los teatros (y prácticamente toda construcción) estaba fabricada en maderas y otros materiales vegetales. Su flexibilidad y comportamiento mecánico les permitían dar forma a escenarios que ni griegos ni romanos pudieron construir, aunque su conservación a lo largo de los siglos ha sido mucho menos frecuente debido a ello.
Las artes escénicas encapsuladas en estos pequeños templetes no requerían –a diferencia de occidente– de elementos de adorno sobrantes más allá de los ropajes. Incluso hoy las disciplinas mahanataka, dutangada y kathakali hindúes; el kunqu y el teatro de las sombras chino; o los Nō y jabuki japonesas resultan para los occidentales minimalistas en tanto a elementos arquitectónicos y estructurales, siendo necesaria tan solo la destreza de los intérpretes.
Teatro medieval: el teatro de guerrilla
Curioso ver cómo el teatro en todo el mundo dio un salto hacia el siglo XIV (incluyendo la mayoría de los estilos orientales citados en el párrafo anterior y al teatro medieval europeo) pero cómo estos estilos y arquitectura teatral empezaron a diferir entre sí con el tiempo. De hecho, en Europa la arquitectura y el teatro se separaron durante los siglos oscuros del medievo.
En una situación histórica en la que las artes eran tenidas como profanas, la ciencia como nigromancia, y la cultura como un elemento indeseable para el feudalismo eclesiástico, muy poco espacio había para los teatros y otras artes no canónicas. De modo que el teatro se escindió en dos grandes grupos:
- el teatro permitido y socialmente aceptado, que desfilaba por las estrechas calles de las ciudades, y que ha dado lugar a las cofradías y romerías modernas (entre otros);
- y el teatro no permitido (pero también socialmente aceptado) que hoy conocemos como retablos o títeres.
Lo cierto es que –permitidos o no– eran ambos teatros de guerrilla. Mientras que las iglesias monoteístas (idólatras, las otras no) trataban de convencer a los fieles con grandes desfiles de carácter religioso que representaban escenas bíblicas, los retablos y casetas de títeres representaban un tono lúdico y de queja ante el sistema.
Pero aunque carente de una estructura arquitectónica formal (un edificio o un teatro propiamente dicho), las estructuras resultaron cruciales para ambos bandos culturales.
En el retablo hizo falta adaptar carros para incluir complejos sistemas de tramoya y mecanismos que ayudasen a mover las figuras de madera y tela por el pequeño escenario (además de poder esconderlo todo en pocos minutos), mientras que en los pasos religiosos la complejidad estructural obligaba a los ingenieros a usar toda su pericia en estructuras de madera.
A medida que el pueblo recibía su dosis de cultura en las calles, muy pocos elegidos podían maravillarse de las obras de castillo, estas sí bajo techo. Se trataba de obras clásicas de tradición popular o religiosas, y contaron con los primeros mecanismos que permitían cambios relevantes en la escena durante la actuación, como en el Castillo de Český Krumlov.
Teatro del Castillo de Český Krumlov en Bohemia (República Checa). Fuente: Wikipedia
Mientras el teatro oriental focalizaba sus esfuerzos en la escenificación de los actores, en Europa nos centramos en complejos sistemas de poleas laterales que dieron paso a las tramoyas modernas (para las que aún hacía falta que los edificios fuesen teatros per sé, y no reconversiones de edificios más antiguos).
El teatro moderno: un teatro para cada clase social
A finales del medievo empezaron a surgir por Europa –primero en patios de casas y luego en edificios construidos a tal efecto– las llamadas corralas. Edificios bajos de tres pisos dentro de los cuales un pequeño escenario resultaba visible desde las terrazas y patio (patio literal) de butacas.
Estos edificios rescatan muchos de los elementos del teatro romano, como el foso de la orquesta, el escenario, la disposición en semicírculo (ahora cortados a los lados de las construcciones de líneas rectas del modernismo), o el frontal por el que surgen los personajes.
En las corralas se representaban obras para personas con bajo poder adquisitivo –en contraposición al teatro de palacio (para la corte)– con obras alejadas del latín clásico y muy críticas con las coronas o los sistemas de gobierno. Pero cuando la burguesía acaudalada empezó a aparecer en Europa se hizo necesario un tercer teatro muy parecido al que tenemos en mente.
El teatro actual: una síntesis de la historia de la arquitectura
Los teatros de finales del modernismo ya incluían los elementos a los que hoy día estamos acostumbrados y que se han ido adquiriendo por herencia helena, romana, oriental y medieval. Por un lado se encuentra el público en el patio de butacas o en las gradas y palcos de varias alturas (tanto laterales como frontales), y por otro está el escenario y la orquesta.
Pero el teatro actual tiene su foco en puntos invisibles para los visitantes: los bastidores, el foso escénico bajo la escena, el sistema de peines sobre ella y las bambalinas, entre otros elementos. Todos ellos con el objetivo de dar más realismo a la escena, requieren de grandes volúmenes que rodean el escenario en todas direcciones.
Teatro Liceu de Barcelona. Fuente: RCGEP
Tal y como abría el artículo, las diferencias entre las distintas materias se dan la mano en la actualidad. Hoy en día no podemos decir que el teatro pertenezca al arte escénico, o que el edificio pertenezca a la arquitectura. Porque entonces, ¿qué hacemos con la ingeniería mecánica, eléctrica o electrónica necesaria, con las artes plásticas para la realización de los decorados, con la gestión y coordinación de proyectos requerida para cada función, o con el esfuerzo de todo el personal implicado?
¿Separamos cada materia dentro de su propia caja, o mejor lo disfrutamos todo junto?
2 comentarios
Cristian Celis
21 de noviembre de 2023
Gran investigación y búsqueda sobre la historia arquitectónica del teatro, muchas gracias y felicitaciones!!!
Cristian Celis
21 de noviembre de 2023
Gran investigación y búsqueda sobre la historia arquitectónica del teatro, muchas gracias y felicitaciones!!!