Los drones se han convertido en una presencia habitual en estos tiempos, aunque su origen se remonta a los años 40 del siglo pasado, cuando se planteó, como proyecto militar, construir un UCAV (Unmanned Combat Aerial Vehicle o vehículo aéreo de combate no tripulado) denominado Killerbee o abeja asesina. Después de ese proyecto de combate, se migró a uno de vigilancia y observación y, a modo de giro lingüístico con cierta carga irónica, se le denominó “drone”, que en inglés significa zángano.
Desde entonces, los UAV o vehículos aéreos no tripulados, han estado presentes sobre todo en el mundo de las aplicaciones militar en misiones de observación y de combate. En general se trata de drones con precios de decenas de millones de dólares, radios de acción de cientos de kilómetros y capacidad de carga suficiente para transportar radares o bombas.
Pero, de un tiempo a esta parte, los drones han llegado al mundo civil, no solo como juguetes, sino también como dispositivos capaces de volar a alturas de más de 100 metros y radios de acción de varios kilómetros y un tamaño y peso considerables con aplicaciones profesionales muy interesantes.
Sin ir más lejos, Ferrovial ya obtuvo en 2015 la licencia correspondiente para operar drones en España en aplicaciones como la revisión e inspección de infraestructuras, redes de alumbrado o la gestión de edificios. Se trata de un campo de aplicación en constante desarrollo y donde aún hay mucho recorrido, pero que empieza a mostrarse sumamente útil de cara a mejorar las tareas de gestión de infraestructuras.
Los drones y los aeropuertos
Con todo lo divertidos y productivos que pueden ser los drones, no dejan de ser objetos que ocupan el espacio aéreo. Un espacio aéreo que hay que compartir con elementos tales como cables de tensión, estructuras tales como edificios, puentes y otras construcciones. O con las aves y, cómo no, también con los aviones o helicópteros.
Puede parecer que los aviones vuelan muy alto. O incluso que un dron es como un mosquito al lado de un avión y que en caso de que choquen, al avión no le va a pasar nada. Pero ni una cosa ni la otra.
Un dron, con un peso entre 1 y 3 kg, cuando es embestido por un avión de pasajeros en una operación de despegue o aterrizaje a velocidades de entre 180 y 350 Km/h —son velocidades aproximadas—, o un helicóptero o una avioneta, puede dañar seriamente la estructura del avión o algunos de sus sistemas de vuelo, incluyendo los motores.
El espacio aéreo, aunque nos parezca todo él igual e inmenso, está sujeto a una severa regulación que permite organizarlo de modo que no haya conflictos en su uso. Con un tráfico aéreo creciente en cuanto a número de aeronaves volando, así como la proliferación de helicópteros y ahora drones, es preciso saber dónde es posible volar o no en un momento dado.
La Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) es la encargada de velar por el correcto uso y ordenación de este espacio. Por ejemplo, la limitación de 120 metros para el vuelo de drones en cualquier circunstancia viene dada de la segmentación de este espacio en alturas. La legislación actual puedes consultarla aquí.
Espacio aéreo controlado y limitado
Existen, básicamente, dos tipos de espacio aéreo: el controlado y el limitado. Dentro del controlado es donde están las zonas que rodean a los aeropuertos, donde entran en acción los protocolos de seguridad que tienen que seguir los controladores en caso de incidencias.
Si quieres tener una visión general de las zonas de espacio aéreo desde un punto de vista general puedes consultar este mapa interactivo. Pero a modo de resumen, se puede decir que hay zonas de 8 km o 15 km alrededor de los aeropuertos dependiendo de si usan procedimientos de vuelo visual o instrumental.
Puede que fuera de ese radio de acción haya otras prohibiciones debidas a que se está en un espacio aéreo limitado, pero lo que es seguro, es que cerca de los aeropuertos no se puede volar un dron, al menos en un radio de acción de 8 km.
Durante la visita a la Torre de Control de Cuatro Vientos tuvimos la ocasión de hablar con Alberto Varela, director de la torre, acerca de los drones y cómo afectan al trabajo de los controladores. Cuatro Vientos usa procedimientos de vuelo visual, por lo que el radio del espacio controlado es de 8 km.
Con todo, Alberto nos contaba que, precisamente, estaban reportado a la AESA un incidente reciente con un dron. En la jerga de controladores, cuando se detecta la presencia de un dron dentro del espacio controlado, se habla de “avistamiento”. Y lejos de ser episodios anecdóticos, suponen un inconveniente serio y un incidente con muchas implicaciones negativas para la seguridad aérea.
Algunas crisis importantes
Los incidentes con drones no son nuevos, pero sí han experimentado un boom en los últimos años con la proliferación de drones muy potentes a precios asequibles. Todos los accidentes son igualmente importantes en cuanto a sus implicaciones personales y materiales, pero los que involucran a grandes aviones comerciales de pasajeros como los Airbus A380 son, si cabe, más llamativos.
Según la Federal Aviation Administration (FAA), ya en 2015 se contabilizaron 764 incidentes en los que un dron puso en riesgo el vuelo de un avión de pasajeros.
En marzo de 2016, un A380 con más de 500 personas a bordo, en su aproximación a Los Ángeles, casi choca con un dron a 1.500 metros de altura. En febrero de 2016, un A320 en su llegada a París también se encontró de cerca con un dron.
Sin salir de España, en Santiago de Compostela, durante las navidades de 2015, también se reportó un incidente con un dron.
En ningún caso hubo colisión, pero la seguridad se vio seriamente comprometida en un campo donde cualquier desviación de la normalidad puede suponer desviar la estadística de la seguridad del lado del siniestro.
¿Qué se hace en caso de avistamiento?
El procedimiento que sigue un controlador en el caso de un avistamiento, con todo lo sencillo que pueda parecer, no deja de ser crítico de cara a mantener la seguridad de las operaciones en la torre.
Según Alberto Varela,
El avistamiento de un dron es considerado un incidente de seguridad. La AESA está muy encima de este tipo de situaciones y siempre que hay un avistamiento, nos piden información adicional. Es un tema delicado. Muchos de los drones seguramente han sido juguetes. Pero son un riesgo.
Sobre la normativa, Alberto Varela comentaba que hay borradores para integrar la actividad de los drones con los aeropuertos. Pero de momento se apuesta por la prohibición. Los drones con sistemas GPS, o al menos algunos de ellos, ya tienen en sus registros las coordenadas de los espacios aéreos protegidos, de modo que dentro de esas zonas controladas ni siquiera se encenderían, pero en algunos casos se manipulan para evitar este tipo de restricciones.
El procedimiento en caso de avistamiento, según nos contaba Alberto, es sencillo. El controlador avisa al aeropuerto, y el aeropuerto avisa a la Guardia Civil para que tome las medidas pertinentes. Una vez reportado el incidente, la AESA también está en disposición de solicitar detalles adicionales y, en el contexto general de la operativa en torre, es posible que a raíz de un incidente se modifiquen los protocolos de actuación.
La legislación es severa con estos incidentes y las multas son cuantiosas. En este sentido, hay precedentes como el de un periodista de Al Jazeera que usó un dron para grabar vídeos de París desde el aire y fue multado con 1.000 euros por hacerlo sin permiso. En España, las sanciones por incumplimiento de la legislación están entre 4.500 € y 7.000 €.
En muchos casos, este tipo de infracciones se puede hacer incluso por desconocimiento. 8 o 15 km son muchos kilómetros, y puede que ni siquiera sepamos que hay un aeropuerto o un aeródromo a esa distancia. Un problema de consecuencias muy serias.
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