Seguridad
Cuando pienso en los retos que debemos afrontar a nivel global en la gestión de activos, lo primero que me viene a la mente es la necesidad de velar por la seguridad de todas las personas que entran en contacto con esos activos. Y son muchas personas: desde los trabajadores de construcción, hasta los usuarios y las personas que prestan servicios de mantenimiento. Y en todos y cada uno de los casos, la seguridad es la principal prioridad.
Esta consideración cobra especial relevancia si tenemos en cuenta algunas estadísticas llamativas: en EEUU, a lo largo de una vida laboral de 45 años, un trabajador de la construcción tiene una probabilidad del 75% de sufrir una lesión incapacitante y una probabilidad de una entre 200 de sufrir un accidente laboral mortal; en China, el número relativo de víctimas mortales en el trabajo es aproximadamente dos terceras partes mayor que en EEUU.
Y eso es solo en cuanto a trabajadores.
Cada año en todo el mundo, en torno a 1.000 usuarios habituales, pasajeros y trabajadores que viajan en tren sufren lesiones como consecuencia de incidentes que son, al menos en parte, atribuibles a la condición de los activos. Un número insignificante si se compara con el número de víctimas de las carreteras: el número de personas que pierden la vida cada año en todo el mundo asciende a 1,25 millones.
En nuestra calidad de gestores de los activos, no podemos controlar las acciones de las personas, pero sí esforzarnos en hacer que nuestros activos sean seguros y ayudar a educar a quienes los utilizan para que lo hagan de forma más segura. Un enfoque que se adopta de forma generalizada en Europa. Las carreteras de Reino Unido y Suecia, por ejemplo, se consideran muy seguras, con menos de tres víctimas mortales por cada 100.000 usuarios. Pero para mí, una víctima de la carretera es ya una víctima de más y, pese a que el 50% de los gastos de operaciones de activos (OPEX) está relacionado con la seguridad, aún podemos hacer mucho más.
En este sentido, el liderazgo decidido es crítico para el éxito de toda iniciativa de seguridad.
Un breve ejemplo: Kings Cross es un distrito de la ciudad de Sydney, en Nueva Gales del Sur, Australia. Por la noche se convierte en el centro de ocio nocturno y las cosas pueden volverse un poco movidas. Para mejorar la seguridad, las autoridades locales promulgaron una ley que prohibía a los locales admitir más público a partir de las 01.30 horas, así como servir más copas a partir de las 03.00 horas.
Ni que decir tiene que tanto asiduos como propietarios de los establecimientos se opusieron a esta controvertida ley. Pero las autoridades se mantuvieron firmes y las estadísticas dieron la razón a la decisión: las agresiones en la zona de Kings Cross se redujeron en un 50%, lo que se traduce en que más de 600 personas pudieron volver a sus casas con un buen sabor de boca de su salida en el centro de Sydney (si no habían cometido excesos, claro está…).
La ley generó gran revuelo, pero la determinación de las autoridades de mejorar la seguridad pese a la oposición generada es encomiable.
Por nuestra parte, debemos reflexionar sobre cuál sería un nivel de compromiso comparable en nuestro sector. ¿El cierre total de carreteras para proteger a usuarios y trabajadores durante actividades de mantenimiento? ¿Valorar la seguridad por encima del coste en los procesos de adquisición? ¿La introducción de nuevas tecnologías para proteger a las personas durante la vida de los activos?
El uso de la tecnología.
Todos somos conscientes de la velocidad con que se suceden los cambios tecnológicos. Nuestro diverso equipo de economistas, analistas de datos, matemáticos e ingenieros está ayudando a nuestros clientes a incrementar la fiabilidad de los servicios al mejorar los límites en la evaluación de la condición de los activos, así como la predicción de posibles fallos, en tiempo real.
La tecnología también abarca la innovación material. Hay ejemplos que hace tan solo diez años parecían ciencia ficción: hormigón y asfaltos que se reparan solos; carreteras modulares realizadas a partir de botellas de plástico recicladas; la unión de materiales y electrónica para generar energías renovables a partir de “carreteras solares”. Una tendencia que ocurre en todos los sectores y que no parece vaya a ralentizarse.
Yo he tenido la suerte de trabajar en la creación de infraestructuras inteligentes o conectadas utilizando el ya famoso Internet de las Cosas (Internet of Things, IoT) y ver sus ventajas de primera mano. En Broadspectrum, he podido comprobar cómo se pueden lograr ahorros superiores al 20% en los gastos OPEX mediante el uso de tecnologías que permiten optimizar el mantenimiento en base al riesgo.
La creciente introducción de tecnología en la vida de los activos nos lleva al tercer reto en la gestión de activos:
Una nueva mano de obra más cualificada.
Las habilidades que precisamos hoy para una gestión de activos efectiva son muy distintas de lo que eran hace cinco años, y serán diferentes también dentro de otros cinco años. Es necesario desarrollar el talento y la evidencia más cercana de esta necesidad, la tenemos en la transversalidad entre sectores: si ponemos a trabajar un modelador de la industria bancaria con un ingeniero de vías, en seis meses veremos cómo casi por arte de magia cambian sustancialmente nuestras capacidades.
Esta necesidad de reeducar y adaptar a las personas para cubrir las necesidades del negocio es del todo real. No creo que vayamos a ver un desempleo masivo, pese a que muchos de los empleos que conocemos hoy están siendo realizados cada vez más por máquinas. Pero lo que sí se está dando ya es un cambio de habilidades y la creación de nuevos tipos de empleo.
Y estos nuevos trabajos pueden funcionar con el IoT, para leer y analizar el Big Data, pronosticar tendencias y reducir riesgos, garantizando así la funcionalidad óptima de los activos.
Lo que nos lleva al cuarto reto en la gestión de activos:
Garantizar la seguridad de los servicios inteligentes que proporcionamos.
Tres centros de control en el occidente de Ucrania se encargan de distribuir energía a la región de Ivano-Frankivst y se consideraban, digitalmente hablando, muy bien protegidos. A pesar de ello, en diciembre de 2015, unos hackers lograron desactivar la red eléctrica nacional desde una ubicación remota.
Este ataque cibernético desactivó las líneas telefónicas de los centros del control y cortó el suministro eléctrico supuestamente inviolable de dichos centros de control. Sustituyó el firmware de los dispositivos industriales de IoT utilizados para controlar esta infraestructura de distribución en 16 subestaciones, inhabilitando así todos los dispositivos conectados e impidiendo que se volvieran a utilizar. Concluido el ataque, los hackers liberaron un malaware denominado KillDisk que destruyó los discos duros de todos los ordenadores de los centros de control, impidiendo que pudieran coordinar una respuesta al ataque.
El suministro eléctrico se restableció manualmente en menos de seis horas. Los equipos técnicos debieron personarse en cada una de las 16 subestaciones y resetear los equipos manualmente. Pese a la preparación y la seguridad digital, el ataque fue tan efectivo que los centros de control aún no se han recuperado del todo.
Con activos “inteligentes”, es necesario que las personas y los procesos encargados de los mismos para garantizar la continuidad de los negocios sean también “más inteligentes”.
Pero los ataques tecnológicos no son lo único que afecta a la integridad de los activos inteligentes. También hay otros factores a nivel global como el cambio climático. Sé por experiencia propia que el tiempo se está volviendo más imprevisible y las tormentas más extremas. En Australia, las proyecciones muestran que para 2030 la intensidad de las tormentas extremas podría haber aumentado en un 60% y en un 140% para 2070.
Y aquí es donde lo “inteligente” va más allá del Big Data para pasar el diseño. Reconociendo el aumento en la probabilidad de inundaciones, el Gobierno de Queensland, Australia, ha desarrollado nuevas terminales de ferry con características que aportan resiliencia y longevidad incluso frente a desastres naturales, permitiendo que las terminales vuelvan a ser operativas poco después de sufrir inundaciones extremas. El proyecto ha recibido el galardón William-Hudson, el mayor premio concedido a proyectos por la asociación de ingenieros de Australia, Engineer Australia.
¿Cómo podemos implementar todos estos cambios e innovaciones? Pues evidentemente con dinero, un recurso que se está volviendo más escaso aún que el agua dulce. Lo que me lleva al último reto global para la gestión de activos:
El déficit histórico de inversión.
Australia es uno de los pocos países desarrollados que sigue invirtiendo de forma significativa en nuevos activos. En otros lugares, la capacidad para financiar nuevos activos hace tiempo que se desvaneció. Los presupuestos de gastos de capital (CAPEX) y de OPEX sufren recortes en tiempos de crisis, siendo la solución más fácil la reducción en los niveles de los servicios, lo que ha redundado en deficiencias en el mantenimiento y las renovaciones.
Los incidentes más notorios, como el colapso de la I-35W en Minneapolis (Minnesota, EEUU), son pruebas evidentes de que las malas decisiones sobre gestión de activos pueden provocar una catástrofe. La Asociación Estadounidense de Ingenieros Civiles otorga a las infraestructuras de EEUU una calificación de apenas un D+, y ha calculado que se necesitarían inversiones por valor de 3,6 billones de dólares para 2020 para dejarlas en condiciones.
¿Cómo podemos superar estos retos?
He dicho ya que se necesita un liderazgo sólido para tomar las decisiones precisas, aunque en ocasiones sean difíciles. Esto significa también que las normativas y estándares son las soluciones clave a esos retos globales, y no un reto en sí. Debemos garantizar que se adaptan adecuadamente a los cambios que se suceden en los activos que desempeñan un papel central en la mejora de la seguridad y la gestión del cambio climático, proporcionan la financiación necesaria para prestar los servicios y miden el valor de la tecnología para la sociedad de manera que no se aplique sin más, con el riesgo de que se repitan incidentes como el de Ucrania.
Los clientes esperan recibir más por menos, ya sea por los procesos de reorganización o porque la industria así lo exige. Y nuestro trabajo consiste en lograr hacer las cosas mejor con innovación, nuevas tecnologías y nuevos procesos y, sobre todo, de forma más segura.
La mayoría de estos retos son consecuencia de los progresos que estamos logrando como civilización global y, en este sentido, son retos que podemos superar. Estoy seguro de que muchos de ustedes ya trabajan de forma activa en la búsqueda de soluciones. Por mi parte, veo que los que trabajamos en la gestión de activos impulsamos y acogemos el cambio. Yo tengo la suerte de participar en varios proyectos novedosos que moverán los límites actuales, lograrán cambios significativos en la forma en que hacemos las cosas y proporcionarán conocimientos a la comunidad de la gestión de activos en general.
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