Existe una emoción tangible en torno a la “nueva movilidad”, impulsada por el desarrollo tecnológico de los vehículos autónomos, la revolución del modelo de negocio en el mundo de los vehículos compartidos y la promesa de beneficios sociales vinculados a calles más seguras y menos congestionadas y contaminadas. Al parecer, el futuro se presenta atractivo y deberíamos llegar a él muy pronto, ¿verdad?
¿Pero cómo? Pregunte a cualquier experto o persona de la calle: “¿Cuál es el futuro de la movilidad urbana?” Las respuestas mostrarán diversas descripciones de “coches voladores” (drones de carga pesada) y viajeros sonrientes, leyendo cómodamente sus iPads en limusinas autónomas. En cualquier caso, las imágenes reflejan la realidad a medio o largo plazo, pero muy pocas consideran el corto plazo ni los avances inmediatos que permitirán que esas visiones a más largo plazo se cumplan.
La realidad de la transición de la “movilidad actual” que vemos en nuestras ciudades al futuro será probablemente un momento incómodo en el que los vehículos autónomos comiencen siendo una minoría en nuestras calles hasta el momento en que se conduzca el último automóvil manual por la futura metrópolis. De la misma forma, ¡magine los primeros drones que entreguen lavadoras y frigoríficos nuevos en su vecindario y la estampa que ofrecerá un cielo lleno de personas y bienes que se desplazan por el aire de un lugar a otro. ¿Hasta dónde llega el límite?
Incluso si se presentan desafíos en el futuro, el consenso tiende a ser que la “nueva movilidad” ofrece muchas más ventajas que desventajas. Dicho esto, ¿cómo llegamos a ese punto?
En un mundo donde surgen a diario nuevos modelos de uso, nuevos vehículos y nuevas plataformas, ¿cómo toman las ciudades decisiones sensatas y racionales de inversión con dinero público o permiten (o facilitan) que los agentes privados adecuados accedan al espacio público y vendan sus productos?
Es cierto, en algunos casos, que los modelos de vehículos compartidos erosionan el apoyo al transporte público y que servicios como Uber perturban la calma de los operadores de taxis tradicionales. ¿Han destronado las motos a las bicicletas compartidas? ¿Cuál es el mejor modelo de bicicletas compartidas, con o sin anclaje? Yo lo llamo “Parálisis de decisión” porque la ciudad se enfrenta a una serie desconcertante de opciones prácticas y aparentemente brillantes. ¿A qué velocidad debe ir el ritmo del cambio en el nuevo mundo de la movilidad? Si va demasiado rápido, veremos montañas de bicicletas chinas al no estar preparados los consumidores para usarlas; si va demasiado lento, cambiará la administración de la ciudad para ir a la par que otras.
La ciudad debe considerar lo que sus ciudadanos quieren y necesitan. Las personas son el eje central en torno al cual una ciudad debe desarrollarse y evolucionar, no los programas políticos, tecnológicos o de lucro, que son secundarios El futuro de la movilidad tiene que ver con el acceso, la elección, la conveniencia, la seguridad y la comodidad, y en cada lugar funcionará una solución diferente. La movilidad es solo uno de los “futuros” clave para la ciudad y compite con otros, como la salud, la seguridad y el medio ambiente por tiempo y presupuesto.
Smarter Cities 2025 es un movimiento centrado en “construir un negocio sostenible y un plan de financiación” para las ciudades del futuro. Patrocinado por Ferrovial Services y otras compañías globales y respaldado por destacados académicos y economistas, este informe muestra el retorno de la inversión (ROI por sus siglas en inglés) positivo de las iniciativas de ciudades inteligentes, lo que demuestra que hay más riesgo en no invertir que en invertir en la solución equivocada.
En cuanto a la movilidad, Smarter Cities 2025 ofrece información de la opinión del gobierno, las empresas y los ciudadanos y realiza un ejercicio de evaluación comparativa de datos de más de 130 ciudades de todo el mundo. Muestra que los beneficios asociados a la movilidad los nota tanto el individuo (en términos de menos combustible, más tiempo, etc.) como la sociedad en general (en términos de crecimiento de la economía local y mejoras en la salud). El informe muestra, por ejemplo, el increíble aumento de popularidad de los coches y viajes compartidos, y cómo las ciudades más pobres, como Lagos y Nueva Delhi, no gastan lo suficiente en movilidad, según sus ciudadanos y empresas, mientras que las ciudades más ricas, como Chicago y Copenhague gastan más de lo que sus ciudadanos y empresas esperan. Quizás este balance de “lo que la gente quiere” sea una herramienta de presupuesto eficaz como cualquier otra.
Las ciudades no deben preocuparse por la “parálisis de decisión”. Aunque se emplee el argumento de que compartir vehículos puede reducir el uso del transporte público, si los sistemas están bien diseñados pueden complementarse entre sí. Cuando se decida sobre Uber o los taxis, piense en ambos. ¿Qué es mejor, compartir moto o bicicleta? Acepte que los diferentes grupos demográficos tienen distintas preferencias y al considerar las iniciativas impulsadas por el sector público frente a las del sector privado, apoye ambas.
Si bien el futuro de la movilidad es más fácil de trazar, aunque sea de forma fantasiosa, considere las siguientes acciones clave en las ciudades para llevar a cabo su viaje hacia la “nueva movilidad” en los próximos 12 meses:
- Imagine el futuro. Desarrolle una visión y presente esa versión del futuro.
- Piense en qué funcionará en su ciudad y qué no. Promueva lo primero y frene lo segundo.
- Sea claro en cuanto al papel de la ciudad (ayuntamiento). Dirija, facilite y deje sitio para otros.
- Comprenda lo que sus ciudadanos, empresas y organizaciones del sector terciario desean, necesitan y esperan. Escúchelos y hágales partícipes de todo.
- Piense en el desplazamiento de un punto a otro tanto de productos como de personas. ¿Es tan distinto el transporte de personas?
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