El coche autónomo ha dejado de ser algo del futuro lejano, se espera que para el 2030 haya vehículos con una autonomía nivel 5 circulando por nuestras carreteras.
Mientras esto llega, aparecen usos intermedios en los que la autonomía no es total, pero en los que vemos vehículos con sistemas avanzados de asistencia a la conducción. El vehículo ha dejado de ser un elemento pasivo y ahora interacciona con nosotros. Nos dice a cuánta distancia estamos de la columna cuando vamos a aparcar, nos informa de si hay hielo en la calzada o de la fecha de la próxima revisión.
El origen de los vehículos por control remoto
Los primeros intentos del ser humano de mover un vehículo en la distancia datan de 1925 cuando el ingeniero estadounidense Francis Houdina, condujo remotamente 19 km desde Broadway hasta la quinta avenida en Nueva York. Poco después, en 1940 Norman Bel Geddes, hizo lo propio con un vehículo autónomo que funcionaba mediante electricidad y que era dirigido por radiocontrol.
Este diseñador industrial destacó por sus diseños, extravagantes, pero de corte futurista para la época. Como curiosidad este modelo vehículo con forma de gota.
Modelo vehículo con forma de gota de agua del diseñador Norman Bel Geddes. | Fotografía vía MCNY
Cuarenta años después en 1980 Ernst Dickmanss, empleó un sistema de radiocontrol y electricidad en el pavimento para mover en remoto un vehículo en Alemania.
Más allá de la curiosidad y el ingenio que requiere mover un vehículo en la distancia, si consideramos la operación en remoto como un paso intermedio, vemos que presenta una serie de beneficios que hacen que cada vez más organizaciones centren su atención en ello.
De forma muy resumida, la operación en remoto requiere de un centro de control compuesto por varias pantallas que actúan como interfaz hombre-máquina y un kit de volante y pedales de accionamiento que mueven el vehículo en la distancia. En este centro de control, el conductor remoto recibe la información de los alrededores del vehículo el cual a su vez lleva la tecnología embarcada: sensores de posición y audio, cámaras, modem entre otros.
Beneficios de la conducción remota
Este tipo de soluciones aportan una gran flexibilidad de operación y permiten la optimización de costes. Podríamos verlas, por ejemplo, en un gran almacén logístico, donde gracias al uso de este tipo de soluciones sería posible reducir el número de desplazamientos necesarios para transportar mercancías. Habitualmente es necesario emplear un “coche escoba” para el transporte de ciertos operarios que realizan luego otras tareas. Con la operación en remoto, estos desplazamientos desaparecerían.
Otro beneficio de este tipo de soluciones, es el incremento de los estándares de eficiencia – se reducen los tiempos empleados en actividades no productivas – y la seguridad en ciertos entornos peligrosos. Sería el caso, por ejemplo, de áreas de construcción de difícil acceso para el ser humano o ciertas actividades de minería.
Pero el camino que parece que seguirán este tipo de soluciones, más que un único vehículo operado en la distancia, será una plataforma interoperable que gestione una flota múltiple, maximizando las eficiencias independientemente del tipo de vehículo. Lo ideal es que esta plataforma se adapte a múltiples casos de uso que puedan ir desde la acción en remoto a la conducción totalmente autónoma dependiendo del caso. Para ello, son necesarios unos controles de privacidad robustos y una comunicación del sistema resiliente que se traduzca en una actuación del conjunto óptima.
Mientras llega el 2030, y se refina la tecnología de la movilidad, parece que la tele-conducción irá preparando el terreno.
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