Corporativo

Sostenibilidad: una herramienta para la competitividad

05 de abril de 2021

La importancia de gestionar indicadores extra financieros para mejorar la rentabilidad de una empresa ya no se cuestiona. Al margen de las valoraciones económicas, hay otros aspectos que desvelan cuáles son las capacidades de una compañía, como los ambientales y sociales. Este camino no ha sido nada fácil. Los responsables de sostenibilidad han tenido que batallar para que el resto de direcciones corporativas entendieran que, por ejemplo, si se invertía en talento o en prevención de riesgos la organización ganaría en competitividad.

En el último año la actividad económica se ha ralentizado en muchos ámbitos, sobre todo durante los primeros meses de la pandemia. La obligación de quedarse en casa al principio y las posteriores recomendaciones sanitarias han reducido el tráfico en las autopistas y resto de vías. La gente ya no se desplaza tanto como antes, ni para ir a trabajar ni para disfrutar de su tiempo de ocio. Todo ello ha puesto en evidencia cómo una crisis sanitaria puede llegar a afectar a un negocio de infraestructuras y refuerza la importancia de gestionar todos esos riesgos no financieros. Hoy Ferrovial se enfrenta a nuevos hábitos de movilidad y un comportamiento diferente de las personas.

La declaración de emergencia climática, la actual pandemia y un acelerón regulatorio, como la aprobación de la Ley 11/2018 de Información no Financiera y Diversidad, han reforzado la importancia de aspectos críticos para el negocio que no solo son financieros y que, desde 2018, las compañías con una media superior a 250 trabajadores y facturación por encima de los 20 millones están obligadas a incluir en sus informes anuales.

Los pilares ya los puso la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2015 cuando aprobó la Agenda 2030 que incluía 17 Objetivos para impulsar un Desarrollo Sostenible.

En paralelo, Europa apuesta por ese desarrollo sostenible, confirmando su compromiso de llegar a ser neutra en emisiones de carbono en 2050 y con la intención de reducirlas entre el 50 y el 55% en 2030.

Compañías obligadas a cambiar sus criterios

Para alcanzar los objetivos marcados, la Comisión Europea ha impulsado la puesta en marcha de varias iniciativas.

En esta línea, en marzo de 2018, el grupo de expertos formados por la UE, lanzó el Plan de Finanzas Sostenibles con tres objetivos prioritarios: reorientar los flujos de capital hacia inversiones sostenibles, promover la transparencia y visión a largo plazo, e incorporar la sostenibilidad en el análisis de riesgos.

Una de las diez acciones que recoge el Plan es un informe técnico que establece una manera común de clasificar las actividades de las compañías europeas en sostenibles o no sostenibles. Este documento tiene el nombre de Taxonomía.

Tras un largo trabajo, en junio 2020 entraba en vigor el Reglamento tras la aprobación del Parlamento Europeo que obliga a las empresas sujetas a la Directiva europea de divulgación de información no financiera a reportar su porcentaje de facturación, inversiones y costes operativos que proceden de actividades sostenibles según la clasificación de la Taxonomía.

El tema se pone serio, en diciembre de 2021 será obligatorio su cumplimiento para todas las compañías europeas.

Nosotros hemos trabajado para adelantarnos poniendo en marcha un proyecto piloto para conocer qué porcentaje de actividad está alineado con la Taxonomía. Esto nos va a permitir conocer los requerimientos de información financiera futura y valorar en qué áreas debe de enfocarse y en cuáles no, ayudando a la compañía en su plan estratégico.

El 2030 está a la vuelta de la esquina, momento en el que las emisiones han de reducirse a un 50-55%. Para cumplir con este propósito, los bancos no van a financiar productos o proyectos que no sean sostenibles, así que las empresas se verán obligadas a cambiar su actividad o sus modelos de negocio. En este sentido, Europa está haciendo grandes esfuerzos para ser ‘verde’, pero solo representa el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Economías como Estados Unidos o China no están siendo tan exigentes en sus normas.

La apuesta de Europa en términos de sostenibilidad va más allá de los criterios medioambientales y va a abarcar también temas sociales, como las condiciones laborales o la calidad educativa. Con la pandemia sanitaria global han pasado a un primer plano todas las cuestiones relacionadas con la salud, pero no se deberían perder de vista otros aspectos que permitan alcanzar un perfecto equilibrio entre competitividad, productividad y sostenibilidad.

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