La frontera norte entre España y Portugal está plagada de lugares compartidos. Sierras y valles de nombres prácticamente iguales y ríos que recogen agua a un lado de la línea invisible que divide ambos países y la vierten al otro. El Támega es uno de esos cursos fluviales. Uno que nace en la sierra de San Mamede, en Ourense, y acaba su curso en el Duero, en la localidad lusa de Penafiel.
Pero el Támega es también un río que servirá a Portugal para acabar con la emisión de 1,2 millones de toneladas de dióxido de carbono anuales. Y que permitirá al país aumentar en un 6% el total de energía que es capaz de producir. Lo hará mediante un conjunto de tres presas y tres centrales hidroeléctricas conectadas y una inmensa pila de agua que le permitirá almacenar energía para el futuro.
Una central reversible
El curso del Támega está salpicado de molinos. Tanto en el lado portugués como en el gallego, este curso fluvial conserva varios de estos edificios, hoy fuera de uso, que permitieron a muchas generaciones aprovechar la fuerza del río para moler cereales. El uso de la energía cinética del agua es antiguo y su origen en Occidente puede rastrarse hasta la época Helenística. Otras fuentes señalan su origen más al este, en el Imperio Persa, un poco antes en el tiempo.
Los molinos de agua se volvieron muy populares durante la Edad Media, pero fue con la Revolución Industrial que el ser humano aprendió a extraer toda la energía del agua. Desde que la primera central hidroeléctrica se construyó en Northumberland (Reino Unido) en 1880 para aprovechar la energía potencial del agua, las cosas han cambiado mucho. Hoy, la energía hidroeléctrica supone un 16% de toda la electricidad producida en el mundo; y es la principal fuente renovable del planeta, según datos de la Agencia Internacional de la Energía.
Río Támega a su paso por Amarante, en Portugal. | Wikimedia Commons/Carlos Cunha
Sin embargo, la idea detrás de las centrales no ha cambiado mucho desde 1880. Estas instalaciones están formadas por estructuras hidráulicas (como presas o tuberías) y equipos electromecánicos (como turbinas o generadores), tal como señalan desde el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía. La potencia eléctrica obtenida está siempre relacionada con el caudal de agua y la altura del salto utilizado. Entonces, ¿cómo se convierte una presa y un río en una pila?
Aquí es donde entran en juego las centrales reversibles, un tipo de hidroeléctrica que se desarrolló poco después de la instalación de la primera central en Northumberland. Este tipo de infraestructuras es capaz de aumentar la energía potencial del agua. Lo hace bombeando agua a otro embalse más elevado, generalmente durante momentos de baja demanda eléctrica.
Cuando esta demanda vuelve a subir, se libera el agua desde lo más alto, generando más energía de la que se necesitó para trasportarla en primer lugar. Así, se consigue que una red de embalses funcione como una gran batería de agua, con capacidad para almacenar energía para momentos en los que sea realmente necesaria.
La gran pila del Támega
Proyecto del complejo hidroeléctrico del Támega.
El complejo hidroeléctrico del Támega, en cuya construcción participa Ferrovial, tendrá una capacidad de generación de energía de 1.158MW cuando esté concluido en 2023. Para ello, se usarán tres presas, la de Daivões, la de Alto Támega y la de Gouvães, y tres centrales eléctricas. Una de ellas, la central en caverna de Gouvães tendrá una potencia de 880 MW y será la encargada de bombear agua hasta la presa del mismo nombre, que funcionará a su vez como la gran batería del complejo hidroeléctrico.
De esta manera, mediante una central reversible, será posible almacenar agua del embalse de Daivões en el de Gouvães, situado 650 metros más alto. Así, cuando haya un exceso de producción, podrá guardarse parte de esa energía para otro momento en que sea más necesaria. La principal ventaja de este sistema reversible es que el complejo hidroeléctrico del Támega se convertirá en una fuente de suministro de electricidad estable para el área metropolitana de Oporto.
Cuando esté concluida, la llamada gigabatería del Támega será capaz de producir 1.766 GWh al año, suficiente para dar suministro eléctrico a más de 400.000 hogares. En caso de que fuese necesario, la energía que se acumulará en el embalse de Gouvães podría servir electricidad a cerca de dos millones de familias durante un día entero. El complejo hidroeléctrico permitirá también a Portugal diversificar sus fuentes de generación de energía y dejar de importar 160.000 toneladas de petróleo al año, cuyo consumo supone la emisión de 1,2 millones de toneladas de CO2.
Desde que se evapora en algún punto del Atlántico o en los bosques europeos hasta que se enfría y se precipita en la sierra de San Mamede, filtrándose en la tierra y llenando los cauces de torrentes y riachuelos, el agua completa su ciclo consumiendo gran cantidad de energía. Una vez en el Támega, un sistema de presas y turbinas estará preparado para aprovechar parte de esa energía. El resto seguirá fluyendo, río abajo, hasta el mar, donde todo volverá a empezar.
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