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12 Buenos propósitos que implementar para el nuevo año

27 de diciembre de 2022

El Año Nuevo es sinónimo de nuevas oportunidades, nuevos propósitos y ánimos renovados.

Es como un lienzo en blanco en el que todo está por hacer, por definir y que todo lo que se nos ocurra puede ser una buena idea para empezar a plantear nuestro futuro y porvenir en este nuevo año. 

Nuestro cerebro límbico hace un repaso de todo lo importante que ha sucedido en nuestras vidas, sobre todo a nivel emocional. Por otro lado, el cerebro Neocórtex coge aquello del pasado y nos pregunta ¿y a partir de ahora qué? ¿Qué nos depara el futuro? Este es el momento en el que nos gusta hacer los famosos propósitos de Año Nuevo y se empiezan a desarrollar proyectos personales o profesionales.  

12 propósitos para Año Nuevo

Como es un momento de cambio y crecimiento, quiero ofrecer 12 propósitos para Año Nuevo como coach:

1. Cultivar la presencia: La presencia no es otra cosa que centrarnos solo y exclusivamente en lo que estamos haciendo en este momento. Si estoy trabajando, toda mi capacidad está centrada en esta actividad; si estoy pintando, todo mi mundo es el lienzo que tengo delante; si estoy con otra persona, no existe nadie en el mundo salvo ella. Cuando cultivamos la presencia, aumenta nuestra capacidad de atención, somos más receptivos y, por consiguiente, conseguimos un mejor resultado de cualquier actividad que realicemos. 

2. Mantener la escucha: La escucha es algo primordial en la comunicación con los demás. Si te das cuenta, cuando mantenemos una conversación con otra persona, estamos esperando a que termine de hablar para exponer nuestro punto de vista sin atender plenamente a lo que está diciéndonos.

Cuando mantengo una conversación debo tener “presencia”, estar totalmente concentrado y escuchar con todos mis sentidos. Si la otra persona me cuenta algo muy apasionada, yo me apasiono con ella; si me cuenta algo que la da mucha felicidad, yo siento felicidad porque me alegro por ella; si me cuenta algo triste, la acompaño en su tristeza desde el apoyo moral. 

3. Aprender la diferencia entre la exigencia y la excelencia: Definimos la excelencia como el cuidado y la atención por hacer las cosas lo mejor posible. La exigencia es un camino muy diferente, la persona exigente (y exigida) no busca hacer las cosas lo mejor posible sino hacerlas perfectas. Este es un matiz muy importante, porque es normal que termine en insatisfacción y frustración. El camino de la exigencia está siempre lleno de autorreproches y de sufrimiento por la repetición constante de ese «podía haberme esforzado más».

En el camino de la excelencia, los errores son parte natural de la acción y pueden incluso ser vistos como una oportunidad para detectar errores, mejorar y aprender de  ello. 

4. Ejercitar la autoestima y valorarnos a nosotros mismos: 

¡Quieres andar derecho que pareces tonto! ¡deja de hacer tonterías! ¿Te suenan estas frases? 

Cuando las decimos repetidamente estamos estableciendo una creencia limitante. 

¿Cuál es el problema de usar constantemente estás expresiones? Si a nuestros hijos les decimos constantemente, la coletilla “tonto”, cuando haga las cosas por el mismo y no le salgan bien pensará: “claro, no me sale porque soy tonto” y se estará poniendo una barrera, una autolimitación a sí mismo. 

Debemos hablar en positivo: “Mario, coge bien la cuchara que te puedes manchar. Venga que tú sabes hacerlo muy bien”. 

5. Pasar de victima a responsable: Tenemos la tendencia a buscar culpables fuera de nosotros mismos para liberarnos de la tensión que supone aceptar que hemos tenido algo que ver con lo ocurrido. 

Encontrar culpables es sencillo, el inconveniente es que la única acción que nos deja disponible es la queja. Si el otro es culpable, entonces yo no puedo hacer nada para solucionarlo. Esto es poco práctico  por que,  al hacerlo, estamos anulando cualquier posibilidad de intervenir y de resolver las dificultades. 

Responsabilizarnos es mirar las cosas de una manera diferente para encontrar nuevas posibilidades de acción que antes no veíamos.

6. Aprender la diferencia ente preocuparse y ocuparse: Cuando nos preocupamos le estamos dando vueltas y vueltas en la cabeza a un problema sin encontrar una solución que nos convenza. En esta situación pasamos noches sin dormir incapaces de tomar una decisión al respecto. 

Cuando nos ocupamos, no solo le damos vueltas al problema, además buscamos una posible solución al mismo, dándonos cuenta de que está en nuestra mano ponerle un remedio. Esto nos permite descansar y seguir avanzando. 

Mujer preocupada

7. Comprender lo que implica la confianza: La confianza es aquello que nos permite relacionarnos con los demás, y está estrechamente relacionado con la confianza que tengo en mí mismo. 

Se relaciona con las emociones y por esto, cuando siento que puedo conseguir algo, estoy teniendo confianza en que lo voy a lograr, muy en línea con el liderazgo. Si yo por ejemplo digo: “yo confío en que voy a relacionarme más y mejor con mi manager y mis compañeros”, estoy abriendo una emoción de alegría, confianza, y valor que me van a empoderar y alinear con mi objetivo. Nos está abriendo la posibilidad ya de primeras. 

Hay que tener cuidado porque esto también funciona a la inversa. Si no tienes confianza en que vas a conseguir algo, ten por seguro que no lo harás. Alinea tus objetivos con tus emociones, te ayudará a ganar confianza en ti mismo. 

8. Aprender a decir no: Cuando decimos la palabra “no” parece que estamos siendo groseros y maleducados. Nos han enseñado a ser “socialmente correctos”, y esto nos obliga a olvidarnos de nosotros mismos y de nuestras necesidades. 

Cuando decimos que no a algo nos estamos dando legitimidad a nosotros mismos. Hacerlo con mano izquierda es fundamental para no herir sensibilidades, pero debemos aprender a decirlo para darnos la importancia que merecemos. 

Te podré un ejemplo: “María, tengo mucha prisa hoy y no puedo terminar la memoria a tiempo para mañana , ¿te importa terminarla túu por míi ya que siempre sales muy tarde de la oficina? “.

Ante esto María podría responder: “Mira Juan, no me importa ayudarte con la memoria. Pero, si me quedo hasta tarde, es porque yo también tengo mucho trabajo que hacer. Si te parece bien, mañana nos podemos un rato juntos y seguro que la terminamos en un momento”.

¿Te atreves ahora a decir más veces no con asertividad?

9. Aprender la diferencia entre culpar y responsabilizarse: Tenemos la tendencia a no considerarnos parte de los problemas que nos afectan. Solemos buscar culpables para liberarnos de la tensión que supone aceptar que hemos tenido algo que ver con lo ocurrido. 

Cuando culpamos a otros aparecemos como las víctimas de la situación y la víctima es la que requiere la atención, la simpatía y la compasión de los demás. Al hacer esto, estamos anulando cualquier posibilidad de intervenir y de resolver las dificultades. 

La palabra responsabilidad implica que lo que nos interesa son las acciones. Si somos capaces de mirar las cosas de una manera nueva, encontraremos nuevas posibilidades de acción que antes no éramos capaces de apreciar.

10. Saber equilibrar la balanza de la generosidad: Por generosidad entendemos hacer algo por los demás en su beneficio, sin esperar nada a cambio. El problema de dar o ayudar a otras personas constantemente genera un desequilibrio del que nos solemos ser conscientes. Por ejemplo, si yo siempre ayudo a un compañero en su trabajo y lo hago porque me apetece, esto con el tiempo genera una sensación de que se aprovechan de mí, y lo que al principio hago como un acto de generosidad con el tiempo se vuelve un trabajo que debo hacer por obligación. 

En estos casos podemos “equilibrar la balanza”. Ante quien nos pide ayuda constantemente, hay que pedir algo a cambio para sentir que estamos dando y recibiendo en la misma proporción. Cuando nos piden ayuda recurrentemente podemos decir que sí, y al mismo tiempo añadir un «pero si luego tú me ayudas a …; pero si luego me invitas a un café, …” Es algo muy sencillo que ayuda a mantener equilibrada la balanza de nuestras emociones.

11. Aprender a gestionar nuestras emociones: Debes aprender a diferenciar entre el control emocional y la gestión emocional.

La palabra control lleva implícitos conceptos como: tapar, ocultar, impedir que aflore la emocionalidad. Esto es similar a ponernos un policía vigilando lo que estoy sintiendo en cada momento y a un juez diciéndonos si esta emoción es la adecuada para ese momento o no. Sin embargo, la palabra gestión nos indica: cultivar mayor atención, conciencia y lenguaje emocional. Gestión emocional significa que soy libre para expresar mis emociones. 

Todas las emociones son legítimas, son parte de nosotros, podemos y debemos dejarlas fluir en nuestro interior.

12. Diferenciar entre error y fracaso: Vivimos en una sociedad enfocada a resultados y que valora el error como un obstáculo y algo que hay que penalizar. Cuando pensamos que el error es igual al fracaso, tenemos miedo de explorar y probar cosas nuevas.

Podemos mirar el error como una oportunidad para aprender, innovar, probar cosas nuevas o aventurarnos en territorios desconocidos. Las equivocaciones no son terribles fracasos sino interesantes oportunidades para mejorar.

 

Estas son mis recomendaciones para que definas tus propósitos de Año Nuevo. Espero que te sirvan y fijes los tuyos propios. Ahora solo queda disfrutar del año que entra desde el primer momento. 

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