Restauración

La arquitectura de Madrid: transformando la ciudad en la que nací

01 de febrero de 2023

El frontón Beti-Jai, la Casa de la Panadería o las Escuelas Pías de San Fernando. A lo largo de mi carrera como jefa de obra, he tenido la oportunidad de trabajar en muchos edificios emblemáticos de Madrid, la ciudad en la que nací, que quiero y que disfruto. 

Desde pequeña, he vivido siempre muy cerca del centro de Madrid. He pasado por los mismos lugares cientos de veces, he visto resurgir zonas como Matadero y he vivido la creación de nuevas infraestructuras, como Madrid Río, que es maravilloso. Cuando era niña, iba a la plaza Mayor con mi familia a buscar el árbol de Navidad. Para mí era un día muy especial, en el que dábamos vueltas y vueltas a la plaza para ver bien todos los árboles y elegir el mejor.

Poder intervenir en edificios que siempre han formado parte de mi vida y que han sido el escenario de historias como esta es algo muy importante para mí. Y todo comenzó cuando, terminando la carrera de arquitectura técnica, pasé a formar parte del equipo de Ferrovial.

Una carrera que me enseñaría Madrid

Cuando era pequeña, me gustaban tanto las letras como las ciencias. Siempre pensé que tendría que hacer dos cosas en la vida: quería ser periodista y además estudiar algo relacionado con la ciencia. También me gustaban la informática, los ordenadores y la idea de programar. Finalmente, alguien me dijo: ¿y por qué no haces arquitectura técnica?

Mi carrera tendría otro punto de inflexión años más tarde, cuando terminando los estudios de arquitectura técnica me enteré de que buscaban becarios en Ferrovial. Me incorporé a la empresa y terminé convirtiéndome en una de sus jefas de obra. Cuando empecé, tardaron tres meses en encontrar unas botas de mi número. Les costó tanto que, cuando por fin las consiguieron, el dueño de la ferretería vino personalmente a entregarme dos pares, por si el primero se me rompía. Poco a poco, hemos ido rompiendo este tipo de barreras.

Desde este puesto, he podido trabajar en muchos proyectos en Madrid, que van desde las gradas de campos de fútbol hasta las fachadas de la plaza Mayor. Estos trabajos me han permitido ver mi ciudad con otros ojos y desde otro punto de vista. Y ha sido posible gracias al trabajo en equipo con personas que saben mover cada parte de la cadena y conectarla para que todo esto funcione. 

Los trabajos más inolvidables 

Elegir un proyecto entre todos en los que he participado es difícil. Uno que nos ha dado mucha satisfacción es el del frontón Beti-Jai, un edificio que forma parte de nuestro patrimonio histórico en Madrid y que llevaba casi 100 años abandonado. Cuando entramos allí por primera vez, aquello parecía una selva. Poder ir ahora y ver cómo el frontón ha vuelto a renacer es increíble. 

Si nos centramos en lo emblemático del proyecto, está claro que el ganador indiscutible sería el de la plaza Mayor. Comenzamos a trabajar allí en el año 2015 para rehabilitar las cubiertas de la Casa de la Panadería, el edificio más antiguo de toda la plaza. A continuación, otro contrato nos llevó a rehabilitar el resto de las fachadas.

Este trabajo supuso muchos desafíos. Y es que mientras nosotros trabajábamos allí, la vida seguía su curso en la plaza. Continuaba la actividad de las terrazas y los bares, y los camareros y el resto de los ciudadanos pasaban por los lugares en donde colocábamos los andamios, movíamos la maquinaría y guardábamos los materiales. Los hosteleros colaboraron mucho con nosotros y conseguimos coordinar nuestro trabajo con el resto de las actividades de la plaza, a la vez que garantizamos la seguridad de todas las personas. 

Otro de los retos estuvo ligado a los fraileros, las contraventanas que tienen los balcones de la plaza Mayor. Uno a uno, se desmontaron, se numeraron, se restauraron y se volvieron a colocar en su posición inicial. 

También nos encontramos con cosas muy curiosas. Rehabilitando las cubiertas de la Casa de la Panadería, por ejemplo, descubrimos una inscripción en la bola que corona los chapiteles: se trataba de las firmas de trabajadores que habían trabajado en la anterior rehabilitación, que se realizó en torno al año 1900. Los obreros habían dejado su propio graffiti, con sus nombres y sus profesiones. Nosotros hemos terminado viéndolo tantos años después. 

Cuando terminó el confinamiento, el primer sitio al que volví fue a la plaza Mayor. Es uno de mis sitios favoritos de Madrid, una ciudad que es muy mía porque la he vivido desde pequeña. La sensación de haber participado en la rehabilitación de esta plaza, y saber que a partir de ahora ya no solo formará parte de mi vida personal, sino también de mi historia profesional, es indescriptible. Para mí, es un orgullo poder trabajar en Madrid. 

 

Todavía no hay comentarios