Pavimento con colillas y hormigón con posos de café: la nueva era de los materiales reciclados
11 de octubre de 2023
A mediados del siglo XVIII, los barcos que llegaban de América cargados de hojas de tabaco empezaron a dirigirse a nuevos destinos: fábricas que cambiaron el diseño de las ciudades y el ritmo de sus barrios. La mayoría de las grandes fábricas tabacaleras se construyeron en ciudades con puertos fluviales – como Sevilla, que acogió la primera de Europa – y marítimos – como Málaga, Santander, A Coruña, Alicante o Tarragona.
Hoy, estas fábricas albergan museos, sedes de universidades y oficinas de organismos públicos. Las fábricas de tabaco se encuentran ahora en otros puntos más desfavorecidos del mundo, y el impacto que este tiene en nuestra salud y en la de nuestro planeta ha hecho que su mercado – y sobre todo su imagen – tengan un rol muy diferente en nuestra sociedad.
Sin embargo, el tabaco podría volver a ser un protagonista importante en nuestras infraestructuras, aunque de forma muy diferente: una empresa francesa ha creado adoquines a partir de colillas recicladas con el objetivo de reducir su impacto medioambiental. En la otra punta del mundo, en Australia, un grupo de científicos ha concluido que los restos del café pueden incrementar de forma importante la resistencia del hormigón.
Iniciativas como estas dan forma a la economía circular y nos muestran que los productos que han marcado la historia de los últimos siglos pueden tener una segunda vida en nuestros suelos y edificios.
Un pavimento reciclado
Nicotina, mercurio, plomo, cadmio, ácido cianhídrico o arsénico. Estas son solo algunas de las sustancias tóxicas que se quedan retenidas en los filtros de los cigarrillos tras unas caladas. Sustancias que tienen la capacidad de contaminar el agua y la tierra y, que, sin embargo, muchas veces terminan en el suelo y no en las papeleras.
Una colilla en el suelo. Andrew Pons (Unsplash)
Para reducir el impacto ambiental de este residuo, la empresa de reciclaje francesa Recycleo Buro ha creado PavècO, un adoquín formado por arcilla y colillas recicladas. El ciclo de vida de estos adoquines comienza cuando termina la del tabaco: la empresa de reciclaje recoge las colillas que terminan en el suelo y en las papeleras de la ciudad de Burdeos. Una vez hecho esto, los residuos se tratan y se mezclan con arcilla para formar una masa cerámica que se hornea a altas temperaturas.
¿Y por qué arcilla? Tal y como explican desde Recycleo Buro, este material tiene capacidad absorbente y puede encapsular colillas de los cigarrillos para neutralizar su impacto en el medioambiente.
El resultado es un producto resistente (algo necesario, ya que su objetivo es que se utilice para pavimentar vías peatonales y también otras en las que circulan vehículos) y no contaminante. Para garantizar esto último, PavècO realizó un estudio en colaboración con el grupo de control de riesgos APAVE y la consultora Deloitte. Su objetivo fue confirmar que el proceso de creación de los adoquines no emitiese gases contaminantes, por un lado, y que su uso en el exterior no provocase filtración de elementos químicos en el agua (por ejemplo, tras la lluvia).
Cada kilogramo de pavimento cerámico puede contener el material de hasta 150 colillas reutilizadas. Una cifra que puede suponer un pequeño paso hacia la economía circular y reducir el impacto que el tabaco tiene en el medioambiente.
Las cifras del tabaco
Cada año se fabrican unos seis billones de cigarrillos cuyo impacto medioambiental comienza mucho antes de que sus colillas terminen en el suelo. De acuerdo con el informe ‘The Tobacco Industry and the Environment’, de la asociación STOP, la industria del tabaco ha talado 1500 millones de hectáreas de bosques desde la década de los 70. Cada año, se cortan 600 millones de árboles y se utilizan 220 000 millones de toneladas de agua (lo equivalente a unos nueve millones de piscinas olímpicas) para producir cigarrillos.
Hojas de tabaco secándose. Ben Ashby (Unsplash)
Esta actividad tiene, también, una importante huella de carbono: las tabacaleras emiten unos 80 millones de toneladas de dióxido de carbono anuales. Sin embargo, el impacto más visible para la mayoría llega al final de la vida de los pitillos. Es decir, cuando se convierten en basura. Se calcula que sus filtros, que tardan hasta 15 años en degradarse, son los objetos de plástico de un solo uso más comunes en todo el mundo.
A todos estos números se suman los que tienen que ver con la salud humana, que han llevado a la creación de políticas y medidas para reducir la producción y el consumo de tabaco en todo el mundo. Mientras se avanza en la reducción del uso de estos contaminantes, las cifras justifican, también, los intentos para dar una segunda vida a los residuos en forma de nuevos materiales.
El café que da fuerza al hormigón
Otra iniciativa que puede hacer realidad infraestructuras creadas con material reciclado ha surgido de la RMIT University, en Melbourne (Australia). Allí, un equipo de ingenieros ha desarrollado una técnica para convertir los restos de café molido, ya usados, en biocarbón. Este material puede utilizarse para sustituir parte de la arena utilizada en el proceso de creación del hormigón y aumentar hasta un 30 % la resistencia de este último.
Los resultados de esta investigación dan forma al artículo ‘Transforming spent coffee grounds into a valuable resource for the enhancement of concrete strength’, publicado en la revista académica Journal of Cleaner Production. La iniciativa ha llamado la atención del sector de la construcción, por un lado, y de organismos dedicados al reciclaje y la eliminación de residuos orgánicos, por otro.
Trabajador vierte granos de café en una máquina. Yanapi Senaud (Unsplash)
Cada año, solo los habitantes de Australia llegan a generar 75 millones de kilogramos de residuos de café molido, y a nivel mundial esta cifra asciende hasta los 10 000 millones. La mayoría, señalan desde la RMIT University, termina en los vertederos. Al igual que sucede con el tabaco y tantos otros residuos, su eliminación tiene un fuerte impacto ambiental, ya que emite cantidades de gases de efecto invernadero, entre ellos el metano y el dióxido de carbono, los principales contribuyentes del cambio climático.
“Nuestra inspiración para realizar este trabajo fue encontrar una forma innovadora de utilizar grandes cantidades de residuos de café en proyectos de construcción para evitar que terminasen en los vertederos. Darle al café una segunda dosis de energía”, señala Roychand, uno de los investigadores postdoctoral del MIT.
De acuerdo con el equipo, varias entidades dedicadas a la eliminación de residuos orgánicos han mostrado ya interés en este trabajo. Su iniciativa, añaden, muestra cómo la industria de la construcción puede jugar un papel crucial a la hora de convertir los residuos en materiales valiosos.
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