Mujer y niña en la ciencia
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3 mujeres que lograron grandes avances para la ciencia (y que NO son Marie Curie)

09 de febrero de 2024

A lo largo de la historia, las mujeres han hecho aportaciones de vital importancia al campo de la ciencia. Sin embargo, muchos de sus logros se han pasado por alto o han quedado sin reconocimiento alguno. Si bien es cierto que hay nombres muy conocidos, como el de Marie Curie, la realidad es que hay muchas otras mujeres que desafiaron las normas sociales de su época y lograron grandes avances en sus campos.

Así, con motivo del 11 de febrero, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, presentamos una pequeña selección de 3 de las muchas mujeres pioneras que marcaron para siempre los campos de la ciencia y la ingeniería y que, sin embargo, en su momento no recibieron el reconocimiento que merecían. Acompáñanos en este viaje al pasado para descubrir sus historias de inspiración y sus extraordinarios descubrimientos.

 Marie-Anne Pierrette Paulze Lavoisier (1758-1836)

Marie-Anne Pierrette Paulze, nacida el 20 de enero de 1758 en Montbrison, Francia, hizo grandes aportaciones al campo de la química.

Marie desempeñó una labor crucial como compañera de laboratorio de su marido Antoine Lavoisier (conocido como «el padre de la química moderna»). No solo participó activamente y contribuyó a su revolucionario trabajo, sino que, además, aportó los bocetos científicos y las traducciones a las que seguimos recurriendo hoy en día.

Marie-Anne Pierrette Paulze junto a su marido

Los primeros años de Marie se vieron marcados por la pérdida de su madre cuando ella era tan solo un bebé. Como consecuencia, acabó criándose en un convento. Llegó a dominar varios idiomas y a adquirir habilidades que la hacían una bocetista de gran talento.

A los 13 años recibió una propuesta de matrimonio concertado de un influyente conde de 50 años. Jacques Paulze, el padre de Marie, trató de protegerla y, así, se dirigió a su colega Antoine Lavoisier, noble y científico francés, para proponerle una unión alternativa. Tras aceptar la propuesta, Marie y Lavoisier se casaron el 16 de diciembre de 1771, cuando Antoine tenía 28 años y Marie solo 13.

Lavoisier experimentando con la respiración

Afincados desde 1775 en París, donde Antoine trabajaba para la Ferme-Générale y era administrador de la pólvora en el Arsenal, instalaron un moderno laboratorio de química donde floreció el interés mutuo por la investigación científica. Marie, que recibió formación de sus colegas Jean Baptiste Michel Bucquet y Philippe Gingembre, participó activamente en los experimentos. Se encargaba de dibujar los diagramas con los que otros investigadores científicos podían verificar sus resultados, de traducir documentos y, en general, contribuía a las labores científicas.

Juntos desempeñaron un papel primordial a la hora de cuestionar la teoría imperante del flogisto. Ella tradujo obras relacionadas con este concepto e influyó en que Antoine se alejara de la hipótesis de esta sustancia, lo que desembocó en sus estudios sobre la combustión y el descubrimiento del oxígeno.

En 1789, Marie-Anne contribuyó significativamente a la publicación del «Tratado elemental de química», obra fundacional que introdujo la conservación de la masa y un nuevo sistema de nomenclatura química. Sus detallados dibujos, trece en total, ilustraban los equipos de laboratorio y los experimentos, mientras que sus meticulosos registros validaban los hallazgos publicados por Lavoisier.

Por desgracia, tanto Antoine Lavoisier como el padre de Marie fueron ejecutados por traición tras la Revolución Francesa. Posteriormente, Marie-Anne rescató parte de las investigaciones de su marido y las publicó como «Memorias de química», de modo que preservó los cimientos del incipiente campo científico. Marie conservó el apellido Lavoisier durante toda su vida y, además, se ganó el calificativo de «madre de la química moderna».

Emily Warren Roebling (1843-1903)

Emily Warren nació en 1843 en el seno de una influyente familia de Cold Spring, Nueva York. Fue una mujer excepcional que desafió con valentía las normas sociales victorianas de la época. Emily, que era la penúltima de 12 hermanos, recibió el privilegio de la educación. Estudió matemáticas y ciencias, a pesar de que prevalecía la creencia de que las mujeres no necesitaban cursar estudios superiores. En 1864, durante una visita al campamento militar de su hermano Gouverneur Warren, conoció al coronel Washington Roebling. Así, surgió un romance que les llevó a contraer matrimonio en 1865.

Emily Warren Roebling

Los Roebling emprendieron su tardío viaje de luna de miel a Europa en 1867, que, al mismo tiempo, fue una misión cuyo objetivo era investigar técnicas para un revolucionario proyecto de construcción dirigido por John Augustus Roebling, padre del marido. Esta construcción no era ni más ni menos que la del puente de Brooklyn.

Dos años después de su regreso, se produjo un accidente en la obra en el que John Roebling resultó herido y que acabó causándole la muerte por tétanos. Su hijo Washington, que llevaba dos años trabajando con su padre, asumió la responsabilidad de supervisar la finalización del Puente de Brooklyn y tomó el papel de ingeniero jefe del proyecto. Washington también fue víctima de una desafortunada lesión que le causó parálisis, provocada por el síndrome de descompresión o los dolores osteomusculares denominados «bends» (por la similitud entre la postura que adoptaban los trabajadores para aliviar el dolor y las estatuillas de este nombre que tan de moda estaban en la época) que había contraído al trabajar bajo el agua en los cajones del puente a alta presión.

Emily, haciendo gala de una increíble capacidad de superación, asumió un papel fundamental. Se encargó de dirigir el proyecto, estudiar la ingeniería y supervisar las operaciones diarias. A pesar de que mantuvo una participación discreta, su competencia resultó innegable. Así, surgieron sospechas de que ella era la fuerza impulsora de la construcción del puente.

Inauguración del puente de Brooklyn

En 1883 se terminó de construir el Puente de Brooklyn, el puente colgante más largo jamás construido en aquella época, que atraviesa el Río Este y conecta las ciudades gemelas de Nueva York y Brooklyn.  Se trata de una auténtica maravilla de la ingeniería. Curiosamente, fue Emily quien lo cruzó a pie por primera vez. El congresista Abram Hewitt se deshizo en elogios hacia ella en la ceremonia de inauguración, reconociendo su sacrificada entrega y su inteligencia.

La dedicación de Emily también se extendió a diversos voluntariados, clubes de mujeres y a la asociación Hijas de la Revolución Americana. Fue una gran defensora del sufragio femenino y articuló la necesidad de los derechos de la mujer en virtud de la Decimocuarta Enmienda.

Rosalind Franklin (1920-1958)

Rosalind Elsie Franklin nació el 25 de julio de 1920 en Notting Hill, Londres, en el seno de una familia judía británica. Tras una infancia y adolescencia de impresionante escolasticismo, asistió al Newnham College de Cambridge, donde cursó Química como parte del Tripos de Ciencias Naturales. Franklin completó de manera satisfactoria sus estudios en 1941 con los denominados honores de segunda clase, calificación que se le acabaría reconociendo como título de licenciatura en 1947.

Rosalind Franklin

Después de pasar un tiempo trabajando en el carbón para contribuir a la campaña bélica y de residir un año en Francia, Franklin se incorporó al King’s College de Londres en 1950. Allí comenzó a trabajar en la difracción de rayos X aplicada a proteínas y lípidos en solución, pero más tarde redirigió su trabajo hacia las fibras de ADN. Descubrió que las fibras de ADN hidratadas producían un patrón de difracción distinto al de las deshidratadas, lo que indicaba que el ADN húmedo y el seco adoptaban estructuras tridimensionales diferentes. Más adelante, Franklin denominó a la estructura seca del ADN forma A y a la estructura húmeda forma B.

Gracias a la mejora que logró en sus métodos de recogida de imágenes de difracción de rayos X del ADN, Franklin obtuvo la ahora famosa Fotografía 51 de un experimento de cristalografía de rayos X que llevó a cabo el 6 de mayo de 1952. En primer lugar, minimizó la dispersión de los rayos X en el aire que rodeaba el cristal bombeando gas hidrógeno alrededor del cristal. Como el hidrógeno solo tiene un electrón, no dispersa los rayos X. Así, bombeó gas hidrógeno a través de una solución salina para mantener la hidratación deseada de las fibras de ADN de forma B. Tras exponer las fibras de ADN a los rayos X durante un total de sesenta y dos horas, Franklin recogió el patrón de difracción resultante y lo etiquetó con el número 51, lo que dio lugar a la Fotografía 51.

Sin pedirle permiso a Franklin, su colega Maurice Wilkins puso a disposición de James Watson y Francis Crick la Fotografía 51, su patrón de difracción de rayos X, entonces inédito, de la forma B del ADN. Se trataba de una prueba crucial de la estructura helicoidal. Más tarde, Watson escribió con sus propias palabras lo siguiente:

ADN estructura helicoidal

«En cuanto vi la imagen me quedé boquiabierto y se me aceleró el pulso… La cruz negra de reflejos que dominaba la imagen solo podía proceder de una estructura helicoidal… La simple inspección de la imagen de rayos X reveló varios de los parámetros helicoidales fundamentales».

Wilkins, Watson y Crick acabarían recibiendo el Premio Nobel de Medicina de 1962 por el descubrimiento del ADN, con lo que demostraron los medios materiales por los que se transmite la selección natural. Franklin murió trágicamente a causa de un cáncer de ovarios en 1958 y, aunque fue aclamada en su época por sus contemporáneos, su muerte impidió que pudiera optar al premio.

Si observamos con detenimiento, vemos que hay muchas mujeres inspiradoras que hicieron contribuciones cruciales a la comunidad científica e ingeniera, independientemente de que se les reconociera o no en vida.

Pese a tener que afrontar la discriminación y que se les negaran oportunidades, estas mujeres perseveraron y lograron grandes cosas. Es importante seguir dándoles reconocimiento y celebrando sus logros, no solo por su legado individual, sino también por ser fuente de inspiración para las generaciones futuras. Con sus historias, esperamos animarte a seguir sus pasos y a superar los límites de lo imposible en tu campo.

 

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