Grandes y pequeñas trampas que la arquitectura y el arte guardan para nuestros ojos
17 de julio de 2024
Si nos situamos junto a la fuente de los Caballos de la plaza de Platerías, en Santiago de Compostela, y realizamos un giro de 360 grados para ver lo que tenemos a nuestro alrededor, podremos disfrutar de la fachada sur de la catedral, de la escalinata que sube a la Quintana, de la casa del Cabildo o de la casa del Deán. Aparentemente, todo encaja y está en armonía en esta plaza que recibe su nombre de los talleres de orfebres que la ocupaban en la Edad Media.
Sin embargo, un ojo experto (o previamente informado) puede señalar dónde está el truco: la fachada de la Casa do Cabildo es poco más que eso. Una fachada. Esta casa tiene apenas tres metros de profundidad y se construyó en la segunda mitad del siglo XVIII con una finalidad puramente ornamental. La casa es un fondo, un decorado barroco para la plaza de Platerías.
Lo cierto es que la historia de la arquitectura y del arte está repleta de trampas que buscan alterar nuestra percepción y hacernos ver cosas que no existen. Un buen ejemplo lo encontramos en los trampantojos, composiciones que engañan a la vista mediante el uso de la la perspectiva.
Toda una historia de trampantojos
El término trampantojo es un tecnicismo utilizado en el mundo del arte que hace referencia a las palabras “trampa en el ojo”. Se refiere a un efecto logrado gracias a la pintura que crea una sensación de volumen y profundidad en lo que en realidad es una superficie plana. Y, aunque podemos pensar que el juego de perspectivas es algo relativamente moderno, lo cierto es que la historia de los trampantojos comenzó hace ya miles de años.
Una de las primeras referencias a un trampantojo se remonta al siglo V a.C. y la dejó por escrito Plinio el Viejo 400 años más tarde. La historia cuenta que Zeuxis y Parrasio eran dos pintores griegos que habían alcanzado una enorme fama y querían determinar cuál de los dos tenía más talento. Para zanjar la cuestión, organizaron un reto: quien pintase el mural más realista, sería el vencedor.
Zeuxis sorprendió a Parrasio con la pintura de unas uvas tan realistas que las aves se acercaron a picotearlas. Convencido de su victoria, Zeuxis pidió a su contrincante que corriese la cortina que tapaba su obra. Fue entonces Parrasio quien se declaró vencedor, al mostrar que la cortina no era real, sino su pintura sobre una pared. Alegó que las uvas habían podido confundir a los pájaros, pero que su cortina había conseguido engañar al propio Zeuxis.
Los trampantojos – como la cortina de Parrasio – fueron muy utilizados en la época Clásica, sobre todo en las decoraciones de murales del estilo pompeyano. La idea de engañar al ojo con el volumen y las perspectivas se retomó en el Renacimiento y en el Barroco, cuando se perfeccionaron las técnicas pictóricas.
Trampantojo de la Catedral de Calahorra, que simula un monje abriendo una celosía. Gato.Cuantico (Wikimedia Commons)
La historia nos ha dejado trampantojos en interiores y exteriores para simular columnas, ventanas, molduras, cornisas, vegetación, paisajes y hasta personas. Elementos que en algunas ocasiones buscan dar equilibrio a las composiciones y en muchas otras simplemente engañar, decorar y crear complicidad entre el artista y quienes disfrutan de su obra.
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De las iglesias de Roma a los dibujos de Banksy
Una de las iglesias más representativas del barroco romano es, también, un buen ejemplo de cómo la pintura puede alterar nuestra visión de la arquitectura. Se trata de la iglesia de San Ignacio de Loyola, una construcción con una cúpula que en realidad no existe.
Para dar sensación de profundidad, el pintor y arquitecto Andrea Pozzo realizó una pintura en perspectiva sobre un lienzo de 17 metros de ancho. En la iglesia, es necesario desplazarse hasta los laterales para confirmar que, efectivamente, la vista nos engaña y lo que parece una cúpula es en realidad una superficie plana.
Cúpula falsa de San Ignacio de Loyola. Carmelo Peciña (Flickr).
Numerosos palacios, iglesias y otros edificios históricos cuentan con trampantojos y otros trucos pictóricos. Sin embargo, estos están también presentes en muchas casas y edificios de los pueblos y las ciudades. Un ejemplo lo encontramos en los trampantojos que el pintor extremeño Alberto Pirrongelli pintó en las calles de Madrid o en las obras del artista francés Patrick Commecy.
Trampantojo de Patrick Commecy en Bèziers, Francia. Neohamsa (Wikimedia Commons).
Hoy, la técnica del trampantojo ha dado paso a grandes murales decorativos que recurren a la perspectiva para conseguir que la realidad se mezcle con lo artístico. En el pueblo Romangordo, en Cáceres, estas pinturas buscan devolver un estilo de vida que se está perdiendo, pero sigue presente en la memoria de muchos de sus vecinos.
Mural en Romangordo. Ayuntamiento de Romangordo.
Los trampantojos han sido también muy utilizados en pintura, sobre todo en retratos y bodegones. Y siguen llamando la atención en la actualidad. En 2006, una pintura de Banksy apareció en una pared de Chalk Farm Road, al norte de Londres. Sweep It Under The Carpet es a la vez una denuncia contra la pobreza y la desigualdad y un ejemplo de trampantojo que busca engañar nuestra percepción del espacio. La pintura se mantuvo durante unos meses, pero finalmente fue borrada.
Pintura de Banksy en Londres. Vaishal Dalal (Wikimedia Commons).
No obstante, no hace falta ir muy lejos para encontrar trucos de este tipo: podemos verlos por todas partes. Están en edificios que son solo una fachada y en grafitis, pero también en películas y cortos, en elementos arquitectónicos y hasta en platos de comida que no son lo que parecen ser. Tan solo hace falta mirar con atención para encontrarlos.
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