Los suelos de las ciudades presentan desafíos para filtrar el agua de forma natural.
Agua

Suelos permeables para atrapar los microplásticos y evitar que lleguen al mar

26 de septiembre de 2024


Basta con dejar volar la mente para imaginar el viaje que ha recorrido la basura antes de llegar a las playas. Una botella de plástico puede haber caído de la mochila de un ciclista que disfrutaba de un paseo por el litoral. Una bolsa, del picnic de unos campistas, y el envoltorio de un helado, de la mano de un turista despreocupado que no veía cerca ninguna papelera.

Sin embargo, resulta más difícil imaginar el recorrido de otro tipo de residuos. Sobre todo, de los que no vemos. Y por eso nos sorprende tanto descubrir que gran parte de los microplásticos que terminan en el mar proceden de cosméticos que usamos en nuestros hogares, de los lavados de prendas sintéticas o del roce de los neumáticos contra las carreteras.

Estos últimos, por ejemplo, están presentes en el suelo y el aire de nuestras ciudades y son arrastrados por las aguas de lluvia hasta las alcantarillas o los ríos antes de llegar al mar. Para evitar este problema, diferentes iniciativas están desarrollando e instalando pavimentos permeables capaces de reducir la contaminación por microplásticos de las aguas que se vierten al medio natural.

Estas infraestructuras, que forman parte de los sistemas de drenaje sostenible (SUS), son un ejemplo de cómo una construcción más consciente y las soluciones basadas en la naturaleza pueden mitigar parte del impacto de nuestras acciones en el medioambiente.

¿Cómo viajan los microplásticos de la carretera al mar?

Ciudades y pueblos de todas las regiones del mundo han transformado sus suelos durante los últimos siglos. En ellos, la superficie natural ha sido cubierta o reemplazada por pavimentos impermeables de asfalto, hormigón o baldosas, por ejemplo. Cuando llueve, estas superficies impiden que el agua se infiltre en el suelo y se produce la conocida como escorrentía urbana.

Por un lado, esto aumenta el riesgo de inundaciones, ya que el suelo deja de tener capacidad para absorber el agua. Por el otro, se favorece el transporte de contaminantes como microplásticos, fertilizantes o hidrocarburos a grandes masas de agua, como los ríos, sin que se haya realizado un tratamiento de depuración previo.

Suelo de baldosas, sin vegetación ni sistemas que favorezcan la filtración del agua.

Suelo de baldosas, sin vegetación ni sistemas que favorezcan la filtración del agua. Andrew Gook (Unsplash).

Los microplásticos, pequeñas partículas de menos cinco milímetros, terminan llegando a los océanos y contaminando sus aguas. En su camino hacia el mar, el material atrapa y absorbe diferentes contaminantes y los arrastra consigo. Una vez en el océano, y arrastrados por las mareas, los microplásticos pueden contribuir a desplazar especies invasoras de un lugar a otro.

Además, los animales marinos ingieren los plásticos, que pasan a formar parte de la cadena trófica. A menudo, los animales que los tragan se ahogan o terminan llenando sus estómagos de este material, sin que quede espacio en ellos para ningún alimento. Y la lista de consecuencias de la presencia de microplásticos (y plásticos en general) en los océanos continúa.

¿Qué solución ofrecen los suelos permeables?

Los pavimentos permeables son aquellos que, como su propio nombre indica, dejan pasar el agua. Normalmente se componen de varias capas: las más superficiales (formadas por mezclas porosas, césped, gravas o baldosas porosas, por ejemplo) permiten que el agua se infiltre en el terreno, mientras que las más profundas funcionan como una reserva que favorece su reutilización o evacuación posterior.

Demostración de cómo funciona un suelo permeable.

Demostración de cómo funciona un suelo permeable. JJ Harrison (Wikimedia Commons)

Una investigación desarrollada por el Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Valencia (IIAMA-UPV) y publicada en Science of Total Environment ha comprobado cómo el uso de este tipo de pavimentos puede reducir la contaminación por microplásticos de las aguas que se vierten sin tratamiento previo al medioambiente.

En concreto, la investigación ha concluido que el uso de pavimentos permeables puede reducir este tipo de contaminación hasta un 94 %. Esto es gracias a que, en las infraestructuras analizadas, el agua se retiene temporalmente bajo la superficie, para posteriormente ser usada, infiltrada en el suelo o descargada hacia una red de drenaje o al medio natural de forma laminada.

Diferencia entre un suelo permeable y otro que no lo es.

Diferencia entre un suelo permeable y otro que no lo es. IIAMA-UPV (Science Direct).

Los resultados fueron especialmente positivos si se tiene en cuenta la absorción de fragmentos superiores a 0,1 milímetros. Esto abre la puerta a nuevas investigaciones que logren retener residuos aún más pequeños gracias al desarrollo del diseño y de la tecnología.

¿Cuáles son las ventajas de los suelos permeables?

Tal y como explican desde la Universidad Politécnica de Valencia, los pavimentos permeables contribuyen a restituir el ciclo natural del agua, que durante las últimas décadas se ha visto afectado por el proceso de urbanización. También controlan la escorrentía, reteniendo partículas como los microplásticos, complementan la acción de los sistemas de alcantarillado y favorecen la infiltración de agua en el suelo, con lo que se recargan las aguas subterráneas.

Pavimento con opciones para la filtración.

Pavimento con opciones para la filtración. Toinane (Unsplash)

Al mismo tiempo, este suelo sirve también como soporte para la circulación de peatones y vehículos. Se trata de una solución cada vez más utilizada en las conocidas como ciudades esponja, aquellas cuyo sistema urbanístico favorece los suelos porosos, capaces de retener y filtrar el agua gracias a soluciones basadas en la naturaleza para mitigar los efectos de las inundaciones y mejorar la resiliencia urbana.

Proyectos como el Green Stormeater Infraestructure de Filadelfia (Estados Unidos) o el de CityAdapt en San Salvador (El Salvador) se suman a muchos otros iniciados en Wuhan (China), Melbourne (Australia) o Seattle (Estados Unidos), que apuestan por devolver al suelo su capacidad de absorber la lluvia.

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