Han sufrido opacidad, rechazo e incluso negación. Siendo como son aspectos innatos en el ser humano, en muchos ámbitos de la vida no se les ha prestado la atención que merecen. Hasta ahora.
No importa la nacionalidad, edad, género o puesto de trabajo. Todos, absolutamente todos, necesitamos cuidar nuestra salud mental y emocional y entender que éstas van de la mano de otras áreas de la salud como son la física, la social o la financiera. Y no se trata de una moda o tendencia.
Aunque salud mental y emocional se usan indistintamente para referirse al mismo aspecto de la salud, existen ciertas diferencias entre ellas, algunas de las cuales dejo aclaradas aquí: La salud emocional se refiere al manejo responsable de sentimientos y la capacidad de canalizarlos y darles un uso positivo. La salud mental es el equilibrio del estado psicológico, cognitivo y emocional, pudiendo así manejar diferentes situaciones, positivas o negativas, con control emocional y conductual. Personalmente considero que son conceptos interrelacionados, por lo que en adelante haré referencia a uno u otro teniéndolos en cuenta como si fueran “casi” lo mismo.
En el entorno laboral, aquél al que dedicamos 1/3 parte de nuestra vida, el impacto que nuestra organización y la forma en que trabajamos tienen en nuestra salud mental es absolutamente determinante. Porque cada uno de nosotros somos eso, uno, somos la misma persona en el trabajo y en casa, y lo que nos sucede en lo laboral nos afecta en lo personal y viceversa. De ahí que las empresas tengan la responsabilidad y el deber moral, más allá de lo legalmente exigible, de poner en marcha estrategias integradas de seguridad y salud que abarquen la prevención, la detección temprana y el apoyo a sus colaboradores.
Liderazgo Afectivo
Podemos afirmar que la salud de la empresa depende de la salud de sus personas, y bajo esta premisa aspectos como la sobrecarga de trabajo, los conflictos o la no desconexión son algunos ejemplos de amenazas para la salud mental. En este sentido, el grado de madurez de una organización podría medirse- entre otras cosas- por el estilo de liderazgo que se lleve a cabo, un liderazgo efectivo a la vez que afectivo, capaz de reconocer sus propias limitaciones, habilidades y competencias, un liderazgo capaz de hacer “examen de conciencia” y que garantice los más altos niveles de bienestar psicológico. Líderes humanistas y saludables capaces de equilibrar los intereses de la empresa, de sus empleados y sus clientes.
Creo que, las organizaciones que logran trascender a lo meramente laboral e influir positivamente en la vida de las personas que forman parte de una organización, dice mucho de sus líderes, y es una garantía de éxito a todos los niveles.
¿Qué ocurre si falla la salud mental en una organización?
Hoy día, ya no cabe ninguna duda de que un área de negocio o departamento donde se detecte un malestar psicológico- individual o generalizado- más o menos crónico y sin abordaje supone un diagnóstico nada halagüeño: esa organización está enferma. Y se arriesga a tener que asumir no sólo pérdidas económicas derivadas de absentismo, bajas laborales o falta de productividad, sino a perder un capital humano de gran valor y a ver perjudicada su imagen de marca.
Vemos así, que el impacto no es baladí porque el cuidado de la salud lleva implícitos aspectos como el rendimiento, el compromiso o la sostenibilidad del negocio, factores que impactan directamente en la competitividad de la organización. Nadie dijo que gestionar personas sea tarea fácil, pues requiere de conocimientos técnicos, pero sobre todo de habilidades que muchas personas deben aprender tales como salud laboral individual y colectiva, innovación y bienestar o inteligencia emocional. Así que, si somos capaces de identificar el problema y poner en marcha soluciones acordes al mismo, estaremos dando un primer- y gran- paso para demostrar que nuestra organización, de forma genuina, apuesta por sus personas.
Es hora de cuidarse
En realidad, lo ha sido siempre. Cuidarnos a nosotros mismos y ayudar/enseñar a los demás a cuidarse, cualquiera que sea el ámbito en el que nos desenvolvamos, debería ser una prioridad innegociable. Sentirse bien en el entorno laboral implica realizar nuestras tareas con un sentido, estar motivado, mantener buenas relaciones con los compañeros, sentirse reconocido, asumir y llevar un ritmo de trabajo adecuado, etc. Estos primeros “requisitos de bienestar y satisfacción laboral” pueden construirse de forma natural, o quizá también con la ayuda de políticas de bienestar que contribuyan a transformar la cultura de la organización si fuera necesario. Pero la empresa puede hacer mucho más por garantizar la salud mental y emocional. Es el caso de las organizaciones que cada vez más están poniendo en marcha programas específicos de apoyo al empleado- e incluso de su familia- que ofrezcan un acompañamiento personalizado y profesional en momentos de crisis o malestar psicológico (mucho más frecuentes de lo que a priori cabe pensar y que nos afectan a todos en algún momento de nuestra vida laboral y personal).
La tendencia del mundo empresarial en cuanto a la salud y bienestar desde hace unos años, me inclina a valorar positivamente los pasos dados y los logros conseguidos hasta ahora. Siempre hay alguna excepción, pero me alegra ver que la mayoría de las empresas están viendo el valor que aporta cuidar la salud y bienestar de los empleados.
Afortunadamente, cada vez nos tomamos la salud y el bienestar más en serio, y en salud mental se han dado pasos de gigante no imaginados tan sólo tres años atrás. Esto me lleva a contemplar con optimismo un futuro en el que, realmente, la salud y el bienestar sean tenidos en cuenta por todos como un valor fundamental para el éxito de cualquier proyecto empresarial, de cualquier familia y de la sociedad en general.
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