Medina Azahara: la ciudad que nació, brilló y cayó en tan solo 70 años
12 de noviembre de 2024
En la primera mitad del siglo X, el sultán Abderramán III eligió un punto situado a pocos kilómetros de la ciudad de Córdoba y a los pies de Sierra Morena para levantar la nueva sede del califato. Allí, en el suelo escalonado que une una pequeña montaña y el inicio de un gran valle, colocó la primera piedra de Medina Azahara.
La ciudad fue planificada y construida para brillar como residencia del califa y como centro de la dinastía de los Omeyas. Y lo hizo, pero durante poco tiempo: tan solo siete décadas después de su inauguración, fue saqueada y abandonada.
Los restos de la ciudad despertaron la curiosidad de los vecinos de Córdoba durante los siglos siguientes. En 1911, comenzaron unos estudios arqueológicos que continúan hoy en día y que nos permiten entender mejor cómo eran las infraestructuras en la época de esplendor de Al-Ándalus.
La construcción de la ciudad resplandeciente
Medina Azahara (la castellanización del nombre árabe Madīnat al-Zahrā, que significa “la ciudad resplandeciente”) fue concebida y planificada para mostrar una jerarquía. Por ello se ubicó en una zona escalonada y en pendiente, que permitió organizar los espacios en tres grandes partes: la primera, y la más alta, albergaba la residencia del califa; la segunda, los edificios oficiales, como la casa de los visires, las dependencias administrativas y los jardines; y la tercera, los espacios dedicados al pueblo, como las viviendas y los comercios.
Gracias a esta organización, los edificios más grandes e imponentes dominaban el valle y podían ser vistos desde lo lejos. Además, la disposición de la ciudad a los pies de la montaña y en terrazas aseguraba el abastecimiento de agua a través de sistemas hidráulicos y el transporte de materiales desde las canteras cercanas.
Restos de Medina Azahara en la actualidad. Jordi Vich Navarro (Unsplash)
La construcción de Medina Azahara comenzó en 936 y terminó pocos años después, con la construcción de una gran muralla que la aislaba y la protegía. Esta tenía forma de rectángulo con unas proporciones perfectas, lo que contrasta con la idea de calles caóticas y laberínticas que normalmente se tiene del urbanismo musulmán de aquel periodo.
En el año 945, la corte del sultán se trasladó a esta ciudad de la sierra, dando pie a la construcción de una importante red de comunicaciones de la que se conservan restos de algunas calzadas y puentes.
De la mezquita al Salón Rico
Tal y como señalan desde la UNESCO, las ruinas de Medina Azahara nos hablan de una ciudad con numerosas infraestructuras, como calzadas, puentes y sistemas hidráulicos. Los edificios más relevantes eran de mármol y estaban muy ornamentados, con decoraciones labradas a trépano y motivos tanto religiosos como inspirados en el mundo natural.
Fachada de la vivienda del yafar. Wikimedia Commons.
Al igual que otras ciudades musulmanas de la época, Medina Azahara contaba con una mezquita, baños públicos, varios jardines y edificios destinados a actividades administrativas y militares. Tanto por su valor político como artístico, el eje central de toda la urbe era el Salón de Abderramán III, también conocido como Salón Rico.
Este salón con varias naves era el edificio en el que el califa recibía a las personalidades que acudían a reunirse con él. Para llegar hasta allí, debían cruzar toda la ciudad, pasar por inmensos jardines repletos de fuentes y – tal y como se narra en registros de aquella época – esperar largas horas en espacios adyacentes hasta que el sultán les daba acceso al salón del trono.
Imagen del interior del Salón Rico, cuyas columnas y arcos de herradura son similares a los de la mezquita de Córdoba. Wikimedia Commons.
El Salón Rico, uno de los espacios que mejor se conserva de toda la ciudad y que está siendo restaurado para recuperar su aspecto original, ha inspirado numerosas leyendas. Una de ellas tiene como protagonista un estanque de mercurio. La historia cuenta que el sultán, después de construir este majestuoso salón cuya belleza asombraba a sus visitantes, quiso añadir un elemento sorpresivo más.
Ubicó en el centro de la sala un estanque lleno de mercurio que, al moverse, reflejaba la luz e iluminaba los techos y las paredes, de forma que parecía que toda la estancia se movía. La leyenda cuenta que las personas que veían este espectáculo en el impresionante Salón Rico terminaban todavía más convencidas del poder del sultán y de su estatus en la tierra.
El rápido final de Medina Azahara
Las inscripciones que se conservan en el Salón Rico sugieren que este fue construido en tan solo cuatro años. La ciudad entera se levantó en apenas una década, lo que supuso un gran uso de medios y recursos. Y, sin embargo, estuvo en pie poco más de 70 años.
La decadencia de Medina Azahara comenzó a finales del siglo X, coincidiendo con la quiebra del estado califal y con años de confrontaciones, conflictos y discrepancias políticas. La ciudad fue destruida y abandonada, y comenzaron largos siglos de saqueos por parte tanto de enemigos de los Omeya como de los ciudadanos de las localidades vecinas, que acudían a por objetos valiosos y materiales para levantar sus propias construcciones.
Imagen de los años de las primeras excavaciones arqueológicas en Medina Azahara en el siglo XX. Wikimedia Commons.
Hoy se ha excavado una pequeña parte del total de Medina Azahara, y se está prestando especial atención a la restauración del Salón Rico, un edificio que desvela y muestra la riqueza de los métodos constructivos del mundo Omeya.
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