Hace algunas semanas tuve la oportunidad de asistir a una conferencia del autor Ken Follet en el Museo Victoria and Albert en Londres. Al comienzo de la clase magistral el autor galés proyectó una muy interesante ilustración del manuscrito “The Bedford Hours” escrito en el siglo XV y que constituye uno de los más importantes tesoros de la Biblioteca Británica. La imagen sintetizaba la historia del libro del Génesis sobre la Torre de Babel.
Me llamó la atención que desde lo más alto de la torre se veía caer al vacío un trabajador. Se trataba de un accidente laboral en la Edad Media que sin embargo, no era tan diferente a los se dan en nuestra industria en pleno siglo XXI. Hoy nadie cuestiona la necesidad de reducirlos a cero, pero no siempre ha sido así. El progreso acumulado a través de los siglos nos enseña que la innovación y el esfuerzo pueden cambiar nuestras vidas y mejorar la seguridad de nuestros proyectos.
Isambard Kingdom Brunel, uno de los más grandes genios británicos de la historia, fue un visionario a comienzos del siglo XIX cuando detectó que la innovación aplicada a los métodos constructivos resulta en una mejora de la productividad y permite construir de un modo mas seguro. Se dice que la inspiración para el ingenioso escudo precursor de las modernas tuneladoras le vino a su padre en 1818, al ver como el molusco bivalvo “Teredo Navalis” taladraba la madera húmeda en el astillero donde trabajaba. Aunque el invento ayudó inicialmente a proteger a los trabajadores de los derrumbes, hubo dos grandes incidentes que no solamente segaron la vida de numerosos trabajadores, sino que también hirieron de gravedad al joven Brunel. Su diseño original sería mejorado posteriormente por Peter Barlow durante la construcción del Metro de la Torre, bajo el Río Támesis, en el Londres de 1870. Probablemente la innovación más crucial del diseño de Barlow era su sección transversal circular. Este escudo y su funcionamiento son el antecesor de nuestras tuneladoras modernas, que permiten entregar proyectos extremadamente complejos con un altísimo factor de seguridad.
Otro ejemplo destacable de genialidad fue el del ingeniero civil John Roebling, famoso por su proyectos de puentes colgantes y, sobre todo, por lo que a la postre a sido su obra maestra: el puente de Brooklyn, en Nueva York. Roebling fue uno de los pioneros en el uso de cajones neumáticos, que eran hundidos bajo agua o en condiciones de presión hidrostática para ofrecer espacio seco a los trabajadores que necesitaban hacer excavaciones para establecer las bases del puente. Pese a esta innovación, trabajar en los cajones generaba complicaciones médicas entre los trabajadores al verse obligados a trabajar en entornos con grandes cambios de presión de manera continua. Su propio hijo, Washington, fue uno de los muchos que acabo gravemente enfermo debido a lo que entonces se llamaba la “enfermedad del cajón”. Numerosos trabajadores perdieron su vida: solamente en el Puente de Brooklyn, fallecieron 27 personas directamente como consecuencia de accidentes de obra.
El Canal de Panamá es otro ejemplo de una infraestructura que ha transformado el transporte a nivel mundial. No obstante es mucho menos conocido el terrible precio en términos de vidas humanas que supuso el proyecto. El concepto del canal ya había sido explorado a comienzos del siglo XVI por el conquistador español Vasco Núñez de Balboa. El primer intento real de construir un canal fue planteado por Ferdinand de Lesseps en 1880. Los trabajos liderados por Lesseps fueron abandonados tras trece años en los que casi 22.000 trabajadores fallecieron a causa de corrimientos de tierras y enfermedades tropicales como la malaria o la fiebre amarilla.
En junio de 1902, el Senado de Estados Unidos votó a favor de tomar el relevo de los franceses al frente del proyecto. John Stevens, Ingeniero Jefe desde 1905, argumentó en contra de que el canal se realizase al nivel del mar según la propuesta francesa. Stevens convenció al presidente Theodore Roosevelt de la necesidad de construir un canal con presas y niveles. Lo primero que hizo el nuevo responsable del proyecto fue construir alojamientos en condiciones para los trabajadores del canal, así como supervisar los programas de control de mosquitos. Todas estas iniciativas, ejecutadas antes incluso de que comenzase la nueva fase de construcción, eliminaron los problemas de malaria y fiebre amarilla.
Con las enfermedades bajo control, y tras un significativo trabajo de planificación y preparación de la infraestructura (lo que hoy llamamos “movilización”), la construcción empezó de nuevo. Los estadounidenses reemplazaron gradualmente el viejo equipamiento francés con maquinaria más adecuada y más segura para un trabajo de semejante escala. El canal fue abierto al trafico formalmente el 15 de agosto de 1914, dos años antes de la fecha anunciada. Los avances higiénicos redujeron el número de muertos durante la fase de construcción coordinada por los estadounidenses, aunque igualmente se registraron miles de fallecimientos (alrededor de 6.000). El total de bajas mortales al final de la construcción de aquella primera fase del canal llegó a las 27.000.
Tenemos otras excepcionales fuentes de inspiración sobre cómo una intervención proactiva e inteligente puede conseguir que mejore la seguridad de los proyectos. El nivel de reducción de los accidentes en las carreteras de Europa es una de ellas. Aunque el volumen de tráfico se multiplicó por tres desde 1970, el número de muertes ha caído un 48% desde entonces. Aún así, los accidentes de tráfico en la Unión Europea se cobran anualmente la vida de 40.000 personas con un impacto económico del 2% del PIB comunitario. Esta reducción a la mitad en cuatro décadas es debida a la actuación coordinada en tres frentes: mejores conductores, coches mas seguros y carreteras mejor diseñadas.
Un buen ejemplo de cómo se puede hacer más segura una carretera gracias a la innovación y al diseño de calidad lo tenemos algunas de las autopistas de nueva generación que Ferrovial Agroman ha construido en los últimos años. Especialmente relevante es el caso de la 407 ETR de Toronto, donde a pesar que se contabilizan diariamente mas de 400.000 desplazamientos, el ratio de accidentes es un 50% inferior al resto de la red de autopistas en la provincia de Ontario. Esta reducción en la siniestralidad es en gran medida posible gracias a la introducción de innovaciones como la tecnología de identificación de matriculas que permite la circulación en régimen free flow o la aplicación de modernos parámetros de diseño.
Estos casos de éxito, pese a las dificultades y los retrocesos, nos demuestran que la mejora permanente a través de medidas innovadoras (como el escudo de Brunel o los cajones Roebing), planificación inteligente (como la de Stevens en el Canal de Panamá) y el diseño innovador (reducción de accidentes de carretera en la 407 ETR), es posible.
Destacables ingenieros y proyectos del pasado nos han mostrado que no hay límites para la mejora, el conocimiento y la innovación. En tiempos de recesión económica , los primeros aspectos que muchas empresas ajustan son la inversión en formación y la seguridad. Esa claramente no es la respuesta. El reto de futuro para nuestras empresas es aprovechar la crisis como motor para el cambio, invirtiendo y apostando en la formación de nuestros mejores profesionales, el reclutamiento de jóvenes talentos y la puesta en marcha de nuevas iniciativas que mejoren el modo en el que se ejecutan nuestros proyectos.
La innovación aplicada a todas las fases del desarrollo de un proyecto, la planificación y la estandarización de procesos es fundamental para mejorar los estándares de seguridad y medioambiente. La necesidad de motivar a todas las personas involucradas a través de programas de mejora de los comportamientos, la concienciación y las actitudes, es de importancia capital. El ethos que buscamos supone un cambio desde la actitud de “tener que trabajar de modo seguro” al de “querer trabajar seguro”.
A través de la difusión del conocimiento, las formación, las políticas de innovación y los avances tecnológicos, el objetivo de alcanzar un entorno libre de accidentes será, tal y como nos enseña la Historia, una realidad cada vez más cercana.
Imagen de –TICO– | Flickr
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