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Innovación

Smart cities: construyendo desde las bases

19 de febrero de 2014

Si nos centramos en la socialización como punto de partida del diseño y en los ciudadanos de a pie como fuente de innovación, ¿cómo creamos una ciudad más inteligente empezando desde las bases? Un comienzo idóneo pasa por apoyarse en el creciente auge de pequeños artefactos inteligentes que utilizamos diariamente para que, por medio de los mismos, las personas sean parte del funcionamiento de sus ciudades, actuando como sensores para no basarnos simplemente en los sistemas formales que se integran en las infraestructuras.

La función de tráfico de Google Maps es un buen ejemplo. En vez de construir un costoso circuito  de sofisticados vehículos que pasan por las carreteras, Google constantemente elige una gran red de voluntarios anónimos cuyos aparatos móviles reportan sus posiciones minuto a minuto, lo que revela por dónde circula correctamente el tráfico, por dónde va lento o si está quieto. Esta información es enviada a los conductores por medio de aplicaciones para móviles  en forma de mapas en distintas formas – rutas coloreadas del flujo de tráfico, tiempos estimados de conducción u opciones para utilizar rutas alternativas.

Estos datos tan útiles permiten a los usuarios observar la red de circulación de una ciudad en tiempo real y comprender el cambio constante del tiempo para llegar de un punto A al punto B. Aunque Google ciertamente no es una red de ayuda comunitaria, este ejemplo nos demuestra cómo esta transmisión de información puede tener un enorme impacto en el manejo de una infraestructura urbana. Este escenario también muestra cómo las ciudades inteligentes pueden ser sociables y más eficientes al mismo tiempo, sin imponer un orden jerárquico. Esto significa que tú eliges la mejor ruta basándote en las observaciones de otras personas en vez de ser dirigido por ingenieros de tráfico.

Las aplicaciones de Google despliegan una larga selección de aparatos tecnológicos enfocados al consumidor. Sin embargo, un acercamiento desde la experiencia de las bases también puede proveer un despliegue de nuevos sensores que miden y registren datos sobre las distintas actividades que realiza la gente, sus movimientos, lo que les rodea y su salud.

En 2009, París tenía poco menos de una docena de estaciones que monitorizaban el ozono y para expandir esta recolección de datos oficiales, el proyecto Green Watch, supervisado por el think tank Fing, distribuyeron doscientos dispositivos inteligentes a los parisinos. Los dispositivos recogían los niveles de ozono y ruido al mismo tiempo que las personas hacían su vida normal y las mediciones eran compartidas públicamente a través del motor de ubicación de Citypulse.

En la primera prueba más de 130.000 mediciones fueron tomadas en un único distrito de la ciudad. El experimento mostró cómo una red de muestreo entre la gente puede ser empleada instantáneamente, a un costo increíblemente menor que el que supondría actualizar las ya caducas estaciones de nuestras ciudades creadas para estos fines. Además, el proyecto también mostró la forma en que los ciudadanos pueden involucrarse ampliamente en monitorizaciones ambientales y regulación. Esto proceso se facilita si los sensores se incluyen en objetos prácticos como los teléfonos, los vehículos o la vestimenta.

Los enfoques que apuntan a las bases también están realzando la sociabilidad de las ciudades para cambiar patrones de actividad. Como muestra el boom de popularidad de sitios de compras como Groupon y LivingSocial, conectar negocios locales con los residentes de una ciudad a través de redes sociales es un poderoso catalizador para la acción. Asimismo, estas nuevas maneras de conectar las ciudades pueden crear lazos de encuentro que resisten al paso del tiempo.

La red social de Foursquare también puede convertirse en una clase de juego para móvil. Ésta reconoce al cliente que más frecuenta un café, bar o restaurante como el «Alcalde» del lugar, una referencia a los personajes descritos en 1961 por la urbanista Jane Jacobs en el libro Muerte y Vida de las Grandes Ciudades Americanas. Los ‘‘Alcaldes’’ de Foursquare nos recuerdan que incluso las ciudades digitales más inteligentes emanan vida porque están llenas de personas interesantes y accesibles.

Otra forma de incluir a los ciudadanos en este proceso es dotar a los edificios, plazas e incluso esculturas de sensores y operadores. Estos instrumentos harán capaces a las personas que pasan por ahí de alterar el comportamiento de las ciudades. Por ejemplo, el Pabellón Digital del Agua en Zaragoza (España) es una escultura abierta al público cuyas paredes están creadas por cascadas de agua que pueden realizar patrones y reaccionan ante las personas. Es así que mientras las personas caminan en dicho espacio, los chorros de agua se encienden y se apagan, permitiendo que los caminantes no se mojen al pasar.

Este mundo programable se extenderá más allá de la ciudades físicas. Hoy en día muchas municipalidades poseen números de teléfono especiales que dan a los ciudadanos rápido acceso a información oficial sobre la ciudad y sus servicios, así como la oportunidad de enviar comentarios o sugerencias sobre cualquier aspecto. Estos sistemas evolucionarán hasta convertirse en una especie de nodo digital a través del cual los ciudadanos se podrán ayudar mutuamente. Será importante explicar, eso sí, que esta cooperacion social no supone que las Administraciones se alejen de sus obligaciones. Al contrario: estas fórmulas ayudan a que las incidencias que no suponen una emergencia también puedan ser atendidas por la comunidad si esto resulta más apropiado.

Las interfaces de ordenadores más amigables permitirán que personas menos hábiles con las nuevas tecnologías puedan participar en estas nuevas fórmulas de la vida cívica. Aunque las interfaces gestuales que reconocen caras individuales son nuevas, el Instituto de Tecnologías Creativas de la University of Southern California ha desarrollado un control gestual para Gmail que, si se combina con los protocolos de síntesis y reconocimiento de voz, puede permitir que personas analfabetas, mayores o discapacitadas usen su e-mail y exploren internet con normalidad. Mientras estas tecnologías se propagan por los cibercafés de las comunidades más necesitadas, como los 600 Pontos de Culura de las favelas de Brasil, seremos testigos del surgimiento de un movimiento urbano de servicios inteligentes más inclusivos.

Parte de lo que hace de una ciudad una ciudad inteligente, es su sistema de pesos y contrapesos, y las ciudades conectadas están cambiando las forma en la que los ciudadanos monitorean el gobierno local. Sitios de noticias online como EveryBlock combinan contenido web y datos públicos sobre calles individuales, cubren eventos locales y monitorean al gobierno local mucho más profundamente que muchos periódicos y canales de televisión tradicionales.

Páginas web como Oakland Crimespoting (en California) permiten a los residentes analizar y crear mapas interactivos de datos de crimen usando información de tiempo real generada a través de medios sociales y bases de datos del gobierno. Sistemas de información de crímenes equiparables al CompStat de la ciudad de Nueva York han permitido crear a los departamentos de policía detallados mapas de criminalidad  pero un mejor acceso a los datos de crímenes hará que los ciudadanos tengan el poder de analizar políticas específicas y la seguridad pública, quizá llevando a tomar diferentes medidas políticas.

La creación de una ciudad de los pies a la cabeza es un trabajo en continuo proceso, y su flexibilidad orgánica representa la mayor debilidad. Pero, como laboratorios cívicos para la innovación urbana, estos lugares que parecen caóticos se están volviendo parte de un movimiento global. Para lograr un progreso rápido, necesitamos construir mecanismos para revisar, evaluar e intercambiar buenas ideas – maneras para expandir los mejores métodos para la financiación colectiva (crowdsourcing) de servicios públicos o desarrollar el concepto de los ciudadanos como sensores, justo como en el pasado hemos propagado ideas como el carril rápido del bus o compartir bicicletas.

P.D. (por Ferrovial)

Todos estos casos ejemplifican cómo los ciudadanos pueden participar en el ciclo urbano. Las ciudades inteligentes serán una extensión de los ciudadanos, cuya participación como sensores permitirá una cadena de retroalimentación entre las personas, sus acciones y su localidad. Un proyecto que empuja en esta dirección es el Cities Open Challenge que promueven Ferrovial y Citymart. Esta iniciativa busca que los emprendedores puedan desarrollar soluciones tecnológicas innovadoras que contribuyan a mejorar los servicios urbanos. Al dar poder a las personas para idear fórmulas de convivencia más inteligentes, hacemos que la comunidad sea más inteligente en su conjunt, lo que acabará mejorando nuestras ciudades.

Este post es una adaptación de un artículo escrito por Carlo Ratti y publicado en Scientific American.

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