Acorde con la estrategia de Ferrovial de desarrollar Infraestructuras Inteligentes, el programa «Infraestructuras Sociales» engloba proyectos de cooperación en el ámbito del acceso al agua potable y el saneamiento básico, a través de los cuales afirmamos nuestro papel de actores de desarrollo, superando el tradicional rol de mero financiador y proporcionando fondos, asistencia técnica, tecnología y, además, participación de especialistas en el desarrollo de los proyectos. De esta forma, acabamos implicando de manera transversal a la empresa para así cumplir con un programa de acción social que entendemos como estratégico.
«Infraestructuras Sociales» nació en 2011, después de tres años de trabajo en el ámbito de la construcción de infraestructuras de agua y saneamiento en Tanzania. Estas acciones se canalizaron a través del proyecto «Maji Ni Uhai», contando actualmente con ocho proyectos en Tanzania, Perú, Etiopía, Colombia y Haití, unos ya terminados y otros en desarrollo. Este programa es un modelo innovador de Alianza Público Privada para el Desarrollo, reconocido por múltiples premios.
EN PLENA JUNGLA Y A OCHO MIL KILÓMETROS DE CASA
-«Patrón, ¿de dónde dice usted que viene?.
– De España.
– ¿Y por qué en España quieren traer agua a Pacurita?».
Y es ahí donde uno echa la vista atrás y se pregunta: ¿qué hacemos a más de ocho mil kilómetros de distancia, en plena jungla, coordinando a más de 25 personas de 10 organizaciones distintas, en dos países, construyendo un sistema de abastecimiento y tratamiento de agua de un corregimiento con 1.300 personas?
Esta pregunta, en vez de hacérmela Uriel (un trabajador que haría enrojecer con su implicación, eficiencia y sacrificio a más de un estereotipado trabajador alemán), me la podría haber hecho yo a lo largo de mi ya larga vida profesional, en otros proyectos y otros países, pero aquí adquiere un sentido especial, no tanto por el proyecto realizado (un simple sistema de agua), sino por la inmensa riqueza y variedad de actores que han participado en él, demostrando que no hay fronteras ni diferencias culturales que impidan conseguir un objetivo cuando todas las partes trabajan a una.
Todo empieza en septiembre de 2012, cuando terminamos el análisis y evaluación de 41 proyectos presentados a la II Convocatoria del Programa de Infraestructuras Sociales, un programa con el objetivo de llevar agua para consumo humano a aquellas poblaciones con esta necesidad en América Latina y África. Uno de los dos proyectos seleccionados en esa edición se titulaba «Optimización y potabilización del sistema de acueducto del Corregimiento de Pacurita, en el Municipio de Quibdó, Departamento del Chocó, Colombia», presentado por la ONG «Ayuda en Acción«. Nos llamó la atención su magnífica formulación técnica, así como la gran variedad de actores que en él participaban, lo cual atisbaba, sin embargo, un gran trabajo extra en la coordinación del mismo, pero al mismo tiempo le dotaba de un añadido de sostenibilidad institucional y social.
Pero, ¿qué es Pacurita? Es un pequeño corregimiento (menos que un municipio) a pocos kilómetros de Quibdó, la capital del Chocó colombiano. Está formado al 100% por «afrodescendientes» (como el 85% de Chocó) provenientes de los antiguos esclavos que fueron traídos por los españoles desde África para trabajar en las plantaciones y en las minas de oro. La vida del corregimiento gira en torno a un río que está contaminado por la actividad minera ilegal que vierte mercurio al mismo. Pero no siempre fue así, hubo un tiempo en el que a sus habitantes les llegaba agua de la montaña a través de un acueducto que ellos mismos impulsaron, pero que el paso del tiempo ha deteriorado. Por ello, los pobladores se han visto obligados a volver al río, como hacían sus antepasados, cuando los primeros vecinos se instalaron dando origen al pueblo, hace ya más de 60 años.
En este corregimiento viven unas 1.000 personas, en 150 casas, y hay unos 200 o 300 habitantes esporádicos. Su situación no es de extrema pobreza, pero sí de una acusada pobreza relativa (los ingresos promedio son de 2,5 €/día por familia y su Índice de Desarrollo Humano está por debajo de muchos países africanos). «África en América Latina», dicen los colombianos. Entre sus habitantes, destacan unos 200 niños, la mitad de los cuales sufren alguna enfermedad derivada del consumo de agua no tratada.
Como bien dice la Señora Bárbara, Coordinadora de Pies Descalzos en Quibdó «los niños nos dieron muchas ideas, ellos fueron protagonistas, porque no lo hacíamos solos, sino que ellos participaban. Lo hacíamos con ellos pues la única manera de que en Pacurita haya un cambio de mentalidad, es trabajar con los jóvenes y los niños que están estudiando y hay que juntarlos con los mayores para que éstos aprendan de ellos».
Así, una vez «enganchados» a esta comunidad, comenzamos a trabajar con Ayuda en Acción España en la planificación del proyecto, el cual debía de tener en cuenta un sinfín de relaciones cruzadas, de cuyo éxito parcial dependía el total. Empezamos por sacar a licitación pública la contratación de la empresa ejecutora de la obra; posteriormente hubo que implicar a la ONG Pies Descalzos para que llevase la parte social y a la empresa Aguas del Atrato para que se encargase del mantenimiento del sistema. También hubo que sumar los recursos de la Alcaldía para dotar de presupuesto la ejecución del saneamiento y apoyar la construcción de las acometidas domiciliarias. Y, finalmente se animó a la Comunidad, para que aportasen mano de obra no cualificada y se implicasen en la gestión del agua.
Tras esto, hubo que coordinar la selección de voluntarios de Ferrovial en dos tandas, una primera para revisión del expediente técnico y preparación del proceso de ejecución de obra y otra para el seguimiento y chequeo del sistema. Como resultado de este proceso, tuvimos el acierto de encontrar a seis personas con un altísimo nivel de implicación y motivación por hacer de este proyecto un éxito: Julián, Pedro, Lorena, Carlos, Fernando y Ana. Y así seguimos, con mil vicisitudes, chocando contra roca en las zanja donde debíamos enterrar la tubería, abriendo caminos por lugares inaccesibles por los que subir los depósitos, aguantando lluvia en forma de cortinas de agua… pero también disfrutando de los niños del corregimiento, escuchando historias del lugar, admirando un paisaje maravilloso, bañándonos en el río, comiendo frutos exóticos y sintiendo la alegría de ver manar un grifo.
Una vez que el agua manó, y manó buena, uno piensa en todo lo conseguido gracias al esfuerzo de muchas personas. Y piensas en Jessica, en la Sra. Bárbara, en Juandecha, en Zulia, en el Sr. Félix, en Uriel, en Lorena, en Carlos, Ana y Fernando, en Julián y Pedro, en Paola, en María Isabel, en Adriana y Gabriel, en Iván y Sofía, en Armando, Nancy, Juan, Jesús, Sara, Patricia, Marta y Jorge y en Fernanda, todos ellos aportando lo mejor de sí.
Piensas también en los resultados que se ven y en los que sólo se sienten, porque no todo son coliformes, EDAS, m3 o pulgadas, sino que otros resultados también hemos conseguido:
- Mayor confianza de la ciudadanía en su alcaldía al ser el primer proyecto realizado en colaboración con una empresa extranjera, que además tiene éxito y, para más inri es transparente y limpio;
- Mejora de los procesos municipales («había procedimientos que existían, pero no se sabían hacer y este proyecto nos ha ayudado a ponerlos en marcha», Beatriz, Funcionaria de la Alcaldía);
- Experiencia profesional compartida («independiente de la experiencia es un intercambio cultural y a nivel técnico. Aprendemos mucho los unos de los otros y técnicamente nos damos cuenta de que la ingeniería es una sola, lo que cambia es el lenguaje, pero la síntesis de la ingeniera es una sola», Juan, Ingeniero e Interventor del Proyecto por la Alcaldía);
- Mantenimiento de medios de vida sostenibles («el acueducto es lo que necesitábamos porque el campesino vive del río y esto hará que no se abandone el corregimiento», Rubiela, Líder Comunitario);
- Motivación («ha sido sin duda una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido en mi carrera profesional. Es una oportunidad para aprender enseñando, para compartir conocimientos, conocer nuevos compañeros, darse cuenta de que la realidad de las personas es muy diferente dependiendo de donde vivan. Mi balance final es que los que más nos beneficiamos de los programas de voluntariado somos los propios voluntarios, más incluso que la propia compañía y las comunidades y ONGs a las que vamos a prestar nuestros servicios», Julián, Voluntario).
Y visto todo lo anterior, y respondiendo a Uriel… ¿importa el por qué?
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