¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, ni tampoco es Superman. Es un dron y ha llegado para quedarse. Las naves no tripuladas ya no son algo del futuro. Forman parte de un presente en el que se han hecho famosas por repartir paquetes y espiar a los vecinos, pero en el que ofrecen mucho más que eso.
Los drones y el medio ambiente. ¿Qué tienen en común?
Las posibles aplicaciones de esta tecnología son muchas y, cada día, surgen nuevas ideas para el futuro. Pero aquí no vamos a hablar de que podría ser un dron el que te traiga tu pizza de pepperoni en 2021. Vamos a dejar las predicciones a un lado y comprobar qué están haciendo ya los drones por nuestro mundo. Qué son capaces de hacer para salvarlo.
Los pulmones del planeta
Cada año, la industria, la agricultura, la urbanización y la minería acaban con más de 26.000 millones de árboles, según datos de American Geophisical Union. La creciente deforestación está relacionada con plagas, hambrunas y crisis, y afecta directamente a muchos de los recursos del ser humano.
Mientras el mundo debate cómo proteger la masa forestal de la Tierra, unos pocos se ponen manos a la obra. Lauren Fletcher, ingeniero de la NASA, ya está replantando los bosques del planeta con sus drones. El objetivo: sembrar 36.000 semillas al día en zonas de difícil acceso en las que los métodos tradicionales no funcionan.
Su compañía, BioCarbon Engeneering, ha desarrollado un sistema que analiza datos cartográficos en 3D en tiempo real y que, de forma automática, pilota un ejército de drones cargado de semillas. Aseguran que, una vez que estén a pleno rendimiento, pueden llegar a plantar un millón de árboles al año. El equivalente a la décima parte de los bosques de España.
Precisamente en la península ibérica, los incendios devoran miles de hectáreas de bosque cada año. La prevención y la rápida actuación son claves para que no se repitan años como 2012, cuando se quemó en España un área equivalente a toda la provincia de Vizcaya. Con este objetivo, un equipo de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) ha diseñado un sistema de detección automática de incendios forestales para vigilancia con drones que está dando la vuelta al mundo.
Según explican los investigadores españoles, el sistema se basa en una serie de algoritmos que permiten la detección del fuego y el humo generado en un incendio forestal, así como el área que cubre y dirección del viento. Los algoritmos presentan una alta precisión y una baja carga computacional, lo que permite abordar el problema en tiempo real e implementarlos en sistemas autónomos, como drones.
En definitiva, un sistema de monitorización continua y de alerta temprana para hacer más efectiva la lucha contra el fuego
Estos dos proyectos en marcha nos sirven también para diferenciar, a grandes rasgos, los tipos de drones aéreos y sus diferentes usos. Mientras los de BioCarbon Engeneering son drones de los llamados multirotor, que permiten una gran precisión pero tienen, de momento, poco tiempo de autonomía. Son los drones que casi todos imaginamos, con un sistema de varios motores con hélices.
Por otra parte, los utilizados en proyectos de vigilancia suelen ser drones de ala fija, como si de pequeños aviones se tratara. Tienen más autonomía (algunos funcionan incluso con motores de combustión) pero son menos estables y precisos.
Proteger y salvar los mares
Aunque nos gusten los héroes de acción, demasiadas veces la solución a los problemas se encuentra en el aburrido trabajo de fondo. Para frenar la contaminación de nuestros mares, cada vez más drones se dedican a monitorizar zonas de riesgo y recoger datos, millones de datos.
Como no todos los drones tienen que volar —al menos, no según su definición original en inglés—, también los hay que nadan. En el puerto de Rotterdam, en Holanda, dos nuevos prototipos de naves no tripuladas surcan las aguas desde el mes de septiembre. El AquasmartXL vigila sin descanso que todo discurra con normalidad mientras el Waste Shark recoge residuos de la superficie, evitando que salgan a mar abierto o atasquen los colectores del puerto.
Sin llegar al nivel del pionero puerto holandés, en España algunas compañías ofrecen ya monitorización en tiempo real de los depósitos de combustible de las dársenas. Mediante drones (estos sí, voladores) equipados con cámaras de infrarrojos, se controlan fugas y emisiones de gas y derivados del petróleo.
Además, en Murcia, una escuadra de drones vigila desde el mes pasado los posibles cambios de coloración del Mar Menor. Aunque, en este caso, no hayan podido mejorar la situación de la albufera más maltratada del Mediterráneo español, el equipo de control asegura que los drones ayudarán a que, al menos, no empeore.
Pastores de vida salvaje
Los rebaños, manadas, jaurías y demás grupos de animales tienen en los drones un nuevo aliado. En el futuro, las naves no tripuladas controlarán también muchas de las poblaciones salvajes que habitan la Tierra.
En el presente, sin embargo, existen pocos proyectos en funcionamiento. Uno de los más interesantes se desarrolla en Kenia. Se trata del Mara Elephant Project y se basa en algo aparentemente sencillo: el ruido de los rotores de los drones asusta a los elefantes.
Así, un ejército de drones ayuda a los pocos vigilantes ambientales a proteger las manadas de los cazadores furtivos en busca de marfil. Cuando se detecta —por las cámaras de los drones u otro método— que se acerca un grupo de cazadores, los vehículos aéreos acuden para espantar los elefantes en la dirección correcta. Y de paso salvar sus vidas y sus colmillos.
Entre los proyectos en desarrollo, destaca también uno que busca proteger uno de los iconos animales de la Península: el lince ibérico. Desde hace casi un año, dos compañías trabajan con la Junta de Andalucía en el desarrollo de un dron que permita el seguimiento efectivo de los collares de radiofrecuencia que llevan muchos de estos felinos. Hoy por hoy, el seguimiento se hace de forma manual y necesita la intervención de un operario humano que en demasiadas ocasiones no puede acceder a terrenos de orografía complicada.
Testigos del cambio climático
Hasta ahora, hemos visto aplicaciones de drones para salvaguardar componentes concretos del ecosistema planetario, como los bosques, las aguas o las especies. Pero si hablamos de medio ambiente, hay dos palabras que resuenan con más fuerza que el resto: cambio climático.
La investigación del clima es, probablemente, uno de los sectores civiles pioneros en el uso de drones. Ya a finales de los 90, algunas universidades americanas usaban naves no tripuladas para medir la evolución de los hielos del Ártico allí donde no podían llegar los seres humanos.
Aunque parezca que no ha pasado tanto tiempo, los drones, y sus capacidades, han mejorado mucho desde entonces. Más pequeños, más autónomos y más baratos, estas naves son hoy compañeras inseparables de las investigaciones sobre el cambio climático. Sus diferentes aplicaciones permiten desde contar poblaciones animales hasta detectar cambios en la temperatura de las aguas o medir el espesor del hielo.
Además de muchos centros de investigación sobre el clima, el departamento estadounidense de control de océanos y atmósfera, la NOAA, trabaja con drones para medir eventos atmosféricos como las tormentas tropicales o las tempestades de nieve y así poder prever su comportamiento en el futuro.
Una especie de 7.500 millones de ejemplares
Los drones tienen miles de aplicaciones a nivel ambiental que el mundo científico solo está empezando a descubrir y que, en el fondo, persiguen un único objetivo: proteger el planeta y el futuro de la especie humana.
Por eso, buena parte de los proyectos relacionados con clima y drones están relacionados con el hombre, ya sea como causa o como principal blanco de las consecuencias. El caso más paradigmático es el de Filipinas, uno de los países más afectados por el aumento de las temperaturas de los océanos, ya que sufre, de media, unos 20 tifones violentos al año.
En este archipiélago, la organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura (FAO) empezó este año a utilizar drones para reducir los daños de los desastres naturales.
Una vez más, los datos toman la palabra. Las naves no tripuladas sobrevuelan las islas estudiando el terreno y señalando las mejores zonas en las que plantar vegetación protectora, construir diques o incluso detectar los mejores lugares en los que los que levantar refugios para la población. Además, con los datos recolectados, esperan también mejorar en el uso eficiente de los acuíferos para hacer frente a las épocas de sequía.
Aunque los drones ya apareciesen en la visionaria saga de Regreso al Futuro, ni siquiera Marty McFly podía soñar con las nuevas posibilidades que traerán las naves no tripuladas. Su misión: medir, fotografiar, grabar y monitorizar los cambios de nuestro mundo. Ayudarnos a entenderlo mejor y predecir lo que está por llegar. Es ciencia, pero no ciencia ficción.
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