La capacidad de la gente de desplazarse de un lugar a otro ha cambiado radicalmente en la historia reciente. No hace mucho, viajar a un pueblo cercano podía suponer la mitad del día. Ahora, la gente puede viajar de Londres a París en una hora, de Londres a Madrid en menos de 2 horas y de Londres a Sídney ¡en un solo día! El comercio de bienes ha experimentado un crecimiento explosivo con empresas como Amazon que permiten a los clientes comprar lo que sea y recibirlo en sus casas en cuestión de semanas, días o incluso horas. Esto ha tenido un efecto tremendamente positivo para la humanidad: podemos movernos más libremente de un país a otro, probar comida de todo el mundo y así estabilizar los mercados de alimentos y formar parte de una comunidad global.
La industria del transporte debe su éxito en gran medida al descubrimiento del petróleo y la invención del motor de combustión interna en 1859, lo que ha llevado a que el 95 % de los vehículos del planeta funcionen hoy con combustibles derivados del petróleo (gasolina y diésel). Pero hay un problema con el petróleo: el precio que pagamos por él no refleja el coste real de su uso (su verdadero coste). Contaminación atmosférica, cambio climático y problemas de salud, son algunos de los costes adicionales del uso del petróleo que no se tienen en cuenta en el precio que pagamos en el surtidor. Si las petroleras costearan cualquiera de estos aspectos, como por ejemplo los problemas de salud causados por la contaminación de los vehículos, el precio final que pagamos posiblemente experimentaría un aumento. Si los tuvieran en cuenta todos (cosa que seguramente deberían hacer), podrían verse obligadas a cerrar el negocio en poco tiempo (y podría darse un aumento de la demanda de vehículos eléctricos, con efectos beneficiosos para todo el planeta).
Además hay algo fundamental que no se tiene en cuenta en un sistema de transportes basado en el petróleo: se trata de un recurso finito. Solo hay una cantidad determinada de la sustancia que podemos usar y nunca se ha extraído tanta cantidad del planeta como en la actualidad, con unos 96 millones de barriles cada día. Hicieron falta millones de años para que se acumulara, pero no nos importa consumirlo en cantidades cada vez mayores. Para usar una analogía financiera, estamos gastándonos el préstamo y no pagamos los intereses. Dicho de otro modo, estamos consumiendo el petróleo más rápido de lo que se regenera y, además, lo compramos a precios que ni siquiera cubren el daño que está causando a la salud humana y al resto del planeta.
Desafíos a la situación actual
La industria del transporte contribuye aproximadamente al 14% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, que equivalen a unas 7 Gigatoneladas (Gt). Esto está acelerando el cambio climático global y el calentamiento de nuestro planeta, lo que conlleva unas consecuencias muy graves. A esto se le añade que el uso de los combustibles derivados del petróleo en motores de combustión (95% de todos los vehículos) produce gases dañinos que perjudican la salud de la gente. En todo el mundo, alrededor de 6,5 millones de personas mueren al año de enfermedades relacionadas con la mala calidad del aire. Además, estos vehículos no ofrecen una forma de desplazarse especialmente segura: unos 125 millones de personas mueren en accidentes de tráfico cada año. Tienes diez veces más posibilidades de morir en un accidente de automóvil que en uno de avión. ¡Y cada persona pierde más de 30 horas al año en congestiones de tráfico! Eso son aproximadamente 1.800 horas a lo largo de tu vida de conductor, es decir, 75 días o 2 meses y medio, dentro del coche y avanzando a paso de tortuga.
Es justo decir que estos desafíos son importantes y que en la actualidad afectan de forma negativa a una gran cantidad de personas (aunque con cada gran desafío hay una gran oportunidad). Por fortuna, la comunidad mundial está empezando a comprenderlo y, mediante nuevas tecnologías, están haciendo algo para solucionarlo.
El futuro ya está aquí: vehículos autónomos (VA), inteligencia artificial (IA) y datos
Amey está asociándose con otras empresas para formar un consorcio (RACE, Siemens, Oxbotica y Westbourne) que aspira a entender los desafíos relativos a los vehículos autónomos, concretamente su interacción con las personas. El proyecto se llevará a cabo en un recorrido construido en el Centro Científico Culham de Oxford, en el que se supervisa a vehículos autónomos y personas para entender las interacciones que se podrán esperar cuando haya un gran volumen de vehículos autónomos en las vías públicas.
Los resultados preliminares de estudios de opinión pública y académica indican una disposición por parte de ambos grupos de respaldar los vehículos autónomos por motivos medioambientales y de seguridad. Pero, ¿qué pensarías tú al ver un coche con un conductor en el asiento delantero que no prestara atención a la vía? O algo incluso peor: ¿y si fuera dormido al volante? Creo que puedo responder a esa pregunta. Este es justo el salto de conocimiento y percepción que el proyecto intenta entender mejor, porque si se llegan a comprender los miedos de la gente a una nueva tecnología, se puede hacer algo para tranquilizarlos y facilitar todo lo posible la transición.
Combinando los vehículos autónomos y la inteligencia artificial, Amey está al frente de un proyecto llamado Artificial Intelligence Street Sweeper (AISS, máquina barredora con inteligencia artificial). El proyecto está en sus primeras fases y pondrá a prueba una máquina barredora lenta totalmente autónoma que usará inteligencia artificial (IA) para aprender de su entorno. El ensayo intentará estudiar la efectividad del vehículo para limpiar las calles, su seguridad y la percepción que el público tiene de él.
Connected Autonomous Sensing Service Delivery Vehicle (CASS-DV, vehículo de transporte autónomo conectado con sensores) es un proyecto que Amey está llevando a cabo y que emplea un vehículo equipado con sensores para determinar cómo se pueden usar los datos recopilados a través de los sensores para gestionar las infraestructuras de autovías. En un futuro en el que todos los vehículos serán autónomos y por tanto «sensorizados», habrá una recogida constante de datos de la red viaria por parte de todos los vehículos que la utilicen. La forma de gestionar y utilizar estos datos ofrecerá una gran oportunidad para que empresas como Amey y Ferrovial mejoren el sector y los servicios para los usuarios finales.
La movilidad como servicio
La movilidad como servicio (MaaS por sus siglas en inglés) es la integración de varias formas de servicios de transporte en un único servicio de movilidad accesible a demanda. Desde el punto de vista del MaaS, los vehículos son mecanismos que proporcionan transporte a las personas, aunque estas no posean su propio vehículo, y que aportan ingresos a las personas que sí los tienen. Los coches ya no serán activos utilizados exclusivamente por particulares; sino una flota compartida de vehículos disponibles en la sociedad que generarán ingresos para sus propietarios y ofrecerán transporte para los usuarios a cambio de una tarifa. Cuando los coches sean totalmente autónomos, el potencial del MaaS empieza a ser emocionante. Este concepto de MaaS puede resultar bastante abstracto si no lo habías oído antes, así que quizá este supuesto lo hará más real…
Este es el potencial del MaaS: ¿A que es emocionante? Por ahora, Amey y Ferrovial son parte del Centre for Connected and Autonomous Vehicles (CCAV,Centro de Vehículos Conectados y Autónomos), una unidad de política conjunta formada por el Departamento de Estrategia Empresarial, Energética e Industrial y el Departamento de Transporte (ambas entidades del Gobierno de Reino Unido) que define la interacción entre vehículos, infraestructuras y datos para hacer realidad los importantes beneficios económicos y sociales de estas tecnologías.
La movilidad como servicio MaaS, los vehículos autónomos AV, la inteligencia artificial AI y la electrificación de la red de transporte cambiarán las formas actuales de hacer negocios en todos los sectores en los que operamos. Es por este motivo por el que estamos dedicados a entender el efecto que este cambio va a tener en nuestros clientes, mitigando los riesgos y maximizando los beneficios. Es un momento emocionante para formar parte de Ferrovial y Amey y estamos deseando descubrir lo que nos espera en los próximos diez años…
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