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Ciudades inclusivas: la smart city adaptada a todas las capacidades

07 de mayo de 2018

El grueso de los ciudadanos nos consideramos normales porque formamos parte de la norma. Escudados en la mayoría, a menudo no tenemos presente que las ciudades han de ser diseñadas para todos, y no “solo” para la mayor parte de los ciudadanos. Ese bajo porcentaje de personas que tiene sordera de nacimiento, que no tiene la capacidad de desplazarse por sus medios o que necesita de un bastón para “ver” las calles también necesitan ciudades adaptadas para ellos.

Las smart cities son las urbes del futuro, un referente quizá utópico pero hacia el que merece la pena viajar y orientar el diseño de una ciudad. Las smart cities son, por supuesto, ciudades inclusivas adaptadas a todas las capacidades y no solo a ese 90% que conforma la norma. En este artículo repasamos algunas de las iniciativas que se toman para hacer la ciudad más transitable para todos.

Facilitar la vida a los ancianos eliminando barreras arquitectónicas

Si eres un joven sano de 35 años y lees la expresión barrera arquitectónica quizá te venga a la mente un muro, una cerca, una valla, o un foso de grandes dimensiones. En definitiva, algo que te impida el paso a ti. Sin embargo, para una persona con movilidad reducida como la mayoría de las personas mayores, tres escalones sin barandilla para agarrarse suponen una barrera arquitectónica considerable.

Una carretera sin pasos de cebra, o que disponga de este pero no incluya rampas en los accesos, también supone una barrera a quien hace uso de sillas de ruedas, sean estas motorizadas o no. Es por eso que durante los últimos años hemos visto cómo las aceras caen en pendiente suave hacia la calzada.

Al principio, el cambio de nivel era acuciado, y se hacía con un bloque a 45º que sustituía al bordillo. Más tarde empezaron a usarse rampas más largas que ocupaban parte de la acera ( e implicaban obra), y últimamente lo que se hace es enrasar la acera con la calzada, haciendo que se encuentren al mismo nivel. Esto facilita mucho tanto la movilidad peatonal como la entrega de mercancías a los negocios locales.

A la iniciativa de rebajar las aceras les acompaña otra, como es la posibilidad de cruzar las calles de un solo carril por cualquiera de sus puntos o que los vehículos no puedan acelerar por encima de los 30 km/h. Como conductores, muchas veces nos impacientamos por lo que consideramos un exceso de pasos de cebra o semáforos demasiado largos. Sin embargo, rara vez consideramos lo difícil que debe ser cruzar un semáforo siendo una persona mayor, especialmente cuando la ciudad está diseñada para el uso del vehículo privado.

paso de cebra ciudad inteligente

Fuente Pexels / Autor Kaique Rocha

Los semáforos actuales han sido calculados para que una persona que ande a un ritmo de 1,2 m/s no tenga problemas al cruzar. El inconveniente aparece cuando la velocidad media de la marcha de la ciudadanía ronda los 0,9 m/s para los varones y 0,8 m/s para las mujeres. Si hablamos de la tercera edad, cerca del 35% tienen dificultades para adaptarse a los tiempos, o para recorrer la distancia al paso de cebra.

Al verse obligados a correr (con el riesgo que supone) muchos de ellos optan por no salir de casa, convirtiéndose el semáforo en una barrera más que les disuade del uso de su ciudad y les recluye al ostracismo que solemos asignar a su edad. Esto no ocurre en los pueblos de pocos habitantes y poco tráfico rodado en los que observamos a los ancianos pasear de arriba a abajo durante todo el día.

Otra barrera es la falta de rampas, elevadores o ascensores en servicios públicos, desde edificios como ayuntamientos a servicios de movilidad como el metro o el autobús. A día de hoy, para la mayoría de ciudades españolas, andar con ayuda de un caminador, hacer uso de una silla de ruedas o pasear con un carrito infantil se convierte en una discapacidad: la de coger los autobuses en grupo. La mayoría de ellos solo admite un carrito o accesorio por autobús, de modo que una pareja de ancianos que use caminadores no podrá viajar a la vez. Es decir, junto a una arquitectura inclusiva hemos de redactar una normativa que también lo sea.

Cómo se adapta la smart city a los distintos grados de ceguera

Existe en algunas ciudades europeas una experiencia en la que se cena completamente a oscuras. No es que los comensales cierren los ojos, sino que no hay luz en este establecimiento. Supone una experiencia magnífica para darse cuenta de la impotencia que sienten las personas invidentes en nuestra sociedad, que más de una vez se encuentran con barreras a las que no pueden hacer frente sin ayuda, como una obra que les obligue a tomar un desvío largo por un camino que no conocen.

Dicho esto, hemos avanzado mucho en la adaptación de las smart cities a la ceguera, por ejemplo, añadiendo pavimento podotáctil a las aceras para delimitar su perímetro, o a los andenes de metro. La banda amarilla en la imagen de abajo, en la que se aprecia cierta rugosidad, es este tipo de pavimento, que informa al invidente (vía tacto de los pies, podo-táctil) de que hay un peligro más adelante: una carretera, una caída, etc.

pavimento podotáctil metro madrid

Fuente Wikimedia / Autor Benjamín Núñez González

En 2013, el arquitecto Chris Downey, que se había quedado ciego súbitamente en 2008, explicó a través de una charla TED las ventajas para la arquitectura cuando esta es diseñada por un invidente. Durante la ponencia, Downey aseguró que «antes de que perdiera la vista me enfocaba más en cómo se veía un espacio. Ahora pienso en cómo se sienten las texturas de los materiales, las temperaturas y la acústica. Intento diseñar con más sentidos». Las ciudades más inclusivas no son aquellas que más se adaptan a los invidentes, sino las que se dejan moldear por ellos. Las ciudades permeables.

En este sentido, plataformas públicas como las que ponen algunos ayuntamientos a disposición de sus ciudadanos son claves. En 2016 toda Europa se hizo eco de la reforma de la Plaza de España de Madrid, un proyecto que empezó como una demanda de la ciudadanía unos años antes al que el ayuntamiento dio el visto bueno gracias a una de estas plataformas.

La inversión privada también cuenta, y suele solucionar problemas técnicos. Hace unos años, Waydinfr, desarrolló un hardware y software que ayudaba a los invidentes a moverse por el interior de los edificios y sistemas como el Metro de Londres. Soportado por un sistema de balizas con conexión Bluetooth, y funcionando a través de una aplicación, esta guia paso a paso a los invidentes por el interior de las instalaciones:


Las smart cities inclusivas requieren de herramientas como estas, que hacen independientes a las personas ahora dependientes de otras. Se espera que sistemas de balizamiento Bluetooth como este llenen los núcleos urbanos de las ciudades en unos años, y quizá para 2020-2025 ningún ciego requiera de compañía de un vidente que le ayude a cruzar su ciudad.

Los eventos sociales se abren a las personas con sordera

Las personas con ceguera, paradójicamente, son más visibles que las que tienen algún problema de audición, conjunto del que destacan las personas sordas. El ciego hace uso de gafas oscuras, bastón, perro, o va del brazo de un guía. El sordo queda oculto en la normalidad con la que hablábamos en el artículo, invisibles a plena vista, y es cuando tratan de interactuar con el entorno que aparece la barrera.

Por eso, cuando surgieron sistemas como los bucles magnéticos en las smart cities, nos llevamos una sorpresa agradable. Estos bucles, llamados también lazos de inducción, son un invento que permite escuchar con alta definición a personas con problemas de audición, e incluso a personas sordas adaptadas con implantes cocleares.

El bucle magnético es una tecnología que hace uso de campos magnéticos emitidos por una fuente para funcionar. Algo así como un altavoz que, en lugar de ondas de presión en el aire, genere ondas de campos magnéticos. Cuando llega al receptor colocado en la prótesis auditiva (auriculares, audífonos, implantes cocleares, etc) genera un sonido o una vibración en el oído de la persona.

En la imagen de arriba puede verse su logo en una línea de caja, pero también lo encontramos en la Administración Pública, en museos, cines, eventos deportivos, etc. Según la Confederación Estatal de Personas Sordas, el 2,3% de la población tiene algún tipo de discapacidad auditiva, cifra que crece a medida que la población envejece.

Aunque sea por egoísmo, necesitamos adaptar las ciudades a los “futuros nuevos sordos”, y lo mismo aplica a la discapacidad visual, frecuente en personas de edad avanzada, o la falta de movilidad. Incluso aquellas personas sin problemas de salud ni una falta de capacidad destacable en el presente, acumulará años con el tiempo. Y de esa no se salva nadie.

Los asmáticos, nuevos invisibles ante la contaminación

En los últimos años está surgiendo una nueva invisibilidad de cara a las grandes ciudades: las personas asmáticas que no pueden hacer uso del espacio público debido a la alta contaminación; o que tienen que recurrir a fármacos durante todo el año para llevar una vida normal.

Se estima que el 10% de los adultos que desarrollan asma se debe a la contaminación de las ciudades; y se sabe que el asma empeora cuando mayor volumen de partículas por millón hay dispersas en la atmósfera. CO, CO2, NOx, CH4, O3… La movilidad y la climatización de las ciudades siguen liberando demasiadas partículas al ambiente, que luego respiramos los ciudadanos.

asmáticos discapacidad en ciudades

Fuente Flickr / Autor Esparta Palma

Dado que el asma es un incapacitante, se puede hablar de discapacidad debida a la contaminación: el no poder hacer deporte como otra persona, o el no poder disfrutar del sentido del olfato, son algunas de sus consecuencias menos graves. Por estas y otras razones, necesitamos smart cities cuya inclusividad valore cielos más limpios que los actuales.

Señalética clara para personas con baja capacidad intelectual

Más conocida, aunque a menudo ignorada, se encuentra la discapacidad intelectual, que puede hacer que las personas que la padecen tengan problemas de comunicación y entendimiento. Si a ello sumamos entornos poco cuidados en los que la señalética es confusa o hace uso masivo de texto, tenemos personas incomunicadas y confusas. Aisladas en la multitud, infoxicadas (intoxicación por información).

Quizá heredado de un lenguaje basado en el smartphone, las ciudades hacen cada vez más uso de pictogramas a la hora de guiar a los ciudadanos, eliminando de una tacada la barrera del lenguaje para turistas, personas con dislexia, y personas con baja capacidad intelectual. Algo tan sencillo como una flecha direccional pintada en el suelo sustituye a un cartel en que se lea «Circule por la derecha»:

capacidades mentales iconos en ciudades

Fuente Pixabay / Autor 8016072

Las señales de tráfico están optimizadas para evitar confusiones durante la conducción, pero la señalética urbana todavía tiene que avanzar en este sentido. Un ejemplo claro son los hospitales, en los que grandes conjuntos de carteles de letra no demasiado grande indica especialidades médicas que pueden ser acompañadas de distintos iconos para simplificar su mensaje, del mismo modo en que usamos los iconos de varón y mujer en los baños.

Sin una crítica constructiva al modo en que diseñamos las ciudades estas pierden el adjetivo de inteligente, y esto implica diseñarlas orientadas a todas las capacidades. Sin esto, las smart cities se convierten en dumb cities.

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