La economía circular en construcción no solo es posible: es necesaria
23 de octubre de 2018
La economía circular es, según la Fundación para la Economía Circular, “un concepto económico […] cuyo objetivo es que el valor de los productos, los materiales y los recursos se mantenga en la economía durante el mayor tiempo posible, y que se reduzca al mínimo la generación de residuos”.
A la hora de implementar la economía circular se busca que el modelo actual —lineal— “cierre el ciclo de la vida” de los productos, los servicios, los residuos, los materiales, el agua y la energía. De este modo se potencia la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente.
¿Cómo pasar de un modelo lineal a un modelo circular?
El modelo lineal que usa la economía tradicional —extracción, fabricación, utilización y eliminación (a menudo en vertederos)— ha alcanzado sus límites. El consumo cortoplacista y la «filosofía de usar y tirar» está llevando al planeta a una situación que sabemos insostenible.
El informe Linear Risk de 2018, publicado por el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible, menciona de manera específica los riesgos para el medio ambiente y para las personas de seguir con un sistema así en lugar de un modelo orientado a ciclos naturales y enfocado al largo plazo.
El modelo circular que propone la economía del mismo nombre busca construir un sistema cerrado y estable que optimice los flujos de materiales, el uso del agua, o de la energía; así como que minimice los residuos. En otras palabras, copiar en la medida de lo posible lo que hace la naturaleza.
Se busca construir un modelo económico que minimice el impacto sobre el medio ambiente y restituya el capital natural que ya hemos explotado.
Los sólidos pilares de la economía circular
La economía circular se construyó sobre tres pilares iniciales a los que se han ido sumando nuevas propuestas: preservar el capital natural que ya existe para equilibrar los flujos de recursos renovables, optimizar el uso de recursos, y fomentar la eficacia del sistema.
La infografía superior, obtenida de la Fundación Ellen MacArthur, muestra la aplicación de esos tres principios. A estos se suman variaciones de ellos que matizan algunas áreas de responsabilidad:
- El residuo se convierte en recurso: todo el material biodegradable vuelve a la naturaleza, y el que no lo es se reutiliza.
- La reutilización de ciertos residuos o partes de los mismos que todavía pueden funcionar para la elaboración de nuevos productos.
- La reparación, o encontrar una segunda vida a los productos averiados y sus componentes.
- El reciclaje: rescatar materiales de valor que se encuentran en los residuos.
- La valorización: aprovechar energéticamente los residuos que no se pueden reciclar.
A su vez, necesitamos nuevas herramientas y un cambio cultural para fomentar todo esto, como la economía de la funcionalidad que propone transformar el modelo de compra por el de alquiler y que ya se da en algunos sectores como el carsharing en la movilidad.
Hablar del uso de energía de fuentes renovables se vuelve clave debido a que el consumo actual de combustibles fósiles no sigue los ciclos renovables (de millones de años).
Junto a estos puntos clave encontramos el ecodiseño, que busca adelantarse y diseñar productos con el objetivo de que duren, puedan ser reutilizados y, eventualmente, eviten convertirse en residuos para poder ser reciclados a bajo coste energético.
La economía circular se puede aplicar en construcción
El sector de la construcción es uno de los sectores clave de la economía además de ser —por su naturaleza— de los que más recursos naturales moviliza y de los que más residuos genera. Estos son principalmente de los llamados inertes, y nos indican que hay un enorme margen para reconvertir el sector hacia la economía circular.
El modelo de generación y gestión de residuos existente hasta hace unos años era totalmente lineal: los residuos de construcción y demolición (RCD) se depositaban en un único contenedor y se entregaba a un transportista que los depositaba en un vertedero. Y ahí terminaba su vida útil.
Desde hace una década, a raíz de la entrada en vigor del Real Decreto 105/2008 —por el que se regula la producción y gestión de los residuos de construcción y demolición—, se inició un cambio de paradigma, introduciendo la necesidad de separación de determinados residuos (en función de su naturaleza y las cantidades generadas) con vistas a su entrega a un reciclador.
Así, en las obras de construcción viene siendo necesario separar la fracción pétrea (hormigón, ladrillos, tejas), el plástico, la madera, el metal y el papel y cartón. Esto posibilita después la reutilización de estos materiales en nuevas construcciones, minimizando los residuos.
Sin embargo, aún sigue siendo muy alto el porcentaje de RCD no segregados y el volumen destinado a vertedero. Por ello, desde la Unión Europea, a través de las nuevas directivas de Residuos, así como del Protocolo de gestión de residuos de construcción y demolición en la UE, se está impulsando el concepto de Economía Circular con objeto de conseguir unos objetivos de reciclaje de residuos bastante más ambiciosos, como el de “reciclar el 70 % de los residuos de construcción y demolición en 2020, cerrando así el ciclo de vida de los productos mediante el aumento del reciclaje y la reutilización”.
Ferrovial es una de las entidades firmantes del Pacto por la Economía Circular, impulsado por los (anteriores) Ministerios de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente y de Economía, Industria y Competitividad con objeto de implicar a los principales agentes económicos y sociales de España en la transición hacia un este nuevo modelo económico
Alcanzar estos objetivos implica enfrentarse a distintos retos en el sector de la construcción. Desde barreras legales y administrativas hasta la concienciación de la sociedad. Respecto al primer punto, una de las principales dificultades está en la denominada “fin de consideración de residuo” que contempla la legislación, pero que requiere de un desarrollo normativo posterior para cada tipo de material.
Cabe destacar también el papel de los diseñadores a la hora de incorporar materiales sostenibles, procedentes del reciclaje, en el “ecodiseño” de edificios e infraestructuras. En este contexto entran en juego las denominadas Declaraciones Ambientales de Producto (DAP, o EPD en sus siglas en inglés), desarrolladas mediante un análisis de ciclo de vida (ACV) y que certifican el desempeño ambiental de productos y servicios de construcción.
Asimismo, los directores de obra juegan un importante papel, especialmente a la hora de aprobar cambios que permitan reutilizar materiales generados en la misma obra, evitando así su transporte a plantas de tratamiento para su posterior incorporación y reduciendo, por tanto, el consumo de combustible y las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas.
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