Ingenier@ viene del latín ingenium, es decir ingenio. Durante años parecía que esta profesión era típicamente masculina pero… pensándolo bien el ingenio no creo que sea algo que se nos haya resistido especialmente a las mujeres.
Recuerdo la primera vez que descubrí lo divertido que era eso de coger piezas, construir algo y añadirle un motor. Fue en el cumple de mi primo, le regalaron un Lego con mayúsculas, nunca había tenido en mi mano algo que tuviera tantas posibilidades.
Yo no era muy de muñecas, lo que más me atraía de ellas era hacerles mis propios vestidos y diseños; la Barbie en cuestión me interesaba más bien poco, pero en un cole de niñas y sin hermanos ni siquiera había llegado a mi cabeza muchas más posibilidades y las había… ¡vaya si las había! Es curioso, porque en ese momento el Lego se fue con mi primo y no volví a plantearme ni siquiera tener uno mío.
Supongo que Emily Warren Roebling, Hedy Lamarr o más cerca, en mi país, Pilar Coreaga, sí decidieron que contra todo lo impuesto o “establecido” querían investigar o descubrir algo más allá. Es el amor y la pasión a una profesión que para quien la profesa, no hay fronteras, sólo hay tecnología, ingenio y todo un mundo de necesidades que mejorar.
En estos años he tenido la posibilidad de conocer a compañeras ingenieras totalmente comprometidas con su vocación, que hablan de su paso de Brasil a Escocia o de España a Chile, persiguiendo su sueño y sus posibilidades. Ellas ven como nosotros kilómetros de distancia pero también ven kilómetros de carreteras, de túneles, de retos superados y lecciones aprendidas.
Como decía al principio, cuando el ingenio está en tu ADN te las “ingenias” -nunca mejor dicho- para llegar por todos los medios a donde te propones.
Ingenio fue lo que llevó a Emily Warren Roebling a ser la primera mujer ingeniera de campo del mundo cuando su marido cayó enfermo por aeroembolismo, un trastorno causado por los cambios de presión en el agua. Emily se puso manos a la obra y se convirtió en los ojos y los oídos de su marido a pie de obra dirigiendo la construcción de nada más y nada menos que el puente de Brooklyn que finalizó en 1883, sin estudios previos, pero está claro que una capacidad y vocación más que sobrada.
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Viajemos a la España de inicios de siglo XX, en plena lucha por el voto femenino con Clara Campoamor al frente, en la dictadura de Primo de Rivera, Pilar Coreaga se convertía a sus 21 años, en 1929, en la primera mujer ingeniera titulada de España. La primera en conducir un ferrocarril (dicen los papeles) y la primera en ser alcaldesa, ideas políticas aparte, no hay que desdeñar a la valiente Pilar teniendo en cuenta que 70 años después aún se consideraría raro que un mujer eligiera esta profesión.
Como decíamos, el ingenio inventa caminos, los crea y tiende puentes para unir puntos que parecen alejados. ¿Recordáis a la actriz de Sanson y Dalila? Esto para los que nos gusta el cine clásico, se llamaba Hedy Lamarr, esta mujer – de la que ya hablamos en este blog – tendió un puente entre su camino y su pasión de inventora. Desarrolló al comienzo de la 2ª Guerra Mundial un sistema de guía por radio para torpedos aliados, los principios de su trabajo se incorporaron más tarde a la tecnología Bluetooth y son similares a los métodos utilizados en las versiones heredadas del Wifi, ¿sorprendente verdad?.
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Si tuviéramos que explicarle a un/a niñ@ qué es un/a ingenier@, aunque mucho se ha acusado a Disney de promover las princesas como estereotipo, no se me ocurriría mejor ejemplo que el de Elsa en Frozen, construyendo su castillo de hielo. Porque las ingenieras también pueden ser princesas, de hecho, esa es la magia, ser lo que quieras ser… Para la mente de un/a niñ@ me parece una definición preciosa, Elsa imagina en su cabeza algo que materializa, sé que es magia pero cambiemos magia por el embrujo del conocimiento, soñar por innovar y… ¡suéltalo!
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Hoy en el día de la mujer ingeniera, quería rendir homenaje a todas esas mujeres que decidieron hacer magia, que se las ingeniaron para ir más allá del límite y decidieron dejar volar lo que llevaban en su interior. Se quitaron los guantes, se pusieron manos a la obra y no permitieron que alguien les hiciera renunciar a su sueño.
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