Además de la crisis sanitaria que estamos viviendo, Europa tiene otras crisis encima. Y no, no es la crisis financiera que sufrió en 2007. Es otro tipo de crisis. De refugiados, de inmigrantes. Tal vez no está llenando tantas páginas en los periódicos, pero está moviendo los cimientos de muchos países. Este movimiento está cambiando los equilibrios políticos de muchos países de la Unión Europea.
Aunque su punto álgido está unido evidentemente a la guerra de Siria, los inmigrantes que llegan a las costas españolas en 2020 no vienen de Siria, y el coronavirus les infunde menos miedo que lo que dejan atrás. ¿Es posible que el cambio climático sea la causa que impulsa a estas personas a jugarse la vida en el Mediterráneo?
Según el Real Instituto El Cano, sí, o al menos parcialmente.
El cambio climático ha provocado la desaparición de uno de cada seis árboles del Sahel en los últimos 50 años mientras que, el lago Chad, la principal reserva de agua dulce de la región, ha perdido el 90% de su superficie.
La desertificación avanza (el desierto del Sáhara ha crecido un 10% en el último siglo) y la vegetación deja paso a una tierra yerma en la que no es posible desarrollar ninguna actividad agrícola que permita sobrevivir.
Por otro lado, los países del Sahel (Mauritania, Mali, Níger, Chad, Burkina Faso, Senegal, Sudán y Sudán del Sur) son los únicos en el mundo que mantienen una tasa de fecundidad de entre 5 y 7 hijos por mujer. Según los datos de Naciones Unidas, el récord lo tiene Níger con 7,4 hijos por mujer. Si la tendencia no cambia estos 8 países pasarán de una población de 147 millones en 2017 a 338 millones de habitante en 2050.
¿Qué es un refugiado climático?
Como consecuencia de estos factores, en estos países hay cada vez más personas que pierden sus medios de vida y se ven obligados a emigrar para poder sobrevivir. Ellos son los llamados refugiados climáticos, aunque el derecho internacional todavía no les reconozca como tal.
Los efectos del cambio climático que empujan a familias enteras a dejar sus casas no se concentran en el Sahel, sino que se multiplican en todo el mundo, desde el Polo Norte donde la pérdida de hielo y biodiversidad amenaza los modos de vida de los esquimales, a Somalia donde la sequía persistente forzó en 2017 a 760.000 personas a dejar sus casas. Según el Informe Mundial sobre Desplazamiento Interno del IDMC, se prevé que en 2050 los refugiados a causa del clima alcancen los 150 millones.
Pero son las grandes catástrofes meteorológicas magnificadas a causa del cambio climático las que han provocado el mayor número de desplazados climáticos. Desplazados son aquellos que no llegan a cruzar las fronteras de su país de origen, si las cruzan se convierten en refugiados. En los últimos años se ha comprobado un incremento de la frecuencia e intensidad de los desastres naturales. De hecho, el número de desplazados internos a causa de catástrofes repentinas asociadas con el clima en 2016, 24,2 millones de personas, triplicó a la de desplazados a causa de conflictos o situaciones de violencia.
El caso de El Niño Costero en Perú
Ejemplos de estas catástrofes las encontramos en cualquier lugar del mundo. Permitidme centrarme en un caso que conozco de primera mano. Es el desastre de El Niño Costero que azotó Perú entre enero y marzo de 2017. Dejó 1,4 millones de afectados, hubo más de 160 fallecidos y más de 280 mil peruanos fueron damnificados. Entre ellos los 1.000 habitantes de Chato Chico y Chato Grande. El río Piura se desbordó, inundó ambas comunidades y destruyó los sistemas de abastecimiento de agua. Ferrovial, en colaboración con Ayuda en Acción está trabajando para garantizar un acceso a agua de calidad, que permita que la población de los Chatos pueda volver a vivir en sus casas, cerca de las tierras que cultivan y les dan sustento.
Esta intervención, modesta en alcance, es un ejemplo de uno de los conceptos clave que impulsa las Naciones Unidas frente a los desastres climáticos y para reducir el número de desplazados: la resiliencia de las comunidades. La instalación del nuevo depósito en la zona no inundable de la comunidad y el rediseño de las instalaciones se plantea para que, ante una eventual inundación, el sistema de abastecimiento de agua no quede inutilizado como sí lo fue en 2017.
El otro vector que identifica las Naciones Unidas frente a los desastres es la mitigación del riesgo. En este caso responsabilidad de las autoridades locales que están reforzando la construcción de diques que hagan menos probable que el río se desborde cuando El Niño vuelva a visitar Piura y los Chatos.
Resiliencia y mitigación, las dos estrategias clave señaladas por el BID en su Informe de Sostenibilidad frente a un cambio climático del que todavía no conocemos cual será su verdadero alcance y que nos afecta a todos.
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