Para cada uno de nosotros nuestros proyectos son algo así como nuestras criaturas. Disculpad que utilizar el término hijo me dé un poco de apuro, aunque no sería descabellado. Les vemos nacer, crecer, les intentamos dotar de lo necesario para mantenerse por sí mismos, incluso se llevan parte de nuestro ADN y por qué no decirlo una parte de nuestra vida con ellos. Hace unos días escuche un relato que al principio me pareció disparatado pero que poco a poco según iba escuchando fue tomando forma de extraña criatura en mi cabeza, mi extraña criatura.
Hablaba de cómo una ciudad podría humanizarse asemejándose a algo humano. Con su corazón, su cabeza, sus pulmones… y eso hizo que en mis pensamientos uniera por un lado mi entusiasmo por la ciudad de Madrid y por otro el amor a mi profesión. Empezaban el relato por la cabeza, por el lugar en el que surgían todas esas ideas y se ponen en funcionamiento, pero me permitiréis que empiece por el corazón y el alma, por aquello de que lo que de verdad recordamos que es lo que sentimos.
Así comenzaría mi homenaje a Madrid, mi extraña criatura, a través de los proyectos en los que he participado.
El corazón de Madrid: la Plaza Mayor
Para mi está claro cuál es el corazón de Madrid, y los que me conocen tendrían claro esa respuesta: la Plaza Mayor. Es el centro de la capital, pero, además, sería el corazón de mi criatura. En este proyecto, al que le he dedicado mi propio corazón, se fortalecieron muchos de los sentimientos de mi profesión. Viví y sentí mi trabajo con una sensibilidad y responsabilidad muy distintas. En esta plaza hay una parte de mi corazón.
Tengo muchos recuerdos de este proyecto del antes, durante y después. Recuerdos de su gente (ahora amigos), del equipo que formamos, de cada uno de sus muros, pizarras, piedras y rincones de cómo pusimos todos los que tuvimos la suerte de participar en él (y no sólo de Ferrovial) nuestro corazón en recuperar la Plaza en todo su esplendor. Y sí, no tengo ninguna duda que es un corazón de lujo de esos fuertes y sanos. Que durarán toda la vida.
El frontón Beti Jai, el alma oculta
¿Y el alma? El alma sería, y permitidme la expresión, “mi” Beti Jai. Un edificio que, al igual que el alma, es imperceptible a los ojos humanos. Permanecía oculto, pero formaba parte de la esencia y de la historia de Madrid. Un antiguo frontón del 1894 abandonado que nos encontramos cerca de la desaparición. En él “nos dejamos el alma”, pero ¡cuánto nos ha devuelto! Y es que el Beti Jai ha tenido y siempre tendrá mucha “alma”. Entre sus muros descubrimos historias de frontones, de arquitectura, de patrimonio, de ingeniería, de lucha y de almas encontradas. Muestra esa parte inmaterial, esencia de una ciudad que reúne y acoge culturas en su distrito “más castizo” en pleno Chamberí, como una inequívoca seña de identidad.
La sabiduría recogida en la Biblioteca de las Escuelas Pías
Volvamos con la cabeza ¿y esa cabeza que piensa, aprende y recuerda? En la que se almacena todo lo aprendido y lo vivido. No se me ocurre nada que refleje mejor eso que una biblioteca. Y pienso en una biblioteca muy especial, que además tiene una gran memoria: la Biblioteca de las Escuelas Pías de San Fernando. Una biblioteca espectacular que alberga entre sus muros un gran proyecto del arquitecto José Ignacio Linazasoro. Allí llegamos para mantener el desarrollo de tanta sabiduría entre sus muros y cuánto aprendimos.
La biblioteca tiene muchas historias que contar y que recordar: fue la iglesia de las Escuelas Pías de San Fernando de Lavapiés, dónde miles de niños del barrio estudiaron hasta el inicio de la Guerra Civil. En el primer día de la Guerra Civil fue bombardeada y prácticamente derruida. Solo sobrevivieron las ruinas de la Iglesia en la que hoy se aloja la Biblioteca del centro asociado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Una cabeza en constante desarrollo con la experiencia de todos los años vividos y sobre todo abierta.
¿Cuáles serían los pulmones de Madrid? El Parque del Retiro
Y no hay nada más importante para dar vida que poder coger aire. ¿Cuáles serían los pulmones? Sin duda unas obras que coinciden en ubicación con uno de los pulmones de la ciudad: el Histórico Parque del Retiro. Construido en el Siglo XVII para deleite de la realeza y que alberga joyas arquitectónicas como el Palacio de Cristal o el Real observatorio Astronómico.
Aunque separadas, ambas se encuentran en el interior del Parque del Retiro. Hace unos años hicimos estas intervenciones. Una en la nave de vestuarios de viveros del Retiro, y otra en el Pabellón de los jardines de Cecilio Rodríguez. Obras en las que tomar aire y respirar. Guardo el recuerdo de los espectadores tan curiosos e inusuales en ellas como pavos reales o la escultura del Angel Caído que, día tras día, nos recibía.
Sorprende cómo, de repente, sitios que tienes asociados desde tu niñez con paseos, barcas o la feria del libro, se convierten en una parte de tu trabajo, de tu día a día. Esto hace que los mires de una manera diferente, los redescubras y sean aún más familiares. Mi trabajo durante todos estos años me ha permitido descubrir las vidas que se esconden en una ciudad tan ajetreada y bulliciosa. He aprendido a levantar la cabeza y dejarme lleva por su infinidad de historias.
Las piernas y los brazos: la Escuela Mayor de Danza
Llegamos a las extremidades. Las piernas, sin duda alguna, serían la Escuela Mayor de Danza. Este edificio en el que unos años antes yo había sido alumna, se encuentra en pleno Rastro en la C/Ribera de Curtidores. Fue inaugurado en 1935 con objeto de ser Tenencia de Alcaldía, casa de socorro y juzgado. Tras varios usos se convirtió en sede del desaparecido Ballet clásico de Madrid y posteriormente en Escuela de Danza.
Esta obra formaría también parte de las extremidades superiores de los brazos y las manos, que abrazan y ayudan a quién lo necesita, en la parte trasera del edificio se encontraba ubicado el centro de mayores de Mensajeros de la Paz.
El denominador común de cada una de las obras son las personas que sienten y disfrutan las obras, pero hay usos que te hace sentir una especial cercanía. Éste es uno de ellos. Colocaré también aquí el Casino de la Reina, un centro de atención a inmigrantes situado varias calles más abajo. Un edificio que el Ayuntamiento de Madrid regaló a la reina Bárbara de Braganza para su recreo y disfrute. Hoy, hace una gran labor social en el barrio.
La vida la dan mis compañeros que lo hacen posible
Tengo claro quiénes son los transmisores de todo esto quienes dan vida, generan los impulsos a esta extraña criatura al igual que las células de un ser humano, impregnando todo como si de una corriente se tratara las personas que han formado parte de cada uno de estos proyectos. Mis compañeros en primera línea que dejan la huella y el sello de identidad en cada una de ellas, que cada día superan problemas e imprevistos para que los proyectos lleguen a buen puerto. Arquitectos, aparejadores, ingenieros… dirección facultativa que, junto con nosotros, desarrollan el proyecto que nace en sus manos. La gente que vive y disfruta del edificio y de su entorno, vecinos y amigos.
Y es que un edificio sin vida, sin humanidad, no tiene sentido. Pierde su esencia y muere. En este impulso creador que una vez me imaginé quiero creer que mi trabajo mantiene y da vida a estos edificios en los que una vez fue necesario detener el paso del tiempo y volver a poner el contador en marcha.
Lo que si sé y os puedo decir es que cada uno de estos y otros proyectos han ocupado una parte muy importante de mi vida. La historia de Madrid forma parte de ella.
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