Camiones quitanieves
Corporativo

Así gestionan las grandes nevadas las ciudades donde el invierno es más duro

18 de enero de 2021

Las estampas de Madrid cubierta de nieve han dado la vuelta al mundo esta semana. No es que el frío y las precipitaciones sean ajenas a la ciudad, pero nevadas de hasta 50 centímetros como la registrada el pasado fin de semana son muy poco habituales. Casi todos los inviernos cae algo de nieve en la capital española, pero no suele pasar de una anécdota puntual. Sin embargo, para encontrar precipitaciones similares a las que ha traído la borrasca Filomena debemos remontarnos hasta 1963.

Tras 48 horas de nieve, seguidas de una bajada brusca de las temperaturas, las calles de la ciudad han ido limpiándose y habilitándose en la medida de lo posible. Los recursos necesarios para hacer frente a la nieve son costosos, por lo que las urbes donde las nevadas no son habituales no suelen estar preparadas para hacer frente a grandes tormentas. Entre los ciudadanos tampoco existen los automatismos y las estrategias de actuación que sí son habituales en otros puntos del planeta en los que se convive con la nieve muchos meses al año.

¿Cómo viven con la nieve las grandes ciudades del planeta en las que el invierno es más duro? Las estrategias varían, pero a grandes rasgos todo pasa por una buena anticipación, capacidad de reacción para limpiar y evitar el temido hielo y colaboración entre las administraciones y los ciudadanos.

Copenhague: prioridad a los carriles bici

Una bicicleta en la nieve Mantener los carriles bici operativos es una prioridad en Copenhague. / Pxhere

En Dinamarca nieva menos de lo que cabría pensar. Es el país nórdico más sureño y, al contrario que sus vecinos, es totalmente plano. De hecho, el punto más alto del territorio es un puente, el Storebæltsbroen, que se eleva 254 metros en su parte central. La capital, Copenhague, se encuentra a una media de 12 metros sobre el nivel del mar y bajo la influencia de la corriente del Golfo, lo que permite disfrutar a la ciudad de un clima bastante templado para sus latitudes.

Aun así, la nieve visita con frecuencia la ciudad. En los inviernos más duros, las nevadas pueden superar los 50 centímetros en 24 horas. El riesgo de colapso está siempre presente, sobre todo cuando los termómetros se desploman, pero la estrategia de la capital danesa para recuperar la normalidad pasa por la rapidez de actuación y la división de tareas entre la administración local y los ciudadanos. Y, eso sí, dando prioridad a los carriles bici.

El ayuntamiento gestiona las calzadas y las vías para bicicletas de toda la ciudad, salvo aquellos que pertenecen a casas o urbanizaciones privadas. Las calles públicas están divididas en dos niveles de prioridad. En el nivel más alto se agrupan las conexiones con los hospitales, los carriles de emergencia y todos los carriles bici. Según la administración local, estas vías reciben su dosis de sal para evitar la congelación cada cuatro horas y la recogida de la nieve no debe superar las 10 horas.

La responsabilidad de la limpieza en las aceras, las entradas de los edificios y las calles privadas recae, eso sí, en los vecinos. Las reglas en este caso están muy claras y los propietarios deben asegurarse de que el entorno del edificio está limpio, al menos, entre las siete de la mañana y las diez de la noche.

Nueva York: palas y miles de toneladas de sal

Nueva York con nieve Nueva York destina más de 100 millones de dólares al año a gestionar la nieve. | Pxhere

Lejos del abrigo de la corriente del Golfo que convierte las temperaturas del norte de Europa en una excepción, los inviernos son mucho más duros. En Nueva York, situada al nivel del mar y en la misma latitud que Madrid, las nevadas copiosas son habituales. Allí, la preparación para el invierno es una obligación. Sin una estrategia clara y sin medios para llevarla a cabo, la ciudad estaría paralizada varias semanas al año.

Así, el presupuesto de Nueva York para gestionar la nieve en 2021 supera los 100 millones de dólares. Implica la activación de un sistema de monitorización y alerta 24 horas al día, la contratación de 6300 trabajadores y la puesta a punto de 36 máquinas quitanieves, además de paleadoras, máquinas capaces de derretir la nieve y esparcidores de sal. La ciudad almacena, en 42 puntos estratégicos repartidos por el mapa, 300 000 toneladas de sal y tiene contratos firmados para la adquisición rápida de otras 600 000 toneladas, si fuese necesario.

Los camiones que esparcen sal pueden empezar a actuar incluso antes de que empiece el temporal de nieve. Y las quitanieves arrancan en cuanto la acumulación de precipitaciones supera los cinco centímetros. Pero más allá de la maquinaria, la estrategia de Nueva York para convivir con las nevadas pasa por la implicación (bajo pena de cuantiosas multas) de sus vecinos. Allí, sí es normal tener una pala en casa.

Los ciudadanos están obligados a limpiar las aceras y evitar que la nieve se acumule en las fachadas y tejados de los edificios. Las multas por no hacerlo van desde los 100 hasta los 350 dólares (en caso de avisos reiterados por parte de las autoridades). Además, si la nevada termina en horario diurno, entre las siete de la mañana y las cinco de la tarde, todo debe estar limpio en un máximo de cuatro horas.

Toronto y el destino final de la nieve

Nieve en Toronto La ciudad de Toronto empieza a retirar la nieve, como máximo, media hora después de que empiece a caer. Wikimedia Commons/Chester

Un poco más al norte, en Canadá, la nieve cae todavía con más fuerza. En Toronto, la estrategia pasa por actuar rápidamente y empezar a esparcir sal y limpiar la nieve, como máximo, 30 minutos después de que empieza a caer. Las temperaturas en Ontario bajan más aún que en Nueva York. Por debajo de los 10 grados bajo cero, la sal empieza a perder su efectividad para evitar la congelación del agua, con lo que los camiones esparcen también arena para mejorar la tracción de los vehículos.

Allí el despliegue de medios es aún más pronunciado. Solo la 407 ETR, una de las principales carreteras que rodea Toronto, cuenta con 82 camiones y siete remolques quitanieves. Pero, ¿qué hacer con toda esa cantidad de nieve una vez recogida? Tradicionalmente, esta se vertía en la naturaleza, en el mar o en un lago. Sin embargo, hoy en día se trata como un residuo más, ya que la nieve está mezclada con sal, arena y cualquier otro agente contaminante que pueda estar en las calles y en las carreteras.

La ciudad de Toronto habilita, cada invierno, cinco puntos en los que almacena la nieve y otros tres en los que, poco a poco, la va descongelando gracias al trabajo de las máquinas capaces de derretirla. Las montañas de nieve pueden alcanzar los 20 metros de altura al final del invierno, así que deshacerse de ella es una prioridad.

Los ‘derretidores’ de Toronto (snowmelter, en inglés) son capaces de descongelar más de 130 toneladas de nieve por hora cada uno. Lo hacen calentando grandes recipientes de agua en los que vierten la nieve. Una vez descongelada, esta acaba en la red de alcantarillado y pasa por la estación depuradora de agua antes de volver a la naturaleza.

En algunas de las ciudades más frías del planeta, la preparación ante el invierno es prioritaria. Los planes para actuar con rapidez y de forma coordinada, medios físicos y mecánicos abundantes y la colaboración de la ciudadanía son clave. Aun así, ni siquiera las urbes que pasan bajo cero varios meses al año se libran de algún que otro episodio extremo que termina por colapsar sus redes de transporte.

 

Todavía no hay comentarios