Hace ya más de dos siglos, la humanidad comenzó a utilizar la energía del vapor para convertirla en fuerza y, con ella, mover otras máquinas. La industria fue poco a poco sustituyendo a los artesanos y gran parte del planeta se llenó de fábricas, nuevos bienes y nuevas riquezas. Pero el crecimiento también tuvo un coste.
Desde la primera Revolución Industrial, la actividad humana ha emitido miles de millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Hoy, sabemos que la actividad frenética que se inició hace dos siglos es la principal causa del cambio climático. Sabemos, también, que es necesario reducir la cantidad de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, y hacerlo cuanto antes.
Una de las soluciones es crear máquinas capaces de capturarlo y transformarlo. Fábricas que, por primera vez en la historia, en lugar de producir, eliminan. Y la ingeniería y la construcción tienen mucho que ofrecer para conseguirlo.
Máquinas para frenar el cambio climático
El sexto y último informe del grupo de expertos sobre el cambio climático (IPCC) no deja lugar a dudas: es necesario reducir las emisiones de gases de efecto invernadero cuanto antes. Para evitar que la temperatura suba más de 1,5 °C a final de siglo con respecto a la época preindustrial, las emisiones deben reducirse drásticamente a partir de 2025. Si el ritmo continúa como hasta ahora, en 2100 la temperatura será 3,2 °C más alta que en el siglo XVIII.
Reducir las emisiones es una tarea complicada. Y, además, no es suficiente: se calcula que, una vez agregado a la atmósfera, el CO2 puede permanecer allí entre 300 y 1000 años. Para frenar de verdad el cambio climático, es necesario reducir la cantidad de gases que hemos lanzado durante las últimas décadas (e incluso siglos).
Cielo azul en la ciudad. Mariano Baraldi (Unsplash)
Existen diferentes formas de capturar el CO2 del aire. Una de ellas está ligada a la naturaleza y se basa en plantar árboles, recuperar bosques y otros ecosistemas y mantener los suelos sanos y en buen estado. Esto favorece que el CO2 se absorba de forma natural.
Otra de las soluciones que plantea el IPCC tiene una base tecnológica. Se basa en desarrollar máquinas capaces de capturar los gases y transformarlos para darles una segunda vida (en forma de materias primas) o devolverlos a la naturaleza.
Esta opción es ya una realidad, y existen diferentes iniciativas en forma de instalaciones que capturan el CO2 del aire. La más grande y eficaz se encuentra a las afueras de Reikiavik, en Islandia.
Filtros, contenedores y tuberías subterráneas
Orca es la primera planta de eliminación de dióxido de carbono a gran escala instalada en el mundo. Es una iniciativa de Climeworks, una empresa que tiene como objetivo desarrollar tecnología innovadora para frenar el cambio climático.
Actualmente, Orca tiene la capacidad de capturar 4000 toneladas de CO2 al año. Lo consigue gracias a un gran sistema compuesto por ocho contenedores colectores, filtros y sistemas de bombeo.
Instalaciones de Orca en Islandia. Climeworks.
Tal y como explican desde Climeworks, el aire entra a los contenedores, en los que hay filtros impregnados de un químico capaz de seleccionar y atrapar el CO2. El resto de las partículas presentes en el aire se escapan, impulsadas por un ventilador.
Cuando los filtros están llenos, el compartimento del contenedor se cierra. A partir de ese momento, se emite calor hasta que la temperatura alcanza los 80 o incluso los 100 °C, lo que favorece que el dióxido de carbono se libere. Por último, se bombea este CO2 hacia otra zona en donde se almacena. Una vez hecho todo esto, vuelve a iniciarse el proceso.
A continuación, la instalación de Climeworks envía el gas a su socio en el proyecto, Carbfix, una empresa que presuriza el CO2, lo mezcla con agua y lo introduce bajo tierra. La mezcla reacciona con la roca basáltica y termina convirtiéndose en piedra. Tal y como señalan desde Climeworks, tarda unos dos años en fijarse en forma de mineral.
CO2 mineralizado gracias a la tecnología de Orca. Climeworks.
El potencial de Orca
4000 toneladas de CO2 al año no es mucho. Equivale a las emisiones de 826 coches de gasolina conducidos durante un año. Es también la cantidad que pueden secuestrar unas 19.000 hectáreas de bosque de los Estados Unidos durante 12 meses. Además, los costes y la necesidad de materiales para crear y hacer funcionar plantas de captura de carbono hacen que todavía existan muchas incertidumbres sobre su futuro.
A pesar de estas dificultades, Orca representa una solución tecnológica que, de optimizarse, podría ser una de las salidas a la crisis climática. Actualmente, la planta basa todo su funcionamiento en energías renovables, ya que se abastece de electricidad generada en una central geotérmica cercana. Su modelo, señalan, podría replicarse en otras zonas del mundo.
“Con nuestra solución basada en máquinas, podemos medir exactamente cuánto dióxido de carbono se ha eliminado y convertido en piedra. Si bien Islandia ofrece las condiciones ideales para la captura y el almacenamiento directos del aire, este proceso también se puede aplicar en otras áreas del mundo donde hay opciones de energía renovable y almacenamiento geológico disponibles”, explica el equipo de Climeworks en su web.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA), en 2021 había un total de 19 plantas de captura directa de aire operando en todo el mundo. 19 plantas que ya han empezado a recoger, aunque sea en pequeñas cantidades, el CO2 que lanzamos a la atmósfera.
Todavía no hay comentarios