Cuando en 1989 el inglés Tim Berners-Lee propuso crear lo que más tarde se bautizaría como la World Wide Web, pocos entendieron realmente la magnitud de su idea. Hoy, conexiones invisibles transmiten millones de datos de una a otra punta del mundo de forma constante.
Lo cierto es que Berners-Lee y el resto de los trabajadores del CERN que hicieron posible internet pudieron encontrar inspiración para su proyecto en la propia naturaleza. Por ejemplo, en los micelios, una estructura de los hongos similar a una raíz que crea enormes estructuras complejas bajo el suelo.
Sin los micelios, no existiría la vida tal y como la conocemos. Esta gran red (conocida hoy también como el Wood Wide Web) conecta los bosques con los nutrientes y permite realizar una gran cantidad de funciones que resultan fundamentales para la salud del planeta.
En un futuro no muy lejano, los micelios podrían convertirse también en la base de la construcción: diferentes proyectos investigan cómo crear materiales sólidos, duraderos y sostenibles con los que levantar viviendas y otras estructuras a través de estas partes de los hongos. Es lo que se conoce como micoarquitectura.
Un material ligero y resistente
La masa que forma el micelio presenta propiedades muy demandadas en el sector de la construcción: es orgánica, biodegradable, densa, fuerte, ligera y resistente. Además, funciona como aislante y retardante del fuego y es capaz de filtrar el agua.
Otra de sus muchas ventajas es que puede producirse en prácticamente cualquier lugar y de forma económica: a diferencia de las plantas, los hongos (setas, mohos o levaduras, por ejemplo) no realizan la fotosíntesis, sino que se alimentan de la degradación de la materia orgánica. Por ello, es habituar encontrarlos en cualquier ecosistema.
Ejemplo de cómo el micelio conecta diferentes hongos en un cultivo. Pradejoniensis (Wikimedia Commons)
Hoy en día, algunas iniciativas utilizan el micelio de los hongos para crear bloques o ladrillos, ya que es fácil conseguir que se adapte a diferentes formas: basta con tener un molde en el que pueda crecer para hacer que se expanda y cubra el espacio. Una vez hecho esto, se hornea la masa para convertirla en un material endurecido.
El micelio podría usarse, también, como sustituto del cemento. Gracias a sus propiedades adherentes, al dejarlo crecer entre dos materiales puede terminar uniéndolos.
Los proyectos para usar el micelio en la Tierra…
Exterior de The Growing Pavilion. Eric Melander (Growing Pavilion).
En 2019, la Dutch Design Week inauguró el Growing Pavilion, una estructura de 10 toneladas compuesta principalmente por cinco materiales: micelio, madera, restos de actividades agrícolas, espadaña y algodón.
Las paredes de este pabellón, que busca concienciar sobre la importancia de construir con materiales sostenibles, suman 88 paneles en los que el micelio se mezcla con otras fibras naturales. La combinación forma un material resistente, liviano, ignífugo y repelente al agua.
Interior de The Growing Pavilion. Eric Melander (Growing Pavilion).
Otro proyecto, esta vez de la Universidad de Utrecht, va más allá y apuesta por crear ladrillos con organismos vivos, capaces de seguir creciendo y auto repararse. “El edificio se convierte así en un sistema sensible y adaptativo: cuando hace calor, se vuelve poroso, cuando hace frío, el material tiene un efecto aislante. Al no matar el hongo, un posible agujero puede volver a crecer: es un material autorreparable”, explica Han Wosten, profesor de microbiología de la Universidad neerlandesa.
… y en el espacio
Vivir en nuevos entornos requiere de soluciones arquitectónicas innovadoras. Es por ello que el Ames Research Center de la NASA está estudiando qué tecnologías pueden ayudarnos a crear estructuras a partir de micelios en la Luna y en Marte.
«Los diseños tradicionales de posibles hábitats para Marte se basan en que nosotros llevemos nuestras casas a la espalda, como las tortugas. Es un plan seguro, pero que implica grandes costes de energía”, señala Lynn Rothschild, la investigadora principal de este proyecto de micoarquitectura espacial. «Sin embargo, podemos aprovechar los micelios para cultivar estos hábitats nosotros mismos cuando lleguemos allí».
Así, uno de los planes de la NASA es hacer crecer los materiales directamente en la Luna o en Marte. Entre las posibilidades está la idea de llevar estructuras básicas a las que, una vez allí, se les puedan añadir hongos para que crezcan a su alrededor y creen hábitats que permitan la vida.
Prototipo de vivienda para Marte. Red House Architecture.
«Cuando diseñamos para el espacio, somos libres de experimentar con nuevas ideas y materiales con mucha más libertad que la que tendríamos en la Tierra», señala Rothschild. «Y, después de que estos prototipos estén diseñados para otros mundos, podremos traerlos de vuelta al nuestro».
Así, los experimentos de la NASA tienen un doble objetivo: desarrollar materiales para el espacio que sirvan también para hacer más sostenible y menos contaminante la construcción en la Tierra.
Imagen principal: Jesse Bauer (Unsplash)
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