Biodiversidad

¿Qué han enseñado las hormigas a la arquitectura?

18 de noviembre de 2016

Un nido de hormigas, con sus túneles y cámaras subterráneas, puede llegar a hospedar hasta 7 millones de estos formícidos. Las hormigas son un verdadero ejemplo de optimización de espacio. Pero además son insectos que poseen una gran organización social, que aprenden observando y comiendo con otros insectos, desarrollando y copiando ideas que terminarán por aplicar a su sistema de trabajo.

Todo el mundo ha visto las habituales urnas de metacrilato, llenas de túneles interconectados en diferentes niveles. Las hormigas construyen ciudades de ciencia ficción para rentabilizar su actividad. Y siempre en base a su necesidad, no especulan con el ladrillo ni crean pisos piloto para visitas. La profundidad de sus excavaciones atiende a factores sociales —cantidad de hormigas obreras en la colonia— y ambientales —calidad del territorio y habitabilidad—. Si tomamos la edificación humana como escala, el tamaño relativo de sus construcciones es comparable a los grandes rascacielos de Shangai.

puente de hormigas

Una maravilla colectiva

Las hormigas nunca operan como entidad independiente, sino en beneficio de la comunidad. Su percepción colectiva del nido se da en varios factores: no poseen director de obra, ni planos, ni gerentes por rangos, pero saben qué decisiones tomar a favor de la colonia. Esto sucede debido a una feromona adherida a los materiales de construcción, que les ayuda a autoorganizarse y nunca perder el ritmo de trabajo.

Esta feromona las estimula para construir en el mismo sitio, retomar el lugar de la compañera y determinar el tamaño y forma final del nido. Ellas usan su tamaño corporal como plantilla, de manera que siempre saben cuándo hay que parar de escalar y o reforzar los pisos inferiores.

El puente de hormigas más alucinante

Uno de sus mayores logros se da en la construcción de puentes orgánicos. Las marabuntas —también conocidas como hormiga legionaria o guerrera— utilizan sus cuerpos para entrelazarlos y crear rutas de abastecimiento hacia zonas en principio inaccesibles, incluso pegan sus extremidades para dar una mayor consistencia. Cuando este fuerte nexo empieza a desmoronarse y entienden que el sacrificio sobrepasa el umbral de la rentabilidad, comienzan a separarse en el orden inverso a como fueron unidas.

Nuestros viaductos intentan emular este comportamiento, de ahí que hayamos dejado de construir con hierro: el actual acero y hormigón poseen un mayor límite elástico, como las patas orgánicas de las hormigas, de manera que la armadura de conexiones ofrece una mayor resistencia.

Una balsa con 100.000 hormigas

Otro ejemplo relevante se da en las balsas. Cuando se produce una inundación, todas ellas comienzan a huir en fila y componen, en una red de hormigas unidas por las patas y la boca, embarcaciones orgánicas de hasta 100.000 miembros, tan grandes como una bandeja de comida, flotando a la deriva durante semanas con el fin de sobrevivir y encontrar un nuevo hogar. Además, esta red es impermeable gracias a la capa de aire que generan sobre la superficie del agua. Su sentido de la supervivencia es colectivo y eficaz.

Hormigas rojas flotando

La torre de tres metros de profundidad

Aunque la construcción clave es la torre. Las grandes torres que se erigen sobre la tierra son apenas la punta del iceberg: pueden llegar a tener hasta 3 metros de profundidad. Dichas torres son en sí mismas grandes chimeneas. Pueden parecer la vía única de escape, pero son sólo un conducto de ventilación y distribución de los diferentes subniveles. Si esta salida se obstruye, pueden crear vías alternativas en base a la temperatura y humedad de la misma. De hecho, es habitual encontrar un amplio entramado de chimeneas que se interconectan en el mismo núcleo inferior. Sí, como los sistemas de calderas comunitarias.

Vayan saliendo en fila, gracias

Pero las hormigas aún tienen mucho que enseñarnos. En varios estudios, para medir sus comportamientos en estado de pánico, se concluyó que cuando son “atemorizadas”, ellas rápidamente piensan como escapar, dando preferencia a los puntos más esquinados. Los seres humanos tenemos comportamientos afines en situaciones análogas. Por tanto, estudiar su forma de actuar es determinante para la construcción de salidas de emergencia en lugares públicos, como estaciones de trenes o estadios deportivos.

Hormigas- Hormigueros

Su sentido de la “optimización” es constante. Por ejemplo, cuando una colonia manda hormigas exploradoras a buscar alimento, éstas establecen un perímetro y se mueven más o menos al azar. Con la exploradora de vuelta, cuando las hormigas marchan a recoger los alimentos refrescan el rastro de feromonas, creando la ruta posible más corta y rápida. Diseñan, al vuelo, autopistas de cuatro carriles.

Y aún así, gracias a nuestro ingenio las hemos logrado superar. Bueno, al ingenio y al uso de acero estructural, como en el caso del Home Insurance Building; a la triangulación de estructuras, como la Torre Eiffel, y a cientos de innovaciones en los campos de la geometría y la ingeniería. El tamaño medio de un hombre adulto es de 1,75 m. El de una hormiga adulta, 20 milímetros. Nuestro edificio más alto, el Burj Khalifa, tiene una altura de 828 metros. Esto es 473 veces una persona, frente a las 136 veces de los túneles más profundos de un hormiguero.

Una cuestión de personalidad

Pero no todas las especies tienen el mismo comportamiento. De igual manera que la arquitectura de cada país define parte de su naturaleza, las hormigas rojas de fuego son más propensas a construir abigarrados nidos mientras que la hormiga cosechadoras tiende a crear túneles rectos con amplias cámaras para acumular el grano. Claro, estas segundas son más débiles y pequeñas. Las tejedoras australianas abandonan la tierra y construyen nidos con hojas de los árboles, talándolas con sus pinzas.

Después las enrollan y les cosen hilos de seda sobre las que descansarán las larvas. En cambio, las hormigas que viven en zonas urbanas cerca de pavimento —más difícil de destruir, por tanto— tienden a ser más perezosas y descuidar las rutas de huída.

También, al igual que nuestros antepasados han creado sus viviendas de adobe o según los materiales de los que han dispuesto, las hormigas construyen con todo lo que tienen a su alcance. Una popular investigación, llevada a cabo por la especialista argentina Marcela Cosarinsky, descubrió que las hormigas no apilan el material de construcción, sino que llevan a cabo un ensamblaje especial: si disponen de arena, usan sólo arena, pero si pueden usar también arcilla, recurren a los dos materiales para crear una mezcla porosa que optimice el trabajo y el tiempo de construcción.

Hormigas con madera

Esta estructura porosa simula nuestra forma de construcción con ladrillo hueco sólo que, en vez de recurrir a bloques rectangulares, crean pequeñas pelotitas con el centro vacío, como bolas de helado, manipulándolas e impregnándolas con sus poderosas mandíbulas.

Como nos recuerda la esfera bioclimática de Expo 92 en Sevilla, estas esferas favorecen la regulación térmica y al escape de condensación tras periodos húmedos, partiendo de un concepto similar a los sistemas de ventilación que tenemos en las cocinas o las válvulas de equilibrio hidrostático. No podemos negarnos: tenemos más en común de lo que parece con estos pequeños bichos. Ambos luchamos por crear las mejores edificaciones posibles.

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