Aeropuertos

Combustibles sostenibles, compensación de emisiones, y energía renovable: las claves para descarbonizar la aviación

08 de mayo de 2023

¿Desea compensar sus emisiones de CO2 por 5,99€?, me pregunta la página web de la aerolínea cuando compro mi último billete a Londres. Sin dudarlo, añado el complemento al carrito, contenta con la extensión de esta práctica a casi todos los operadores habituales en Europa o, al menos, a los que yo utilizo. 

La descarbonización de la economía se ha convertido en una prioridad para gobiernos, empresas, y ciudadanos de a pie, que forman un colectivo cada vez más grande y comprometido con la lucha contra el cambio climático y el fomento de prácticas sostenibles a todos los niveles. Con la revisión de los objetivos firmados en el Acuerdo de París hace ya ocho años, actores de muy variadas industrias se plantean cómo alcanzar tan ambiciosos planes en plazo y forma. 

Un objetivo prioritario 

Las emisiones de carbono del sector de la aviación en 2019 supusieron un 2% del total globales, una realidad gris e irrefutable que tanto operadores aeroportuarios como aerolíneas quieren cambiar: es su objetivo número 1. 

Se trata de un cometido complejo pero fundamental para infraestructuras y aerolíneas grandes y pequeñas. Heathrow, el aeródromo con más pasajeros de Europa, alcanzó la neutralidad de carbono en 2020, un hito muy reseñable teniendo en cuenta las decenas de millones de pasajeros que despegan y aterrizan en sus terminales todos los años. Mientras, su mucho más reducido homólogo Aeropuerto Roland Garros, en las Galápagos, se convirtió en 2017 en el primero en construir una terminal bioclimática, que sustituye el aire acondicionado por viento para enfriar las instalaciones con isleñas temperaturas. 

A pesar de estos ejemplares esfuerzos, aún queda mucho camino por recorrer para que esta gigante industria, que implica a fabricantes, aerolíneas, operadores, y pasajeros como tú y yo, se pueda considerar, en su conjunto, una industria verde. Y gran parte del cambio reside en cómo propulsamos los aviones. 

Compromiso compartido

La solución, desafortunadamente, no es única y mágica. Además de la transición a combustibles sintéticos y biocombustibles, para que se trate de un cambio definitivo es imprescindible invertir en nuevas tecnologías aeronáuticas basadas en electricidad e hidrógeno. Debemos apostar por energías renovables.

En octubre de 2022, los 184 países y 57 organizaciones que integran la Organización de Aviación Civil Internacional adoptaron el llamado Objetivo Aspiracional a Largo Plazo: cero emisiones netas para 2050. A medida que pasamos del compromiso a la acción, industria y gobiernos colaboran para impulsar el cambio. 

SAF, CO2, H2

El combustible de aviación sostenible (SAF por sus siglas en inglés) se puede fabricar a partir de muchas fuentes limpias, desde residuos agrícolas a carbono capturado del aire. Su uso es totalmente compatible con la infraestructura actual, y por ello sorprende que, actualmente, represente menos del 0,1% del combustible utilizado por el sector. Los elevados costes de fabricación están frenando su expansión. Como ocurre con casi todos los avances tecnológicos, el desenlace parece evidente: invertir en su desarrollo para mejorar procesos, maximizar la producción, y abaratar el suministro. A medida que el apoyo político al SAF se generalice a nivel global, podrá competir (y ganar) frente al queroseno fósil. 

En cuanto a la compensación de emisiones, ya que el sector no podrá eliminarlas por completo en origen, deberá mitigar las restantes financiando proyectos que las capturen, como iniciativas de plantación de bosques, aquella opción que me ofrecía la aerolínea, que calma nuestra ansiedad climática, y que será fundamental sobre todo en la primera fase de la descarbonización de la industria, hasta que el SAF se convierta en la norma. 

Combustible de aviación sostenible, compensación de emisiones mediante financiación, y nos falta otro elemento clave: la electricidad (solar) y el hidrógeno. Con los esperados avances tecnológicos, se estima que todos los vuelos que abarquen distancias inferiores a 4.000 kilómetros puedan electrificarse o funcionar con hidrógeno producido de forma responsable, un cambio que supondrá un antes y un después en nuestras vacaciones y ecosistemas. Con suerte e inversión guiada por criterios ESG, si atendemos a los anuncios de enormes fabricantes como Airbus y Boeing, en 2035 podremos volar con distintivo medioambiental. 

Recapitulemos. El problema no es viajar en avión, es el carbono. La Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) afirma que el uso de combustibles sostenibles y la compensación de las emisiones contribuirán en más de un 80% a su reducción, y la electrificación promete una alternativa para todos los viajes aéreos de corta y media distancia. Así que, la próxima vez que reserves un vuelo, ya sea por trabajo o por placer, acuérdate de mí, marca la casilla que cuida nuestro planeta.

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