Cuando en 1983 se retomaron las obras en el Partenón de Atenas, los restauradores se encontraron con un problema: unas intervenciones anteriores habían utilizado abrazaderas de hierro y cemento reforzado con el mismo material. Con el paso de las décadas, estos elementos se habían corroído y habían provocado daños en el mármol y problemas estructurales. Era necesario sustituirlos.
A su alrededor, desperdigados por toda la Acrópolis, había más de 24 000 bloques y pedazos de mármol y otros materiales. Identificar a qué templo podrían haber pertenecido gracias a sus características estructurales y morfológicas era otro de los enormes retos a los que se enfrentaban los restauradores.
Restaurar la Acrópolis era – y sigue siendo – como dar forma a un puzle inmenso de miles de piezas. La tarea, que comenzó en 1830, prácticamente no se ha detenido. Hoy, recuperar la forma que los templos tenían en la Grecia Clásica es más sencillo gracias a las innovaciones en la técnica y la tecnología, pero sigue siendo un proceso lleno de retos y desafíos.
Un poco de historia sobre la Acrópolis
La restauración de la Acrópolis comenzó en 1830, cuando se creó el Estado griego moderno que conocemos hoy. En aquel momento, tras nueve años de guerra y varios siglos de dominación del Imperio Otomano, los griegos vieron la recuperación de la Acrópolis como una oportunidad para crear un símbolo que diese unidad al nuevo estado.
Las primeras restauraciones fueron bastante experimentales y tuvieron como objetivo retomar el aspecto que los monumentos tenían en la Grecia Clásica. Los proyectos se frenaron durante la Segunda Guerra Mundial, y fue en 1875 cuando se retomó definitivamente la restauración, esta vez con un proyecto definido y dirigido por un comité de especialistas.
El primer paso fue hacer un balance de la situación. Lo que quedaba en pie de los templos tenía bastantes daños derivados de su propia estructura interna, del impacto del medioambiente y de los agentes biológicos y también de la actividad humana. En sus miles de años de historia, la Acrópolis había sufrido las consecuencias de las guerras, los bombardeos y los saqueos.
La superficie de la Acrópolis está cubierta de fragmentos de piedra. Peter Mitchel (Unsplash).
Se decidió que las intervenciones seguirían la Carta de Venecia, el marco internacional para restaurar monumentos. Entre otras cosas, se determinó respetar el principio de reversibilidad, que implica que siempre se podrá devolver el monumento a su estado anterior a la intervención, y ceñirse al material, la estructura y la función original de los elementos arquitectónicos.
Las obras de restauración de la Acrópolis
Las acciones de restauración se dividen en dos grandes grupos. Las que pueden realizarse en la propia Acrópolis y las que requieren movilizar algunas piezas a talleres especializados. Las primeras incluyen la retirada los morteros y los clavos metálicos que se utilizaron en intervenciones anteriores, el rellenado de huecos y grietas mediante inyecciones o el sellado de las juntas superficiales.
En las situaciones en las que los estudios estructurales muestran que es necesario unir fragmentos entre piezas, se utilizan varillas de titanio. En la medida de lo posible, se usan los recortes antiguos existentes para unir los fragmentos; cuando no es necesario, se realizan orificios mínimos, para evitar dañar el material antiguo.
Obras de restauración de la Acrópolis. Imagen: Tania Alonso
Una de las premisas es utilizar siempre materiales compatibles con los originales, que respondan al criterio de reversibilidad y que puedan durar en el tiempo. El material principal de la Acrópolis es el mármol que durante la época clásica se extrajo en grandes cantidades del monte Pentélico. Hoy, sin embargo, esta cantera es considerada un bien cultural protegido por el Gobierno griego. Solo se utiliza (en muy contadas ocasiones) para extraer material para las obras de restauración de la Acrópolis.
Cuando los daños son graves, la parte del monumento afectada se desmantela y se traslada a un laboratorio, donde se restaura con mármol nuevo. Se hace un molde con las piezas que faltan y, una vez finalizada la pieza, el complemento se une al mármol antiguo con refuerzos de titanio y mortero de cemento blanco.
Los elementos arquitectónicos restaurados se restablecen en sus ubicaciones originales y se unen mediante abrazaderas y tacos de titanio. En ocasiones, también se devuelven a su lugar original fragmentos que estaban dispersos por la Acrópolis y que se reconocen como propios de alguna de las estructuras. Es decir, alguna de las más de 24000 piezas que se encontraban en la Acrópolis en la década de los 70.
Nuevas tecnologías y una antigua polémica
De este modo, y con el trabajo de décadas, se ha ido devolviendo su estructura clásica a templos como el Partenón, el Erecteión o Atenea Niké. Las partes más sensibles, como pueden ser las Cariátides del Erecteion, el friso oeste del Partenón o algunos de los frisos de Atenea Niké se han ido trasladando al Museo de la Acrópolis, en donde están más a salvo de las inclemencias del tiempo y de los agentes biológicos.
Con el paso de los años, se ha actualizado la metodología de restauración a medida que han ido surgiendo nuevas técnicas y mejoras, como por ejemplo la tomografía eléctrica. Técnicas que permiten detectar micromovimientos microscópicos o deformaciones en las estructuras sirven para devolver al siglo XXI la apariencia de la Acrópolis en su momento de mayor esplendor. Sin embargo, esto no está exento de polémica.
Con la restauración de la Acrópolis se está reconstruyendo una imagen muy concreta en el tiempo: la que los templos tenían en el siglo V a. C. Sin embargo, señalan desde la Universidad de Brown, así se ignora el resto de su pasado. Y es que este no fue el único período histórico en el que la Acrópolis fue un lugar significativo.
Acrópolis desde la distancia. Constantinos Kollias (Unsplash).
En este enclave de Atenas hay restos de la época micénica (de la Edad del Bronce), de los períodos romano y bizantino y del Imperio Otomano, entre otros. Allí se levantó, por ejemplo, una gran mezquita y fue el enclave de un importante cementerio musulmán.
Esto abre un interesante debate para los restauradores: el que gira alrededor de la importancia de dejar huella de diferentes épocas históricas en los monumentos o, al menos, de integrar este pasado en la información que se comparte con los ciudadanos que cada año visitan la Acrópolis.
Todavía no hay comentarios