Bosques de hace millones de años y lluvia horizontal: todo lo que se esconde junto al arco de los Tilos
28 de febrero de 2024
Desde las profundidades del Atlántico hasta lo más alto del Roque de los Muchachos, a más de 2500 metros de altitud, la isla de La Palma regala playas, pueblos, cascadas y bosques que solo pueden visitarse tras recorrer kilómetros y kilómetros de carreteras serpenteantes. Una de estas carreteras, la que lleva al noreste de la isla, se abre en dos poco después de pasar la cueva del Tendal, en donde vivieron aborígenes benahoritas durante unos mil años.
Si se gira a la derecha, la vía se acerca a la costa para pasar por el pueblo de San Andrés. Si se sigue recto, la carretera general continúa hacia el norte para pasar por el arco de los Tilos, el gran viaducto de más de 350 metros de largo sostenido sobre un único arco de hormigón que presume de ser uno de los más grandes de este tipo del mundo.
Este puente, una de las obras de ingeniería más icónicas de Ferrovial, se apoya en las laderas del gran barranco del Agua. Al cruzarlo, es inevitable mirar alrededor y disfrutar de la orografía escarpada e imposible de un barranco que serpentea desde el interior de la isla y que acoge unos ecosistemas y unos paisajes únicos.
Un viaje al pasado
Los barrancos son uno de los elementos más distintivos de las Canarias, islas volcánicas que emergieron del mar hace unos 30 millones de años. A lo largo de la historia, el agua de la lluvia ha escurrido desde lo más alto de las islas, erosionando el terreno y dando forma a estos accidentes geográficos hasta llegar al mar.
En el noreste de La Palma, la isla más verde del archipiélago, los barrancos llevan el agua de la lluvia desde las laderas de la caldera de Taburiente hasta el océano Atlántico. Por el camino, se suceden los manantiales como los nacientes de Marcos y Cordero y cascadas como la de los Tilos, rodeados de una intensa vegetación.
Cascada de los Tilos. Roberto Steinert (Flickr)
Junto al barranco del Agua se encuentra, también, el bosque de los Tilos. Un lugar que nos permite viajar atrás en la historia. La primera parada, breve, se fecha en 1983, cuando este lugar se convirtió en la primera Reserva Mundial de la Biosfera de Canarias. La segunda parada va mucho más atrás y nos lleva al mundo de hace más de 20 millones de años, cuando los bosques de laurisilva se extendían por una amplia zona del sur de Europa y el norte de África.
Este bosque húmedo fue desapareciendo debido a sucesivas glaciaciones y otros cambios en el clima. Se fue desplazando hacia regiones más templadas hasta que, hoy, su extensión ha quedado reducida a los archipiélagos macaronésicos. En islas como La Palma ha evolucionado muy poco, por lo que su vegetación es una imagen viva de los grandes bosques del pasado.
Sendero en el bosque de los Tilos. Jose Maria Cuellar (Flickr).
El bosque de los Tilos, con árboles que alcanzan los 30 metros de altura, es una de las extensiones de laurisilva más grandes del mundo. Se mantiene gracias a la humedad que le traen del mar los vientos alisios y a las temperaturas templadas de la isla. Allí se encuentran todo tipo de especies vegetales, como tiles, laureles, madroños, brezos y los increíbles helechos gigantes. Entre la fauna, destacan aves endémicas, como las palomas turqué y rabiche, o la lavandera gris.
El puente sobre el barranco
Si se sigue el camino que marca el barranco, dejando atrás el bosque de laurisilva, se acaba pasando bajo el puente de los Tilos. En ese punto, el barranco es muy profundo y las laderas muy escarpadas. La del lado sur forma un acantilado prácticamente vertical de unos 150 metros de profundidad. En su base, la distancia entre las dos laderas es de unos 105 metros. En su punto más alto, alcanza los 290 metros.
Sobre estas dos laderas se apoya el puente, que alcanza los 353 metros de longitud y 225 de luz. Se trata de uno de los más grandes del mundo de este tipo. Destaca, también, por la forma en que transmite los empujes del arco para mantenerse y adecuarse a su entorno. A su altura, como desde tantos otros puntos de la isla, es posible ver la lluvia vertical (o mar de nubes) que se da cuando los vientos alisios empujan las nubes contra las montañas.
Bajo el puente, empiezan a sucederse los cultivos y las viviendas. Más adelante, y tras haber recorrido varios kilómetros a través de la isla, el barranco del Agua va a parar finalmente al mar. Su final coincide con el de San Andrés, uno de los pueblos más antiguos y con más historia de la llamada isla bonita. A lo largo de la historia, esta localidad ha convivido con el agua que llega, solo por temporadas, de los puntos más altos de la montaña.
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