En su informe anual de 2023 sobre basura espacial (datos de 2022), la Agencia Espacial Europea señala que existen aproximadamente 10 705 toneladas de masa antropogénica orbitando el planeta, suma de los 32 540 objetos que la humanidad ha puesto ahí arriba, una cifra que va subiendo.
Esta estimación de fragmentos en órbita solo abarca aquellos objetos lo suficientemente grandes como para ser monitorizados. Satélites activos, satélites en desuso, restos de antiguas misiones espaciales, restos de combustible o trozos de explosiones rodean la Tierra. Toneladas de residuos atrapadas en caída libre orbitan el planeta. ¿Cómo vamos a limpiar el espacio?
¿De qué está formada la ‘basura espacial’?
El número de objetos en órbita nunca ha sido tan alto. Y, tal y como puede observarse en la siguiente figura, probablemente de igual cuándo se lea esta afirmación.
Los orígenes de los residuos espaciales son múltiples. Por un lado, están las cargas arrojadas de forma deliberada, herramientas que ya no sirven, paneles que perdieron su eficacia, restos de naves que se decidió que era mejor eyectar, residuos de misiones como la Estación Espacial Internacional, etc. Además de estos, también hay que contar las misiones espaciales que llegaron a su fin y sus componentes siguen orbitando el planeta; inertes, esperando que el tirón gravitatorio de la Tierra los engulla o los lance al espacio.
Pero existe un tercer tipo de residuo espacial derivado de «eventos de fragmentación», un modo elegante de decir que un objeto se divide en múltiples objetos más pequeños y que se deben a su vez a múltiples causas entre las que se encuentran la colisión con meteoroides, las pruebas militares antisatélite, las explosiones accidentales, los restos de combustible (que se congelan como sólidos), etc.. Los datos de la ESA son fascinantes, ya que estiman que hay del orden de 900 000 fragmentos de más de un centímetro que, por supuesto, no sabemos dónde están porque son pequeños.
El síndrome de Kessler: ¿una humanidad atrapada en la Tierra?
La preocupación por los residuos espaciales va más allá de las prácticas ambientalistas o de protección del espacio como medio de observación del universo. En 1991, el consultor de la NASA Donald J. Kessler publicó un artículo científico titulado ‘Cascada de colisiones: los límites del crecimiento demográfico [de objetos] en la órbita terrestre baja‘ que señalaba el hecho ineludible de que, cuanta más materia haya orbitando el planeta, más probable será que se produzca una reacción en cadena de explosiones y colisiones que provoquen más explosiones y colisiones. La idea no era nueva, ya que Willy Ley ya demostró en 1960 que, una vez orbitando cierta cantidad de residuos, tendríamos que ir retirando la basura espacial para hacer hueco a nuevos lanzamientos.
Para entender el problema basta un caso. Cuando un objeto pequeño impacta contra un satélite de una tonelada, la probabilidad de hacer explotar este y convertir toda su masa en cientos o miles de pequeños fragmentos de metralla es elevada, iniciando de nuevo el proceso. La propia ESA y la NASA reconocen abiertamente que el número de colisiones catastróficas no hará sino subir en las próximas décadas, incluso si dejamos de lanzar objetos a la órbita (línea azul), simplemente con lo que ya hay. Y, si seguimos haciéndolo (línea roja), el crecimiento será notable.
A esto se lo conoce como síndrome de Kessler, y es un fenómeno que podría dejar a la humanidad varada en la Tierra durante siglos: si una reacción en cadena de impactos y metralla llega antes de que tengamos desplegada una tecnología para limpiar las órbitas, será imposible desplegarla y por tanto no podremos entrar ni salir del planeta con seguridad, porque cada nuevo intento produciría aún más metralla.
El espacio está desregulado, ¿Quién lo regulará? El regulador que…
Uno de los mayores retos relativos al espacio es que carece de una regulación específica que atribuya responsabilidades a empresas e incluso particulares (particulares ricos, de momento) o haga posible la rendición de cuentas. Mientras que los residuos sobre la superficie del planeta están regulados y cada vez más se pide a las empresas que se hagan cargo de sus externalidades, el espacio (el «espacio ultraterrestre», como se lo conoce legalmente) es el Viejo Oeste. Así es como lo recoge el informe ‘Space sustainability report‘.
Tal y como señala el recién publicado informe de la ONU ‘El futuro de la gobernanza del espacio ultraterrestre‘, sí existen marcos de trabajo entre países que «han prestado un buen servicio a la comunidad internacional, al prevenir conflictos en el espacio ultraterrestre y facilitar las actividades espaciales seguras y sostenibles» los desafíos de coordinación del tráfico espacial son cada vez más complejos, falta consenso sobre cómo solucionar algunos problemas, y se teme que el exceso de residuos produzca la imposibilidad de usar los satélites de aquí a cientos de años en el futuro.
Soluciones a la basura espacial
Entre las recomendaciones de la Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos se encuentran aumentar la transparencia de los países, la creación de protocolos y marcos de gobernanza y una mejor gestión del tráfico espacial, poniendo el foco en la «remoción de desechos espaciales», esto es, retirar la basura espacial sin uso. Entre las soluciones se encuentran:
- Mitigación de residuos. Si en la superficie la ‘reducción’ es una estrategia muy por delante de la ‘reutilización’ y el ‘reciclaje’, en el espacio no es diferente. Las líneas básicas de la ESA e Inmarsat recomiendan reducir el número de satélites enviados a la órbita.
- Tarifas de uso orbital. Partiendo de la base de que el espacio es un recurso común, que existan tasas por el uso del mismo es coherente que, paradójicamente, aumentará el valor de la industria espacial al aumentar la durabilidad de los satélites que no se choquen contra otros restos. Menos residuos previos implica misiones más largas. La tarifa orbital se cobraría por la ocupación de la órbita: órbitas más saturadas tendrían tarifas más altas.
- Brigadas de limpieza espacial. Misiones como ClearSpace de la ESA tienen por objetivo sacar fuera de la órbita la basura espacial. Este satélite «cazador» de residuos empujará los satélites hacia la atmósfera para que «se desintegren en la atmósfera, algo no exento de polémica debido a cómo afecta eso a la polución en el planeta.
- Redes de captura. Como si de pesca oceánica se tratase, ya hay experimentos exitosos de captura de satélites mediante redes. Literalmente, redes de pesca que se usan para cambiar la órbita de los satélites. Es una tecnología con muchas limitaciones, pero se está trabajando en ello.
- Láseres para empujar fragmentos. Aunque parezca imposible, se ha demostrado que es posible empujar los fragmentos orbitales al espacio usando luz desde la Tierra, creando una fina capa de plasma en el satélite. La idea es usar pulsos de luz desde la estación Izaña-1 (Tenerife) o desde el Observatorio Monte Stromlo (Australia) para empujar suavemente los restos.
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