A las 05:12 del 18 de abril de 1906, un fuerte terremoto sacudió la ciudad de San Francisco. Aunque duró apenas un minuto, su magnitud de 7,9 hizo que se notase en gran parte de la región y que causase estragos en la ciudad. Se calcula que murieron más de 3000 personas y que cientos de miles perdieron sus casas: solo una quinta parte de los edificios quedó en pie.
Entre ellos, destacaba uno: el campanario del Mills College, un campus para mujeres situado en Oakland. La torre, que se mantuvo en pie sin apenas una grieta, aumentó todavía más la buena reputación de Julia Morgan, la arquitecta que lo había hecho realidad.
En la primavera de 1906, el nombre de Morgan destacaba ya en el mundo de la construcción como el de la primera mujer en obtener la licencia como arquitecta en el estado de California. En los años siguientes, se vincularía también a la lucha feminista y hasta a la construcción de un castillo que marcó la historia de San Francisco.
De París a San Francisco
Julia Morgan nació en 1872 en la ciudad estadounidense de San Francisco. La posición de su familia – era nieta de un rico comerciante de algodón – le permitió estudiar e incluso aventurarse a probar suerte en otro continente. En 1896 y tras terminar los estudios de Ingeniería en la Universidad de California en Berkeley, viajó hasta Europa para estudiar Arquitectura en la Ècole des Beaux-Arts de París.
Sin embargo, al llegar se encontró con dos obstáculos: la escuela no permitía a las mujeres matricularse en Arquitectura y, por otro lado, tampoco facilitaba el ingreso de estudiantes extranjeros. Morgan aprendió francés e intentó matricularse varios años consecutivos hasta que le permitieron comenzar los estudios. En 1902 se convirtió en la primera mujer en graduarse en Arquitectura en la Ècole des Beaux-Arts de París.
Con su título bajo el brazo, regresó en Estados Unidos y obtuvo la licencia de arquitecta en el Estado de California. De nuevo, era la primera mujer en lograrlo. Allí abrió su propio estudio, desde el que diseñó más de 700 edificios, entre los que se cuentan viviendas, museos, hoteles, escuelas, edificios universitarios (como el campanario del Mils College que resistió al intenso terremoto de 1906), castillos y hasta un zoo privado.
Una de las piscinas del Castillo de Hearst diseñado por Julia Morgan. Mike Hsieh (Unsplash)
El éxito de Morgan enseguida llamó la atención por su capacidad para combinar diferentes estilos (desde el colonial hasta el neorenacentista, pasando por el de las Beaux Arts) y por hacer a los clientes partícipes de los proyectos. Se ganó el apodo de “la arquitecta de los clientes” (the client’s architect), ya que intentaba conocerlos y entender sus necesidades y su estilo de vida para acertar con sus construcciones.
La arquitecta de las mujeres
Otro de los sobrenombres que Morgan se ganó durante sus 50 años de carrera fue el de “la arquitecta de las mujeres”, debido a su compromiso con la lucha feminista. Al menos un tercio de sus trabajos fueron encargos de organizaciones que, en aquellos años, luchaban por ampliar la educación femenina y cambiar el rol de las mujeres en la sociedad.
“Diseñó docenas de clubes culturales, sociales y cívicos para mujeres; edificios sociales, académicos, residenciales y recreativos para mujeres universitarias y trabajadoras solteras; escuelas primarias y orfanatos para niños y niñas; y hospitales, sanatorios y residencias de ancianos. Y entre 1912 y 1930, diseñó más de treinta edificios para la YWCA, una de las organizaciones de mujeres más grandes e influyentes del país”, cuenta Karen McNeill en la revista ‘California History, The Journal of the California Historical Society’.
Una de sus obras más señaladas durante esta etapa fue el Berkeley Women’s City Club, conocido en la época como “el pequeño castillo de Morgan”. Es uno de los edificios más interesantes que la arquitecta construyó para el movimiento de las mujeres. Fue inaugurado en 1930 y a lo largo de las décadas fue el lugar de reunión de miles de socias y un espacio en el que escuchar a mujeres pioneras, como la aviadora Amelia Earhart.
Piscina interior del Berkeley Women’s City Club, hoy conocido como Berkeley City Club. Thomas Hawk (Flickr).
Por aquel entonces, las organizaciones de mujeres de San Francisco y muchos otros puntos del mundo organizaban campañas para conseguir fondos con los que financiar sus actividades y la construcción de edificios como el Berkeley Women’s City Club. Morgan perdió dinero con algunos de estos proyectos, pero, aun así, continuó aceptándolos.
Un grupo de siete mujeres muestran los resultados de su campaña de recaudación de fondos para construir un edificio diseñado por Julia Morgan. TESSA Digital Collections of the Los Angeles Public Library.
Un castillo para un magnate
En 1919, William Randolph Hearst encargó a Morgan la construcción de una gran casa en San Francisco. El trabajo era muy diferente a los que la arquitecta había realizado hasta el momento: por aquel entonces, Hearst era ya uno de los personajes más poderosos de Estados Unidos, con empresario con fuerte influencia política y un imperio mediático a sus espaldas. Acababa de heredar un rancho y quería transformarlo en algo tan desmesurado y enorme como su poder.
Entrada a La Casa Grande, uno de los edificios del castillo de Hearst. Wikimedia Commons.
Durante 28 años, Morgan supervisó prácticamente cualquier aspecto de lo que más tarde se conocería como el castillo de Hearst. “Incluso la compra de antigüedades españolas, musgo irlandés y hasta renos para el zoológico. Diseñó hasta el más mínimo detalle de la mayoría de las estructuras, terrenos, piscinas, refugios para animales y espacios para los trabajadores”, explican en la web del castillo.
La construcción tiene 165 habitaciones, casi 50 hectáreas de jardines, piscinas y una gran colección de arte. En 1957, la propiedad fue donada por la Hearst Corporation al estado de California y hoy puede ser visitado por los turistas. Es, también, un escenario de cine: allí se rodaron desde escenas de Espartaco hasta parte del videoclip de ‘G.U.Y.’ de Lady Gaga.
Tras una intensa carrera que la llevó a construir más de 700 proyectos, Morgan se retiró en 1951, cuando tenía ya 79 años. Medio siglo después, en 2014, el Instituto Americano de Arquitectos le otorgó a título póstumo su medalla de oro como reconocimiento por su trabajo y su influencia en la arquitectura. Una vez más, fue la primera mujer en conseguirlo.
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