Historia

El inventor de las mil patentes que transformó el acero y el mundo

18 de enero de 2023

En 1840, poco más de 5000 kilómetros de vías de ferrocarril conectaban Estados Unidos. Apenas tres décadas después, el número casi se había multiplicado por 10, y a finales de siglo había suficientes vías de acero como para dar la vuelta al planeta una decena de veces. 

Por aquella época, el mundo también crecía en vertical. Los edificios tenían cada vez más pisos y comenzaron a construirse los primeros grandes rascacielos. La industria crecía, y con ella el consumo que conocemos hoy. Detrás de estos cambios había un claro detonante: la invención de un método para producir acero en grandes cantidades y de forma mucho más económica por parte de un empresario e inventor británico, Henry Bessemer. 

Una vida de inventos

Henry Bessemer nació en 1813 en el condado de Hetfordshire, Reino Unido. Antes de cumplir los 17 años, el joven ya había dejado los estudios para centrarse en el negocio de su padre: una fundición tipográfica donde se trabaja con diferentes metales. Fue allí donde empezó a buscar mejoras para la industria y a construir sus primeros inventos, como una máquina para hacer ladrillos y un método para optimizar la fórmula de los materiales con los que trabajaban. 

En los siguientes años, Bessemer creó y patentó todo tipo de métodos y aparatos: troqueles móviles para imprimir sellos, maquinaria para extraer azúcar de la caña, un sistema de freno para carruajes ferroviarios y hasta vagones aerodinámicos. La lista sigue hasta alcanzar, al menos, 129 patentes y otros muchos inventos que nunca llegó a registrar. 

Cuando en 1853, en un mundo marcado por el imperialismo y el colonialismo, estalló la Guerra de Crimea, Bessemer se interesó por el conflicto y empezó a trabajar para hacer el armamento británico más eficiente, seguro y, sobre todo, ligero. Patentó un proyectil para rifles y un mortero de artillería, pero el Gobierno británico no se interesó por ellos. Sí lo hizo el francés, que encargó al inventor la construcción de varios proyectiles experimentales.

Sin embargo, todo lo que Bessemer presentaba era demasiado pesado, y surgían dudas sobre si la artillería francesa podría resistir su uso. Todo indicaba que, para hacer una mejora de las armas y crear nuevas opciones, era necesario producir acero más rápido, más barato y más abundante. Y se puso manos a la obra.

Una revolución en el mundo del acero

A mediados del siglo XIX, cuando Bessemer comenzó a investigar nuevas formas de trabajar el acero, la metalurgia se basaba en el saber tradicional. La industria partía del conocimiento transmitido durante milenios y se desconocían muchos de los aspectos científicos de sus componentes. 

Además, la producción de metal era un proceso lento, complicado y costoso. Hacía falta casi un mes de trabajo para producir poco más de 22 kilogramos de material. Esto hizo que numerosos inventores y empresarios intentasen crear técnicas para agilizar y abaratar el proceso, conscientes de que quien lo consiguiese podría transformar el mundo. 

Esta carrera la ganó Bessemer cuando en 1856 patentó un método que se basaba en la oxidación. Creó un convertidor que introducía oxígeno en el arrabio fundido para oxidar el metal y reducir las impurezas. Además, la inyección de aire elevaba la temperatura de la masa y la mantenía en estado líquido más tiempo, lo que permitía ahorrar en los combustibles que se usaban en los hornos. 

Funcionamiento del convertidor

Funcionamiento del convertidor. Wikipedia 

Esto permitió que en el tanque de fundición se mezclasen los materiales a temperaturas constantes y en cantidades suficientes para abaratar su coste. “Todo ello redundaba en la consecución de acero en grandes cantidades (25 toneladas) y de forma muy rápida (en 25 minutos), de ahí que el horno se denominase ‘convertidor’ por cuanto transformaba el arrabio en acero”, explican desde el Museo Virtual de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM).  

Convertidor de Bessemer en el Kelham Island Museum

Convertidor de Bessemer en el Kelham Island Museum. Chemical Engineer (Wikipedia).

El nuevo método de Bessemer supuso toda una revolución en la industria. El acero dejó de estar limitado a la fabricación de pequeños objetos (como herramientas, cubiertos o piezas de maquinaria) y pudo emplearse también en grandes cantidades en la construcción, el sector ferroviario o, como era su primer objetivo, en el mundo armamentístico.

Así, uno de los primeros objetos creados por Bessemer con su primer horno fue una pistola que presentó a Napoleón III. Poco después, el inventor volvió a su tendencia de registrar patentes, que esta vez tenían como denominador común el acero. Tal y como señalan desde la OEMP, en su lista de inventos hay ruedas de ferrocarril, vigas, rodillos de maquinaria, proyectiles de artillería, hélices y manivelas, entre muchos otros objetos. 

Rascacielos, compras y fiestas de Navidad 

Con el tiempo, Bessemer fue puliendo su método gracias a aportaciones de diferentes inventores e ingenieros. Fundó varias empresas, superó a la competencia y, cuando el final de la guerra de Crimea hizo descender la demanda de acero para crear armas, se centró en otros sectores, como el del ferrocarril. 

De acuerdo con los registros, en los hornos que Bessemer tenía en Europa ya se producían 100 000 toneladas de acero en 1865. La producción en masa de este material fuerte, flexible, ligero y resistente transformó también la construcción y la forma de los pueblos y ciudades. Su uso en las estructuras permitió levantar edificios más altos y esbeltos y dio pie a la creación de los primeros rascacielos.

Estructura de acero

Estructura de acero. Luca Upper (Unsplash) 

Tal y como señalan en la revista American Scientist, las mejoras en la producción de acero y la invención del ascensor moderno impulsaron la economía y cambiaron la historia mucho más de lo que a menudo imaginamos: “En estos edificios surgieron los grandes almacenes, puntos centrales para el comercio que contaban con rieles de acero para transportar tanto productos como clientes. Debido al desarrollo del comercio, el acero tuvo una consecuencia inusual: la Navidad”. 

Y es que antes de que el comercio se disparase, la Navidad era una festividad menor en Estados Unidos. El aumento de la producción y el consumo dio pie a las fiestas rodeadas de gasto y regalos que conocemos hoy. Aunque esta es otra historia.

La de Henry Bessemer terminó a finales del siglo XIX, cuando falleció en 1898 en Londres. Incluso en sus últimos años de vida siguió dedicándose a sus inventos, como un observatorio astronómico y una máquina de pulir diamantes. A su muerte, la cantidad de acero producida mediante su método ascendía ya a más de 11 millones de toneladas en todo el mundo.

 

Imagen principal: Retrato de Henry Bessemer realizado por Leslie Ward. National Library of Wales (Wikipedia). 

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