El invierno es sinónimo de muchas cosas para muchas personas. Sin embargo, para un gran número de ellas, tanto religiosas como laicas, el invierno implica poner un árbol, y más concretamente una conífera, en el salón de casa (aunque no sea natural) y rodearlo de regalos envueltos de colores. Una vez que pasa la época de los regalos, el árbol (con suerte) también desaparece. Pero, ¿y si existiera otra especie de árbol que fuera de por sí un regalo? ¿Un árbol que siguiera dándonos regalos?
Los fotobiorreactores y el «árbol líquido»
Belgrado ostenta el dudoso honor de ser la cuarta ciudad más contaminada de Serbia. El principal motivo por el que esta ciudad se encuentra en esta situación medioambiental son las dos grandes centrales eléctricas de carbón situadas en sus proximidades. Ante esta coyuntura de problemas medioambientales, la Universidad de Belgrado, con el departamento del Dr. Ivan Spasojevic al frente, ha respondido innovando con una solución revolucionaria conocida como el «árbol líquido» LIQUID3. Esta tecnología pionera se alza como el primer fotobiorreactor urbano de Serbia, concebido para combatir el problema cada vez más grave de las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar la calidad del aire en paisajes urbanos con una gran densidad de población.
En esencia, un fotobiorreactor es una unidad de almacenamiento y circulación de agua y algas con una fuente de luz para la fotosíntesis. Por lo general, se utiliza para el cultivo de un tipo de cianobacteria, aunque también se pueden producir musgos. Para favorecer el crecimiento de las algas, se van añadiendo diversos nutrientes de manera regular. De hecho, de aquí es de donde procede el popular suplemento nutricional denominado espirulina, como producto proteínico procedente de las cianobacterias Arthrospira platensis y Arthrospira maxima.
El propósito del árbol líquido es aprovechar la fotosíntesis para captar el dióxido de carbono (CO2) y las partículas del aire y crear oxígeno puro. Se compone de un tanque de 600 litros lleno de agua y algas cubierto con paneles solares que permiten encender las luces del tanque por la noche. Observando las imágenes se puede apreciar que parece una pecera verde unida a un banco de hormigón. Aunque en este caso, el verde, en realidad, es el de las algas que se busca cultivar. Para ello se utiliza el alga Chlorella vulgaris, que es mucho más resistente que cualquiera de las cianobacterias Arthrospiras y puede sobrevivir a los fríos inviernos serbios.
¿Y por qué no se plantan más árboles sólidos y ya?
La triste realidad es que resulta bastante difícil plantar árboles adultos en los núcleos urbanos contaminados, ya que carecen del espacio y del suelo rico en nutrientes que los árboles necesitan para crecer. Además, las raíces pueden interferir con infraestructuras fundamentales y los propios árboles suelen tener una vida más corta en estas condiciones.
Además, hay que tener en cuenta la eficiencia bruta de las algas. Un kilogramo de algas puede captar 1,83 kilogramos de CO2 al día, mientras que cuatro mil metros cuadrados de bosque de arces solo puede captar 2,2 kilogramos al día. Al mismo tiempo, las algas crecen diez veces más rápido y su necesidad de agua es diez veces menos. Y el tiempo también es un factor decisivo. Un árbol líquido tiene la capacidad de absorción de CO2 equivalente a la de dos árboles de diez años o 200 m2 de césped y puede empezar a funcionar inmediatamente después de su instalación. Si bien es cierto que el mantenimiento es uno de los aspectos que también habría que tener en cuenta, en teoría, el árbol líquido puede ser una inversión rentable, ya que los nutrientes mencionados pueden proceder de las aguas residuales, que luego limpiaría. Hay incluso ciertas especies de algas con niveles alquímicos inventivos, capaces de descomponer sustancias químicas como el estradiol (estrógeno, vaya), un subproducto común de la vida moderna que a menudo entra en el ecosistema y puede causar problemas a los peces y las ranas.
Por supuesto, es imprescindible destacar que el objetivo del árbol líquido no es suplantar a los bosques naturales, sino servir de intervención estratégica en focos urbanos donde la plantación convencional de árboles resulta poco práctica. Sue Holden, directora ejecutiva de Woodland Trust, organización benéfica del Reino Unido, ha señalado que «el [Servicio Nacional de Salud del Reino Unido] podría ahorrarse 2100 millones de libras al año si todo el mundo tuviera acceso a espacios verdes». Hasta que todo el mundo tenga acceso de verdad a esos espacios y dejemos de contaminar el aire, los árboles líquidos deben considerarse un invento nacido de la necesidad.
Posibilidades más amplias y la idea del «cielo verde»
El impacto potencial de los árboles líquidos en la contaminación atmosférica urbana ya es de por sí algo revolucionario. Pero es que, además, esta tecnología también constituye un medio muy práctico y eficiente para expandir las industrias verdes locales por todo el mundo.
El alga Botryococcus braunii también es digna de mención. Si bien se suele decir que los combustibles fósiles no son otra cosa que la combustión de los dinosaurios, lo cierto es que el mayor contribuyente biológico a los esquistos bituminosos del Cámbrico es este pequeño y tenaz organismo.En su forma actual, las algas pueden tener entre un 25 y un 75 % de hidrocarburos en su peso seco y, por ello, son candidatas a suministrar combustible sostenible para la aviación.
Otra de las posibilidades que nos brindan las algas es la de producir polihidroxibutirato o PHB, un polímero natural que, para muchos expertos, es el componente ideal de los plásticos biodegradables. El PHB es una excelente alternativa al polipropeno (PP) y es totalmente biodegradable en pilas de compost. El PP se caracteriza por su resistencia al desgaste y es el material con el que se fabrican la mayoría de las bisagras de plástico, como las de las botellas con tapón abatible, que, a su vez, representan una gran parte de los residuos plásticos. Así que ya podemos imaginarnos la posibilidad de cultivar los ingredientes esenciales para nuestro estilo de vida de usar y tirar. ¡Y en la parada del autobús!
Otra forma de concebir estos fotobiorreactores es como una fuente urbana de alimentos. Mientras que cien gramos de proteína de carne de vacuno producen 25 kg de dióxido de carbono, con cien gramos de proteína de algas se absorben 320 g de CO2. Esto supone un beneficio directo en la lucha del ser humano contra el cambio climático. Y hasta los más carnívoros pueden beneficiarse de estas ventajas, ya que el alga roja Asparagopsis taxiformis, si se añade a la alimentación de las vacas, puede reducir como por arte de magia las emisiones de metano emitidas por el ganado bovino hasta en un 99%. Se trata de un logro asombroso, dado que el metano es un gas de efecto invernadero cuarenta veces más potente que el CO2.
Una última idea, con «aires» de creatividad, es la utilizar este sistema como actividad complementaria en grandes edificios inteligentes. El Hotel Marcel de New Haven, en Connecticut (Estados Unidos), es un hotel inteligente que genera energía con paneles solares y controla el contenido de CO2 del aire, entre otras cosas. De este modo, en lugar de expulsar este CO2 a la atmósfera, este tipo de edificios podría canalizarlo hacia un sistema como el del árbol líquido LIQUID3 para acelerar el crecimiento de las algas.
La aparición del «árbol líquido» arroja un rayo de esperanza ante los acuciantes retos de la contaminación atmosférica urbana. Este tipo de tecnologías innovadoras, como el árbol líquido, revisten una gran importancia y se ajustan a las últimas directrices del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que aboga por una reducción del 43 % de los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera de aquí a 2030 y del 60 % de aquí a 2035 para frenar el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 °C. La extraordinaria eficacia de las microalgas para absorber CO2 hace que sean una solución revolucionaria para los núcleos urbanos con limitaciones de espacio.
Todavía no hay comentarios