Vincent vive con los perros y los gatos de su hermana, pero a él le gustan más las arañas y los murciélagos. Tiene una bonita casa en un barrio residencial, pero quiere llenarla de horrores: su sueño es convertirla en un hogar macabro y misterioso en donde poder disfrutar de sus experimentos y leer a Edgar Allan Poe.
Vincent tiene solo siete años y es el protagonista del primer cortometraje de Tim Burton. Es, también, una representación de la propia infancia del director. El recuerdo de un niño introvertido, que soñaba con monstruos y cementerios y que no encajaba en su tranquilo vecindario de Burbank (California).
Las películas de Tim Burton están repletas de curiosos personajes que transitan entre el mundo de los vivos y el de los muertos, conviven con lo grotesco y se acercan a lo sobrenatural. Pero tienen además otros protagonistas que influyen en la trama y nos introducen en las historias: los edificios.
El hogar de Eduardo Manostijeras
Eduardo es un joven que tiene tijeras en vez de manos. En el castillo en el que vive, esto es perfectamente normal. Deambula por sus pasillos, sube y baja por las polvorientas escaleras y cuida el jardín. Pero cuando descubre que más allá de la colina hay un mundo muy diferente, piensa que ha descubierto, por fin, su lugar.
La arquitectura del universo de Tim Burton está influida por la literatura y la arquitectura gótica. De ellas saca los castillos -en donde viven personas ajenas a lo que ocurre más allá de sus muros-, las casas llenas de misterios, las criptas, los jardines abandonados y los pasillos oscuros.
El castillo en el que vive Eduardo Manostijeras se eleva sobre una colina gris y tenebrosa, está rodeado de una alta verja oxidada y tiene altas torres con forma puntiaguda. Contrasta con la pequeña urbanización que se extiende a los pies de la colina: en ella se suceden casas familiares de colores pastel y elegantes jardines. Allí la vida es ordenada y no hay espacio para el caos.
Captura de imagen de la película Eduardo Manos Tijeras.
Sin embargo, Tim Burton nos hace ver que –como experimentó en su infancia– las impresiones engañan, y el ambiente más hostil no tiene por qué encontrarse siempre en el edificio más oscuro.
Las sombras de Ciudad Halloween
Cuando Jack Skeleton descubre la ciudad de la Navidad, se queda maravillado por las luces y la música y decide que es hora de llevar el espíritu navideño a su hogar. Sin embargo, Ciudad Halloween no está preparada para organizar una fiesta como esta: allí todo está diseñado para celebrar la muerte y el terror.
La arquitectura y el urbanismo de Ciudad Halloween la forman calles irregulares y laberínticas, con muros y casas torcidas y siniestras, verjas destartaladas y escaleras torcidas. En ellas, se aprecia otra de las grandes influencias de la estética de Tim Burton: el expresionismo alemán. Esta corriente, un movimiento de vanguardia que surgió en Alemania a principios del siglo XX, se caracteriza por mostrar una expresión muy subjetiva de la realidad en la que esta aparece deformada y alterada.
El cine expresionista alemán utiliza los juegos de luces para crear sombras alargadas y las líneas irregulares para crear desazón e incomodidad. En Ciudad Halloween, de Pesadilla antes de Navidad, vemos espacios inclinados, desordenados, descompuestos e inconexos que crean la atmósfera perfecta para cumplir el objetivo de sus habitantes: celebrar la fiesta de los muertos.
Otra de las películas de Tim Burton en la que puede apreciarse la influencia del expresionismo alemán es Batman. La ciudad de Gotham, dominada por el crimen, se ve siempre envuelta en la oscuridad y la bruma, y las luces y las sombras convierten los edificios en espacios llenos de la tensión. Por otro lado, Gotham está repleta también de estatuas, un elemento muy utilizado en la arquitectura gótica y que crea una atmósfera de terror en un entorno en el que el protagonista es el Joker.
Un edificio cambiante en Bitelchús Bitelchús
En Bitelchús Bitelchú s, Tim Burton vuelve a situar una mansión en la cima de una colina. Una propiedad que los habitantes del pueblo señalan con el dedo y llaman “la casa fantasma”. En este caso, se trata de un alto edificio blanco que combina un estilo victoriano, clásico, y otro más ligado al movimiento modernista, y que nos traslada de nuevo a los suburbios que tantas veces hemos visto en películas y series de Estados Unidos.
Aunque, en esta casa, nada es lo que parece. La arquitectura va cambiando a medida que sus habitantes lo hacen, y también dependiendo de la perspectiva con que se mire. La arquitectura da lugar a un lugar mágico en el que se juntan el mundo de los vivos y el de los muertos, y en donde lo que es tranquilo y apacible pronto puede tornarse amenazador.
A primera vista, la casa de Bitelchús Bitelchús (la secuela de Beetlejuice, también dirigida por Tim Burton en 1988) no es tan aterradora como las de Frankenweenie o La novia cadáver, ni tan impactante como la gran fábrica de chocolate de Willy Wonka en Charlie y la fábrica de chocolate. Pero, como el director lleva años mostrándonos, en sus películas (y en su universo) nada es lo que parece.
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