Una ciudad invisible para que el mundo pueda volar
A través del cine, la literatura y nuestra propia imaginación hemos fantaseado desde niños con historias sobre ciudades sumergidas en el fondo del océano, ciudades espaciales, perdidas… Quisiera incluir hoy en esta clasificación una nueva categoría: la ciudad invisible.
Tom Hanks protagonizó una curiosa película (“La Terminal”) en la que se desvelaba el secreto de la ciudad invisible y nos hacía caer en la cuenta de la intensa vida que bulle en los aeropuertos.
Llevo toda mi vida rodeada de aviones, nací en una isla. De niña, disfrutaba viendo despegar y aterrizar los aviones en el aeropuerto. Pero ahora me quedo maravillada al ver y vivir el aeropuerto mismo. ¿Cuántas veces hemos acudido a un aeropuerto para viajar, para despedir o recibir a alguien? ¿Te has fijado alguna vez en lo que hay detrás de un aeropuerto? Es una auténtica ciudad: hay calles por las que circulan autobuses, coches y taxis; aceras que conducen a los mostradores de facturación; pasillos rodantes que te trasladan a las puertas de embarque. Y grandes áreas comerciales, con tiendas, restaurantes y cafeterías … y una nutrida población de residentes en constante movimiento.
Desde la más temprana madrugada, los habitantes de la ciudad invisible van incorporándose a sus calles y puestos, moviendo el engranaje que hará posible mi viaje.
Para cuando yo llego, apresurado, uno de estos habitantes ya ha acumulado un buen número de carritos de equipaje junto a los accesos a la sala de facturación, mientras otros compañeros suyos, desplegados por el recinto, mantienen la limpieza de los espacios públicos, aseos, corredores …
Obtener la tarjeta de embarque para mi vuelo en un dispensador automático, a veces sin esperas, no me demora tanto como superar la tupida red de seguridad en la que los Vigilantes, Policías y otros habitantes uniformados de la ciudad invisible velan por la seguridad de residentes y transeúntes, controlan los pasaportes y mantienen el orden.
A medida que me adentro en el aeropuerto, descubro farmacias, bares, tiendas de moda, de alimentos y bebidas, perfumes y maquillaje, joyerías, librerías, de electrónica, tiendas de marcas, cajeros automáticos, restaurantes, puestos de café, de agua, de refrescos … y cientos de habitantes de esta ciudad invisible que les dan servicio, que empujan sillas de ruedas con pasajeros imposibilitados, que orientan a los viajeros despistados, que hacen el mantenimiento de las instalaciones … allí me quedo, como en una gran plaza y entretengo mi espera hasta ir a mi puerta de embarque. Allí, miro por los ventanales que muestran la actividad en las zonas externas, la “rampa”, las pistas … donde otros muchos habitantes del aeropuerto se afanan en sus múltiples tareas: ingenieros y mecánicos revisan los aviones, los servicios de catering abastecen sus despensas, otros cargan en sus bodegas contenedores con maletas y mercancías …
Y en ese punto, intuyo el laberinto de túneles que ha permitido llevar las maletas hasta allí, y a los habitantes más invisibles de la ciudad invisible, que pululan por los espacios más recónditos del aeropuerto garantizando el correcto funcionamiento de todos los mecanismos. ¿Cuántos habitantes habrá en el subsuelo en estos momentos?
– ¿Quién está al frente de esta ciudad invisible? – me pregunto – ¿habrá un alcalde, como en cualquier otra ciudad, que dirija y aúne los esfuerzos de tantos habitantes en este aparente caos para hacer posible mi viaje?
Mientras sigo atenta las maniobras de una azafata de tierra –otra habitante más de esta ciudad invisible- para organizar el embarque del pasaje de mi avión, imagino la entrevista a este importante personaje del aeropuerto, el Director:
– ¿Podría decirse que el Director del aeropuerto es como el alcalde de esta Ciudad Invisible?
– Pues a decir verdad mi puesto es el menos importante de todos en esta ciudad en la que trabajan más de 50.000 personas y tenemos casi 100.000 pasajeros diarios. Cualquier operario, bombero o controlador en el desempeño de su trabajo es necesario para que se cumpla el propósito esencial de esta ciudad invisible: hacer posibles los viajes de tantas personas con seguridad, comodidad y puntualidad. Cuando esto ocurre, nadie se acuerda de que en este aeropuerto hay un alcalde. Eso es sinónimo de que todo va perfectamente.
En ese instante, a la hora programada, se anuncia el comienzo del embarque de mi vuelo y me digo que, efectivamente, sólo se percibe lo que hay detrás cuando algo no funciona. Eso es precisamente lo que convierte un aeropuerto en un lugar casi mágico, donde todos los elementos de esta ciudad fabulosa se conjugan bajo la invisibilidad de la eficacia, sin hacerse notar, para llevarme a mí destino.
Por cierto, antes de embarcar: ¿es razonable llamarla La Ciudad Invisible? En Ferrovial Aeropuertos estamos testando si el “Claim: La Ciudad Invisible” es adecuado para la división. ¿Te parece bien este nombre? Déjanos por favor tu comentarios.
¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!
9 comentarios
Helena
24 de octubre de 2011
" Una ciudad invisible para que el mundo pueda volar " Una gran verdad. He transitado, sufrido, disfrutado de infinidad de aeropuertos desde dos puntos de vista, el del usuario y el del empleado de una linea aerea. Creo que es vital que los usuarios conozcan la complejidad que encierran estas " ciudades " para que entiendan todo el proceso desde la llegada al aparcamiento, hasta que acceden a su vuelo. Con este Cuento para adultos se adivina. Muy acertado, gracias.
María Casero
12 de diciembre de 2011
Amiga Helena: Agradezco que una asidua visitante de las ciudades invisibles comparta las experiencias y sentimientos de su paso por ellas. Transitar, sufrir, disfrutar … momentos que forman parte de nuestra vida, que nos acercan a nuestros destinos y hacen que nos esforcemos por que nuestros viajes sean cada día más seguros, ágiles y confortables. Cuento con tus comentarios en este blog. Muchas gracias y bienvenida.
José Enrique Villarino Valdivielso
24 de octubre de 2011
Ahí va un ramillete de sugerencias: "El aeropuerto invisible: dónde los sueños se hacen realidad" "El aeropuerto invisible: donde trabajan los ángeles de tierra" "El aeropuerto invisible: la factoría de los sueños" "El aeropuerto invisible: la forja silenciosa de los vuelos" "El aeropuerto invisible: el regazo del aire" La que más me gusta es la última Saludos José Enrique
María Casero
12 de diciembre de 2011
Amigo José Enrique: Tus sugerencias añaden a las infraestructuras inteligentes la poesía que anticipa la emoción del viaje. Muchas gracias por tu aportación. Bienvenido al blog de la ciudad invisible. Me encantará contar con tus comentarios.
Juan Fernandez
24 de octubre de 2011
Sí, me parece adecuado para una empresa que se dedica a gestionar aeropuertos
María Casero
12 de diciembre de 2011
Muchas gracias, Juan, por tu comentario. Nuestro afán es que nuestros pasajeros disfruten de sus viajes con seguridad, confort y puntualidad. La invisibilidad de la ciudad aeroportuaria es síntoma inequívoco de que las infraestructuras inteligentes cumplen su cometido, su gestión es eficiente y el objetivo se alcanza. Me gustará recibir más comentarios tuyos en el futuro.
Lorenzo Cano
29 de noviembre de 2011
Hasta pareciera que es una ciudad idílica a la que uno desearía mudarse: nada más lejos de la realidad. También he transitado mucho por Aeropuertos y he desarrollado una cierta antipatía hacia ellos. Es más, cuanto más nuevos, más de diseño y más grandes...más antipáticos. Los aeropuertos se han convertido en inmensos espacios, consumidores de enormes cantidades de recursos con el fin, ya no sólo de permitir que uno coja un avión, sino de que se consuma al máximo productos o servicios sean los que sean. Las inmensas escalas que han adquirido son deshumanizantes. Enormes distancias a cubrir, cruzando siempre y necesariamente zonas de compras, alineadas o englobadas en interminable salas (nueva términal de barcelona, alicante...hay que cruzar el "duty free" para acceder a las puertas de embarque, palma, madrid). Racaneo en el número de cintas (frankfurt). Gestiones nefastas del uso de las puertas de embarques (alicante, palma) y de las cintas de devolución de maletas (palma, barcelona), sólo pensadas para la optimización de los recursos de las compañías, nunca del bien o la comodidad del viajero. Suelos pulimentados rompepiernas, ideales para ser limpiados, no para caminar por ellos. Fantasticos sistemas de información que: i) si son megafónicos nunca se escuchan bien, ii) cualquier información aparecida en una pantalla puede cambiar 5 min antes del embarque (madrid, amsterdarm), haciéndote cruzar de nuevo todo el aeropuerto. Ni los parámetros de diseño, ni muchos de los de gestión se orientan a la comodidad del viajero, ni la optimización de recursos. Se pone en evidencia demasiadas veces a qué intereses obedecen. No es una ciudad invisible, es una distopía bien visible.
María Casero
12 de diciembre de 2011
Apreciado Lorenzo: Agradezco tu reflexión sobre “La ciudad invisible”, creo entender tu visión “distópica”, y comparto contigo muchas de las incomodidades que apuntas. Pero cada día más personas en más lugares pretenden llegar a destinos más lejanos, más frecuentemente y más a menudo. En el aeropuerto de Londres Heathrow, durante el pasado mes de octubre, por ejemplo, despegaron y aterrizaron diariamente 1.321 vuelos con 194.000 pasajeros transitando por las salas y corredores de sus cinco terminales con sus correspondientes equipajes; para atenderlos más de 70.000 personas prestan servicios profesionales, directa e indirectamente. Los viajeros, como los transeúntes de una ciudad, utilizan bares, restaurantes, tiendas, cuartos de baño, buscan distracciones y comodidades, desean hacer confortable, seguro y agradable su desplazamiento, su espera, su trámite aduanero … y los empleados del aeropuerto (dependientes, camareros, limpiadores, policías, gestores, bomberos, asistentes de tierra de las aerolíneas …) se esfuerzan en conseguirlo. Para hacer posible todo ese trasiego con plena seguridad, mayor comodidad y agilidad son necesarias infraestructuras más sofisticadas e inteligentes, con capacidad para dar servicio, hoy y en el futuro, a quienes desean alcanzar su destino a través de esta ciudad invisible. Y ese es, en fin, nuestro propósito. Te deseo mucha suerte en tus próximos viajes. Vuelve cuando quieras, serás muy bienvenido.
francisco alejandro viana canizalez
10 de diciembre de 2011
hola, pero no quedaa muy claro las indicacionhes ya que faltaria puntos a conectar con nombres y horarios por los boletos respectivos recibidos, para el el viaje y lugar de llegada.