¿Te imaginas disponer de un aeropuerto en el centro de tu ciudad al que poder llegar en sólo unos minutos? ¿Y que, en lugar de albergar interminables pistas de aterrizaje en espacios gigantescos, fuera un rascacielos?
Pese a tratarse de un ejercicio mental que requiere cierta imaginación, el concepto de aeropuerto vertical empezará a formar parte del vocabulario de la aviación comercial y de nuestras metrópolis más pronto que tarde, dando un giro de 180 grados a la concepción tradicional de qué es y cómo se vertebra un aeropuerto.
Los requisitos y rasgos infraestructurales de los aeropuertos han estado siempre ligados a la evolución de la aviación. De hecho, cuando los primeros aviones empezaron a volar a principios del siglo XX, requerían una infraestructura mínima que, con el tiempo, ha ido evolucionando para adaptarse a las necesidades de un mundo que cada vez vuela más y está más interconectado.
La tercera generación de aeropuertos
La tercera generación de aeropuertos, cuyo relevo respecto a la anterior estoy seguro de que presenciaremos a lo largo de este siglo, estará estrechamente vinculada con la comercialización de los denominados aviones tiltrotor: aeronaves VTOL –del inglés, Vertical Take-Off and Landing– que pueden aterrizar y despegar como un helicóptero pero, al mismo tiempo, alcanzan velocidades de crucero similares a los aviones comerciales.
A pesar de que los orígenes de este avión se remontan a la década de 1930, no será hasta este año 2016 cuando, tras décadas de pruebas, la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA) certifique el primer tiltrotor civil. En pocos años, este tipo de aeronave podrá transportar hasta a 150 pasajeros y viajar al doble de la velocidad de crucero que alcanzan actualmente los helicópteros, con la ventaja de requerir una plataforma de aterrizaje muy pequeña.
La primera etapa del desarrollo comercial de estas aeronaves pasaría por su empleo en los aeropuertos actuales, para luego dar paso a la construcción de rascacielos en los centros urbanos de las grandes ciudades que acomodarían todas las áreas funcionales de un aeropuerto convencional en un diseño mucho más compacto y vertical.
Cabe apuntar sin embargo que otros aspectos en torno a los aeropuertos verticales resultan más inconvenientes y deben ser tenidos igualmente en cuenta, como una mayor peligrosidad asociada a los accidentes aéreos –que pasarían a tener su epicentro en centros urbanos–, un impacto mayor del ruido asociado a su actividad en las ciudades o la falta de espacio para la ampliación futura de esos aeropuertos de nueva generación.
No nos resta más que seguir de cerca la evolución de esa realidad en ciernes que, ahora más que nunca, nos hará mirar al cielo.
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