¿Cómo construir un aeropuerto cuando no hay espacio para construir un aeropuerto?
21 de febrero de 2018
Dicen que las soluciones originales nacen de situaciones complejas. Cuando los retos son sencillos, sus soluciones son triviales y relativamente fáciles de implementar; pero cuando los requisitos son complicados, como la falta de espacio para construir, la imaginación se desata y el ingenio de quienes practican la ingeniería surge para dejarnos boquiabiertos.
En este artículo veremos algunos de los aeropuertos más extraños del mundo, precisamente, por las limitaciones de espacio para su construcción. ¿Te imaginas un aeropuerto con una carretera que lo cruza, uno que flota en las lindes del océano, uno sostenido sobre 200 columnas de hormigón o en el mismo borde de un acantilado?
El flotante Aeropuerto Internacional de Kansai
En la década de los 80 resultaba evidente que en la Prefectura de Osaka no existía el espacio suficiente para albergar el necesario aeropuerto que las autoridades llevaban años intentando ubicar sobre el mapa de la abrupta isla de Japón. Por eso, hacia 1987 fueron movilizados miles de trabajadores para formar parte de uno de los proyectos de ingeniería más grandes de la humanidad comparable incluso a la construcción de las pirámides de Egipto.
Tres años después, la isla artificial sobre la que descansaría el futuro aeropuerto, y el puente que unía este con la prefectura, estaban construidos. Sin embargo, la isla se encontraba ocho metros por debajo del nivel de terreno proyectado, y se hundía lentamente en las aguas de la Bahía de Osaka.
Que un aeropuerto descanse en mitad de una bahía ya supone un reclamo arquitectónico de importancia, pero a raíz de aquel hundimiento se reforzaron los pilares de la isla artificial con una de las obras de mayor presupuesto de la historia moderna. El resultado es el Aeropuerto Internacional de Kansai, en construcción en la imagen.
Si tuviéramos que seleccionar una curiosidad sobre este aeropuerto sería el resaltar que no flota sobre el agua, sino sobre una serie de columnas de carga ajustables – por definirlas de un modo sencillo y fácilmente entendible- construidas sobre empalmes deslizantes. A pesar de encontrarse en una zona de alta sismicidad, este aeropuerto soportó sin daño alguno en Enero de 1995, solamente dos años después de su apertura, el Terremoto de Kobe con un valor de 7,3 en la Escala de Richter.
El sismo, calificado según la Enciclopedia Británica como «el más costoso de la historia del país» devastó buena parte de la isla y sus infraestructuras de transporte. Sin embargo, no afectó en absoluto al joven aeropuerto. De hecho, ni siquiera se rompieron los cristales de las ventanas aunque el aeropuerto flotante se encontraba a tan solo 20 km del epicentro.
Como puede observarse en el gráfico esquemático del aeropuerto mostrado en la parte superior, el aeropuerto tiene más sorpresas de las que uno pudiera llegar a imaginar.
Por ejemplo, cuenta no solo con una estación de tren de media y corta distancia en su interior, sino dos estaciones de bomberos (pequeñas, eso sí), varios helipuertos y un puerto propio en el que atracan los ferris de la zona. Así como un par de centros comerciales, un puesto de observación y numerosos espacios de ocio y paseo.
Cuatro aeropuertos atravesados por una carretera
Se dice que entre los trabajos más estresantes del mundo se encuentra el de controlador aéreo. Dentro de la torre de control, estos profesionales son los encargados de autorizar despegues y aterrizajes en el aeropuerto. Imaginemos lo que debe suponer si, además del control de los aviones, uno ha de estar pendiente del tráfico terrestre de la zona.
Es exactamente lo que ocurre en los aeropuertos de Gibraltar, Phonsavan, Funafuti y Kodiak.
En el sur de España se ubica el Aeropuerto de Gibraltar, inaugurado en 1949 pero usado ya durante la Segunda Guerra Mundial como base de emergencia de Inglaterra. Abierto al uso civil en 2006, fue a partir de entonces cuando la carretera denominada CA-34 (antigua N-351) empezó a dar problemas.
Aunque llevaba años en uso, la frecuencia con la que los nuevos vuelos empezaron a hacer uso de las infraestructuras aeroportuarias hicieron que se replantease todo el sistema de control y seguridad de la misma.
Algo más exótico desde nuestra perspectiva es el Aeropuerto de Xieng Khouang, en Phonsavan (Laos), de la que vemos arriba el edificio de su única terminal. Este aeropuerto es cruzado no solo por una carretera, sino por dos, una de las cuales hace las veces de pista de despegue. Claro, que la cantidad de vuelos que recibe es bastante inferior a la de otros aeropuertos, y circular por esta pista no supone demasiado riesgo.
Algo similar ocurre en Tuvalu (la Polinesia), donde el pueblo de Funafuti cuenta con el Aeropuerto Internacional de Funafuti (arriba), una suerte de pista de despegue y aterrizaje a la que cualquier vecino del pueblo puede acceder paseando. Las casas se encuentran a pocos metros de la pista, y apenas sí hay seguridad.
Merece la pena dar un paseo virtual por Google Maps para darse cuenta de las dimensiones del aeropuerto con respecto a Vaiaku, la población más cercana.
Otro caso singular que se suele mencionar junto a los tres anteriores es el Aeropuerto de Kodiak, en Alaska. Alojado en un pequeño saliente rodeado de montañas y terreno abrupto, rodea con sus pistas y calles de rodaje en forma de triángulo el pueblo de Kodiak, del que durante muchos años hubo que salir cruzando alguna de estas infraestructuras. Hoy día la Rezanof Dr W, carretera que cruzaba por mitad del aeropuerto, lo bordea a través de varias laderas de montes cercanos.
Una pista de aterrizaje sobre 180 pilares de hormigón
Algunas personas tienen miedo a volar incluso a pesar de que la aviación pasa por ser el medio de transporte más seguro inventado hasta la fecha. Aunque es improbable que el miedo desaparezca, parecer ser más improbable aún si a uno le informan que va a tomar tierra en la pista del Aeropuerto de Madeira, que descansa sobre pilares de hormigón:
La isla de Madeira (Portugal) tiene el tamaño aproximado de Lanzarote, pero sobre su superficie apenas sí existen terrenos planos sobre los que un avión hubiese podido aterrizar, y los que hay están ocupados por núcleos urbanos.
Durante muchas décadas, el anterior aeropuerto, situado en la misma ubicación del actual, era llamado «el aeropuerto más peligroso del planeta». Un calificativo que ha heredado el nuevo, probablemente de modo inmerecido ya que los más peligrosos históricamente han sido otros.
En 2003 se realizaba una enorme transformación del aeropuerto, nivelando la ampliación de la pista de aterrizaje sobre 180 pilares de hormigón. La más larga de ellas, de 70 metros de altura, pone en evidencia el enorme desnivel a salvar. Dicho desnivel permite que, bajo el aeropuerto, cruce la VR1, una autopista con cuatro carriles, una mediana de considerable tamaño y arcenes bien holgados.
A vista de pájaro, y con cierta perspectiva, da la impresión de que alguien ha levantado un gigantesco portaaviones para colocarlo en vilo sobre diminutos palillos.
Juancho E. Yrausquin y Courchevel, aeropuertos a ras de precipicio
Otros dos aeropuertos no aptos para timoratos son el de Juancho E. Yrausquin, en la isla de Saba (Caribe) y el de Courchevel (en los Alpes franceses). Técnicamente, Courchevel es una pista de esquí. Pero en la ladera de una de las montañas que forman la estación se encuentra el Altipuerto de Courchevel.
Un altipuerto es un aeródromo construido sobre montañas, y hay unos once en el mundo que se han ganado a pulso el nombre, diez de ellos en Francia y uno en Nepal, el Tenzing–Hillary, que vemos en la imagen de abajo.
Sin embargo, el Tenzing–Hillary es un altipuerto fácil si lo comparamos con el Courchevel francés. Esta pista es llamada por algunos esquiadores de la zona como El Tobogán, y no es complicado imaginarse el motivo:
El aterrizaje es uno de los más complicados del mundo debido a la inclinación de la pista y la climatología en invierno, ya que el valle entero queda cubierto en ocasiones por nieblas a ras de suelo. Por supuesto, solo admite aviones ligeros y pequeños.
La maniobra de despegue es notablemente complicada debido al llamado efecto tobogán. Un avión que quiera despegar de esta pista tiene que calcular muy bien la orientación de las alas, ya que la inclinación a media pista podría hacerle alzar levemente el vuelo sin haber alcanzado la velocidad necesaria. Y…, 537 metros después, el aeropuerto desaparece bajo nuestros pies.
Con casi toda probabilidad, las pistas de esquí de Courchevel son las únicas del mundo en las que en el plano aparece señalizado un aeropuerto (a las faldas del Saulire, bajo el telesillas de Suisses).
El Aeropuerto Juancho E. Yrausquin da la impresión de ser más asequible a la pericia de los pilotos por encontrarse durante todo el año rodeado de laderas verdes. Pero, nada más lejos de la realidad, es el aeropuerto comercial más corto del planeta, con una longitud de 396 metros.
No solo es difícil elevar el morro en esa corta distancia, sino que además hay que gobernar el avión en contra de los vientos cruzados que rodean la isla y hacer frente a la depresión o sobrepresión que ofrece el acantilado hacia el que alegremente aceleran los aviones. Por suerte, o porque apenas se usa, nunca se ha registrado un accidente.
En muchas ocasiones, un aeropuerto es el único medio viable para acceder a un punto del mundo o, al menos, el más cómodo. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando no tenemos espacio para levantar un aeropuerto? Ocurre, por supuesto, que la imaginación de quienes los construyen, la pericia de quienes pilotan los aviones y la aventura voluntaria o forzosa de quienes los utilizan sigan escribiendo páginas y pintando escenarios en los que describir la historia de estas maravillas de la arquitectura y la aviación.
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