Lucio Fabricio vivió poco antes de que empezase nuestra era. Este político romano mandó construir el Ponte dei Quattro Capi en el año 62 a.C. De esta estructura milenaria, que todavía sigue en pie, ya hemos hablado antes. Pero Lucio era importante en Roma por algo menos conocido que su famoso puente sobre el Tíber: era curator viarum. Un magistrado encargado de las comunicaciones terrestres. Es decir, lo que hoy podría ser un secretario de obra pública.
De los curator viarum dependía el control de la construcción y el mantenimiento de las obras que conectaban la capital con los confines del Imperio. Estaban en la cúspide de una pirámide de trabajadores y especialistas en construcción. A ellos les debemos que muchas de estas obras hayan llegado en pie hasta nuestros días. Y de los vestigios de su trabajo se desprende también la importancia del mantenimiento de las infraestructuras.
Los puentes y las calzadas romanas que siguen en pie destacaban por su robustez(los puentes se hacían por prueba-error y aquellos que se mantuvieron en pie son los que hoy en dia permanecen). Muchas de sus infraestructuras no solo siguen en pie, sino que todavía se usan. De hecho, el puente de Fabricio aún se utiliza (aunque ya no lo recorren vehículos a motor). Pero que sean obras bien hechas no significa que no hayan tenido que ser reparadas ni mantenidas a lo largo de los siglos.
Así se curan los puentes
En pleno mes de agosto, y no demasiado lejos de Roma, otro viaducto mucho más moderno se venía abajo. El hundimiento del puente Morandi en Génova, en medio de una fuerte tormenta, dejó más de 40 muertos. Todavía se está analizando el suceso, pero entre las posibles causas se maneja la falta de mantenimiento. Y es que los puentes y los túneles, nuevos o viejos, sufren enfermedades. Y solo hay una medicina útil.
“Los puentes requieren de inspecciones periódicas para comprobar que no existen defectos que pudieran desembocar en problemas mayores”, explica Carlos J. Bajo Pavía, Head of Bridges & Civil Structures Area en Ferrovial Agroman. “Se podrían llamar chequeos médicos periódicos, que empiezan fundamentalmente por inspecciones visuales para comprobar el estado de cada uno de los elementos”.
Estos chequeos se centran primero en aspectos como el estado de los apoyos y las juntas, los llamados elementos de equipamiento, que sufren mayor desgaste y tienen la vida útil más corta de entre todos los elementos que forman un puente. Por otra parte, se comprueban los materiales, es decir, el estado superficial de los hormigones, la situación de la pintura o la existencia de manchas de óxido.
Una vez llevada a cabo la inspección, los daños detectados se pueden reparar, en caso de que no sean demasiado importantes. Si no, se procede a una rehabilitación de la estructura o, incluso, a la sustitución de algunos elementos. Según el documento ‘Bridge Preservation Guide’, publicado en 2018 por el departamento de transportes de Estados Unidos, estas acciones van desde la sustitución de las juntas o la limpieza del sistema de drenaje hasta la reparación de los materiales del tablero.
“El mantenimiento de los puentes es una faceta de la que es responsable el propietario de los mismos, y se debe establecer planes de inspección periódica para evaluar el estado de los mismos”, continúa Bajo Pavía. No existe una normativa específica, pero las administraciones (normalmente, las destinatarias de las obras) suelen exigir un documento/manual en el que se especifique la guía de mantenimiento de la infraestructura.
Según la guía del departamento estadounidense, este plan debe especificar las acciones que se van a llevar a cabo en cada elemento y su periodicidad, los ciclos de vida estimados para la estructura y su mantenimiento, las medidas para asegurar el éxito del plan de mantenimiento, los mecanismos de control y evaluación y una previsión de los costes.
¿Y los túneles?
“Los túneles envejecen como las personas y eso, desgraciadamente, tan solo depende del tiempo. Es por ello que los conceptos de conservación, mantenimiento, reparación o rehabilitación se verán aplicados cada vez con más frecuencia en los túneles”, señala Juan Carlos Guerra Torralbo, jefe de proyectos del área de geotecnia de Ferrovial Agroman con gran experiencia en obras subterráneas. “Todavía queda un largo camino por recorrer en la conservación y mantenimiento de túneles. Sigue siendo una asignatura pendiente en pleno siglo XXI”.
Al igual que en el caso de los puentes, no existe una normativa específica, pero sí una serie de guías. En España, por ejemplo, el Grupo de Trabajo WG-6 de AETOS (Asociación Española de Túneles y Obras Subterráneas) acaba de elaborar una guía técnica de Mantenimiento y Reparación de Obras Subterráneas, en cuya redacción ha participado el ingeniero de Ferrovial Agroman. También existen recomendaciones europeas e internacionales, como las elaboradas por la World Road Association-PIARC.
Las tareas de mantenimiento de un túnel deben garantizar que se mantiene en un estado óptimo y con un riesgo bajo tanto para usuarios como para la infraestructura en sí misma. De acuerdo con Juan Carlos Guerra Torralbo, existen tres grandes bloques de actuaciones de mantenimiento para obras subterráneas.
- Mantenimiento básico preventivo del túnel. Son tareas importantes para evitar la degradación progresiva de algunos elementos y tener que realizar reparaciones mayores.
- Mantenimiento ordinario. Es un mantenimiento básico programado que va desde la limpieza de las rutas de evacuación y los drenajes hasta la revisión de la iluminación y la protección ante la corrosión.
- Mantenimiento preventivo, programado para evitar la degradación de la obra subterránea. Incluye el saneo de pequeños deterioros superficiales, la reparación de la pintura de las estructuras metálicas o la revisión de todas las instalaciones según sus protocolos propios
- Reparación de patologías de mayor o menor grado. Pueden incluso suponer un cambio estructural en el túnel. Estas actuaciones se deben realizar, en lo posible, manteniendo el servicio del túnel.
- Cambios en el uso del túnel o actuaciones por necesidades de la infraestructura que motiven o condicionen un nuevo diseño de la estructura, en un tramo o en todo el túnel.
“Hay que tener en cuenta que es siempre más fácil prevenir que reparar los posibles daños, presentes y futuros, a lo largo del tiempo, para programar adecuadamente las necesidades de intervención de la forma más eficiente y precisa”, concluye Juan Carlos Guerra Torralbo.
Casi como si de un ser vivo se tratase, una infraestructura no es ajena al paso del tiempo. Los puentes y los túneles sufren el desgaste y enferman. Una buena prevención anticipa problemas mayores y, quién sabe, quizá haga que estas infraestructuras se mantengan en pie durante milenios y sorprendan a los humanos del futuro como hoy nos sucede con los puentes y túneles de la Edad Antigua.
Todavía no hay comentarios