Es muy probable que durante las acaloradas comidas familiares se toque el tema del transporte, y es que desde hace un par de años la autonomía de la movilidad eléctrica y su bajo impacto ambiental relativo ha dinamizado el mercado y añadido nuevos participantes. En estas comidas se oyen frases como «El eléctrico es el único futuro» o «Nada va a superar al diésel».
A estas frases con muy poco margen de debate se suman otras: el metro es el mejor transporte; pues yo prefiero el autobús; ya, pero que me dejen usar la bici; yo es que quiero ir en coche a todas partes… ¿Quién tiene razón? ¿Tiene alguien razón? ¿Cuál será el futuro del transporte y la movilidad? Aunque en su momento el empresario Robert Colangelo hablaba sobre tipos de cultivo, cuando le preguntaron sobre si el cultivo vertical sería el futuro de las cosechas, comentó:
«Pienso que es parte del futuro […]. Hace 20 años los vehículos funcionaban con gasolina. Ahora echemos un vistazo: tenemos vehículos basados en hidrógeno, eléctricos enchufables, híbridos, diésel, de bajo consumo…». Todos tienen su hueco.
A su lista podríamos añadir el GLP y GNC, pero también otros térmicos basados en gases recuperados de deshechos, e incluso vehículos de alta eficiencia con turbina; o diferentes tipos de motores térmicos e incluso distintos motores eléctricos, y eso que no hemos salido del segmento de los turismos. Todo parece indicar que el futuro del transporte es mixto y muy atomizado, especialmente cuando incluimos distintos tipos de movilidades.
La oferta en el transporte es cada vez mayor
Si nos trasladamos a hace unas décadas, podíamos dividir la movilidad en cuatro grandes grupos: carretera, tren, avión y barco, en uso decreciente. A su vez, la carretera ofrecía viajes en autobús, coche y moto, por un lado; y el tren, el avión y el barco ofrecían distintos tipos de billetes en base a la calidad del viaje, business y turista, por otro.
En la actualidad, el 61% de los españoles usa el automóvil en sus desplazamientos habituales según el Foro de Movilidad 2017, el 57% camina y el 46% usa el autobús. Metro (22%), bicicleta (10%) y tren (9%) les siguen de lejos, pero llama la atención que han ido recortando posiciones con respecto a los turismos en los últimos años, y que el mercado cada vez está más repartido.
Aunque no es directamente comparable con los datos que acabamos de mostrar, cuya suma no da 100% porque no todos nos movemos siempre en el mismo medio de transporte y hacemos uso de más de uno; sí podemos compararlo por encima con las horas de desplazamiento por habitante en 2012 (izquierda) y con el reparto en los modos de transporte por distancia recorrida de 2014 (derecha). Ambos gráficos del MAPAMA.
El tipo de transporte elegido está cambiando, y además lo hace muy rápidamente, pero también el modo en que estos transportes se usan. Por ejemplo, hace años la clase de un billete de avión era business y turista, mientras que ahora hay todo tipo de billetes premium, low cost, y una división de asientos bastante larga: business con y sin restricciones; turista con y sin restricciones; espacio para grupos; tour operadores, etc.
Lo mismo es aplicable al barco y al tren (viajes en silencio, con mesa, con la posibilidad de WiFi), pero la verdadera revolución la hemos visto en la movilidad privada compartida. Cada vez más ciudades incluyen flotas de vehículos compartidos en régimen de alquiler por minutos (MaaS), y la oferta se está atomizando tanto que resulta complicado seguirle la pista.
Una oferta atomizada que nace en las ciudades y se extiende lentamente a la movilidad interurbana
Una radiografía de la ciudad de Madrid (una de las ciudades de España con mayor crecimiento MaaS), a enero de 2018, nos muestra un mercado compuesto por 2.500 turismos, 1.500 de ellos eléctricos en flotas como la de Zity; 1.200 motos, casi todas elétricas; y cerca de 3.000 bicicletas, 1.560 de ellas municipales. Seguir la pista a la oferta resulta complejo porque el panorama cambia cada pocos meses, algo que beneficia al ciudadano.
Sin salir de esta ciudad, tenemos tres operadoras de turismos grandes pendientes de una cuarta que llegará en 2018; así como cinco grandes operadoras de motos. Pero donde de verdad vemos una explosión es en las bicicletas: BiciMAD llegó en 2014; Donkey Republic, oBike, Mobike, Ofo en 2017. Se espera que en 2018 acudan entre diez y veinte operadoras en toda España.
Beijing y otras ciudades chinas, preocupadas por la contaminación en ciudades donde el 99% de los vehículos eran térmicos, llevan años avanzando en esta línea, y ciudades europeas como Ámsterdam, París, Berlín, Barcelona o Sevilla les han seguido. Por ejemplo, Ofo llevó 110 bicis a Madrid, que parece ser el campo de pruebas perfecto debido a sus cuestas, y tras el éxito decidió colocar nada menos que 1.000 bicicletas en Granada
El aumento de oferta beneficia al usuario, que ve cómo bajan los precios y mejora el servicio debido a la competencia, pero también modifica el tráfico urbano, que ha de adaptarse a la nueva movilidad, más puntual y orientada a despejar la ciudad de vehículos. Además, una mayor oferta y abanico de opciones se adapta mejor al tipo de viaje a realizar.
Por ejemplo, las bicicletas están orientadas a una persona, así como buena parte de la flota de motos, que en algunos casos incluyen dos cascos (obligatorios, claro). Hay una flota carsharing biplaza con poca batería, otra con cuatro asientos y batería media, y una tercera con cinco asientos y 300 km de autonomía reales. Esto da lugar a un transporte escalonado que en este último caso puede salir a vías interurbanas para viajes diarios.
Los cambios de hábitos de los neoyorkinos y otros norteamericanos
Nueva York se convirtió a principios del siglo XX en la megalópolis por excelencia, y la llegada del automóvil hizo que el grueso del transporte recayese en dos tipos de movilidades: metro y coche, del que destacaban los taxis amarillos que todavía hoy recorren las calles.
Sin embargo, Nueva York y otras grandes ciudades americanas como Chicago, Washington o Boston, gracias a las nuevas tecnologías y a una adaptación urbana más amable tanto hacia sus urbanitas como hacia quienes vienen de fuera, se está adaptando a un cambio progresivo. Incluso podemos decir que “nos copian” las ideas, como es el caso de las superislas barcelonesas que el periódico Vox supo plasmar en este vídeo:
La peatonalización no es el único caso que encontramos en grandes ciudades, que también se abren a otro tipo de movilidad como la mencionada arriba. Por ejemplo, el puente de Williamsburg (abajo en 1903), que enlaza Manhattan con Brooklyn, ha tenido en los últimos 25 años un 800% de crecimiento de ciclistas, que el NYC DOT monitoriza cada día.
En la ciudad de las cabinas amarillas se ha instalado otro tipo de movilidad dependiente del automóvil: Uber y Cabify han entrado con fuerza, y los neoyorquinos los usan con frecuencia. En Europa estas compañías son relativamente nuevas, de los últimos dos o tres años, pero en Estados Unidos existen desde 2009, y las películas de 2010 en adelante ya integran la frase «Voy a pedir un uber».
Centroamérica también mejora su movilidad (muy lentamente)
Si uno quiere hacerse una idea de lo que es el tráfico, un buen consejo es que trate de cruzar México DF en cualquier momento del día. Como México, buena parte de las ciudades de crecimiento explosivo de Centroamérica (Guatemala, San José, Panamá, Tegucigalpa, etc) se han extendido por valles enteros antes de comprender la importancia de un sistema de transporte sólido y variado.
Según el Índice Global Inrix 2017, el récord de ineficiencia lo tiene Oaxaca, con una velocidad media de los turismos de 5,9 km/h, casi la misma que lleva un peatón y tres veces menor que la de un ciclista. Si mencionamos algunas de estas ciudades, que se recuperan a buen ritmo de los estragos de su propio éxito, es por aportar un valor clave para la movilidad: la velocidad de crecimiento de la ciudad.
Cuanto más rápido crece una ciudad, más difícil es diseñar planes urbanos de movilidad que incluyan más de un transporte. Por ejemplo, el metro de México no tiene nada que envidiar a sistemas de transporte similares en otras ciudades, y de hecho ha recibido muchos premios en su construcción y gestión, pero cuenta con la pega de que hay una afluencia de viajeros para la que no fue diseñado.
Como resultado, muchos mexicanos optan por el coche, que a su vez colapsa las anchas calles a diario, y con ello el sistema de autobuses. Debido a esto, numerosas ciudades de América han creado los llamados autobuses de tránsito rápido con carriles de preferencia. Acapulco, Ciudad Juárez, México DF o León son algunas de las ciudades que cuentan con este sistema, que tiene como objetivo un transporte mixto y flexible.
Movilidad pública y movilidad intermodal: el caso de Medellín
Aunque ciudades como Ámsterdam, Santander y Barcelona suelen ponerse como casos de éxito de smart cities en base a su movilidad, hay que dar el premio de oro a una ciudad al otro lado del charco: Medellín, ciudad inteligente. En 1980, esta ciudad disponía de los índices de criminalidad más elevados del mundo occidentalizado, y en 1991 se llegó al trágico récord de 6.810 homicidios. La ciudad superó este grave problema gracias a un gran apoyo del transporte intermodal y la extensión del transporte público.
En 2004, cuando las palabras smart city todavía no habían calado, la ciudad inauguró la primera línea de metrocable, un tipo de transporte tipo teleférico que consiste en cabinas colgadas de un tendido aéreo. La idea era unir uno de los barrios más pobres con los distritos del centro para evitar la concentración de delitos y dar más oportunidades a las personas con pocos recursos. Se esperaba desplazar unas 25.000 personas medias diarias, pero el primer mes llevó a más de 40.000.
El sistema ya cuenta con cinco líneas de metrocable (J, K, L, M, H), pero lo que realmente llama la atención es cómo el ayuntamiento ha tenido en cuenta los diferentes medios de transporte previos y los ha integrado bajo un mismo paraguas de movilidad: la posibilidad de cambiar de transporte con un único billete, conocido como el billete único intermodal.
Así, los ciudadanos pueden optar por viajar también en el sistema de autobuses a los que llaman metrobuses (autobuses metropolitanos) que recorren la ciudad; o cambiar al puntero sistema de metro, que tiene poco más de 20 años de antigüedad y al que llaman férreo.
Si observamos el plano de líneas e intercambiadores, nos damos cuenta de que líneas de autobuses, metro y teleférico comparten el mismo espacio, a diferencia de otras ciudades españolas en las que incluso la competencia queda dividida entre municipios o autonomías, y los mapas son independientes, cuando existen. Medellín consiguió que la ciudad fuese considerada en 2013 como la ciudad más innovadora del mundo, compitiendo nada menos que con Tel Aviv y Nueva York.
Unos años antes, la ciudad de Medellín había impulsado el WiFi por las calles, convirtiéndose en una de las primeras ciudades del mundo que ofrecía datos gratis a sus ciudadanos.
Las telecomunicaciones, clave en la renovación de la movilidad
Internet, y los portales web que permitían seleccionar el asiento de avión, tren, barco o autobús fueron la avanzadilla en un cambio revolucionario en la movilidad: la customización y la elección del viajero. Resulta muy difícil elegir cuando solo sale un tren diario y los asientos no están numerados, pero primero la web y luego las aplicaciones para smartphone fueron cambiando el modo en que vemos el transporte.
Con la llegada de BlaBlaCar en 2006, y haciendo uso de los por aquel entonces novedosos teléfonos inteligentes, los usuarios podían elegir la ruta y la hora, así como el conductor e incluso el precio del servicio de movilidad para compartir gastos. En 2018, aplicaciones como la que ofrece Zity nos permiten elegir qué coche reservamos sobre un mapa en base a la proximidad o su nivel de batería.
Como todos los Renault ZOE de la flota tienen conexión GPS, también dispondremos de un mapa que nos guia por la ciudad, pudiendo hacer uso de estos vehículos hasta la siguiente estación de tren. Las telecomunicaciones son la base sobre la que se construye la nueva movilidad, incluida dentro de la Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0 orientada a los servicios.
En los últimos 10 años la movilidad ha cambiado más que nunca anteriormente. El mercado está ahora muy atomizado y se adapta a las necesidades de cada usuario no solo en líneas generales, sino hora a hora. Es por eso que es improbable que un modo de transporte o tecnología domine a otras, y que el futuro del transporte sea mixto.
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