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Una promesa, un virus atenuado y una herramienta contra la viruela

24 de junio de 2020

La búsqueda de una vacuna contra la COVID-19 se ha convertido en una prioridad mundial. La inmunización de la población es la única opción real para impedir que el coronavirus vuelva a paralizar el planeta. En la actualidad, existen centenares de líneas de investigación abiertas para alcanzar una vacuna y miles de ensayos de tratamiento en marcha. Una efervescencia científica de la que Ferrovial ha participado a través del fondo Juntos COVID-19.

Este fondo, dotado con una aportación inicial de la compañía de cinco millones de euros y hasta otros cinco recaudados entre empleados, consejeros, accionistas, colaboradores, proveedores y todo aquel que quiera participar, está destinado a apoyar a los grupos más vulnerables y los colectivos más afectados por la pandemia, así como reforzar la capacidad de los sistemas sanitarios y la investigación.

Mediante el fondo Ferrovial Juntos COVID-19 se han comprado mascarillas, respiradores y material de protección para hospitales en España, Reino Unido, Estados Unidos, Chile y Portugal y se ha reforzado la labor de organizaciones sociales. Además, se han apoyado directamente cuatro de los proyectos más prometedores en la búsqueda de una vacuna contra la enfermedad.

La carrera por la vacuna contra la COVID-19

El objetivo final es el mismo, pero existen diferentes caminos para alcanzarlo. Para desarrollar la vacuna contra la COVID-19 se están probando diferentes enfoques y tecnologías. Hay vacunas basadas en el material genético modificado del virus, las hay que utilizan una parte del patógeno (normalmente, una proteína) y otras se basan en el uso completo del virus, pero atenuado.

Todas ellas deben pasar un proceso de ensayos preclínicos (en células o animales de laboratorio) y tres fases de ensayos clínicos en humanos. Solo las que superen todo el proceso habrán demostrado ser seguras para su distribución generalizada entre la población. Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 10 líneas de investigación están en alguna de las fases clínicas y otras 126 están haciendo los ensayos preclínicos.

De entre todas ellas, cuatro proyectos de los más prometedores han recibido un impulso extra a través del fondo Ferrovial Juntos COVID-19. Uno de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, otro del Baylor Collegue of Medicine de Houston, Estados Unidos, y dos del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, en España. Vamos con los detalles de cada uno.

La promesa de una vacuna rápida

Entre los 10 proyectos en fase clínica, solo uno ha empezado los ensayos de la fase 3: el de la Universidad de Oxford. Se trata del más avanzado e incluso ha puesto sobre la mesa la posibilidad de tener una vacuna fiable antes de que acabe el año, en un margen de tiempo que ni siquiera los más optimistas imaginaban hace unos meses.

El desarrollo de una vacuna viable en menos de un año sería un récord absoluto en la investigación médica. Hasta el momento, la vacuna desarrollada en menor tiempo ha sido la de las paperas, que se obtuvo tras cuatro años de trabajos.

La investigación de la vacuna de Oxford se basa en la modificación de otro virus, el ChAdOx1, un virus del catarro habitual en chimpancés que ha sido atenuado y no afecta a los humanos. A este virus se le añade cierto material genético del coronavirus, material que el virus utiliza para crear una proteína Spike (S) clave en la infección de la COVID-19, ya que el coronavirus la usa como llave para entrar en las células humanas.

Es decir, se usa un virus inofensivo para enseñarle al sistema inmunológico humano a reconocer una herramienta fundamental del coronavirus. La vacuna empezó su desarrollo en enero y durante las fases 2 y 3 será probada en más de 10.000 voluntarios en Reino Unido, 30.000 en Estados Unidos y 2.000 en Brasil.

Una tecnología de 2011

La ciencia es innovación, pero también se construye sobre la base del conocimiento anterior. Los coronavirus son un viejo conocido de los seres humanos, un habitual entre los muchos virus que nos causan resfriados y una amenaza constante desde el brote de SARS en 2002. Como tal, la investigación para frenarlos nunca se ha frenado.

De hecho, la vacuna que está desarrollando el Baylor College of Medicine de Houston se basa en una tecnología desarrollada en 2011. En aquel año, y ante las señales de riesgo de pandemia que habían mostrado los brotes de otros coronavirus, la institución investigadora de Texas se centró en trabajar con una unidad de la proteína Spike, la llamada RBD (siglas en inglés de dominio de unión al receptor).

Lo que lograron fue una vacuna capaz de enseñar al sistema inmunológico a inhibir la unión de esa proteína con las células. Sobre esa base, trabajan para aplicar la misma tecnología a la COVID-19, a sabiendas de que el SARS-CoV-2 comparte mucho de su material genético con otros coronavirus. La gran ventaja de esta línea de investigación es que cuenta con el respaldo de una tecnología probada y testada durante la última década.

Una herramienta contra la viruela

virus Vaccinia Imagen del virus Vaccinia | Pixnio/Cynthia Goldsmith, USCDCP

Dentro de la línea de apoyos del fondo Ferrovial Juntos COVID-19, se han seleccionado también los dos proyectos de búsqueda de vacuna del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) en España. Uno de ellos, liderado por Mariano Esteban, utiliza una herramienta que sirvió para erradicar la viruela: una modificación del virus Vaccinia o virus vacuna.

El proceso es, a muy grandes rasgos, similar al de la Universidad de Oxford, pero utilizando Vaccinia en lugar de un virus del catarro atenuado. El equipo de investigación ha convertido el virus vacuna en un vector viral capaz de introducir una proteína del coronavirus (de nuevo, Spike) en el cuerpo humano. Así, puede generarse una respuesta inmune positiva sin poner en riesgo la salud de los vacunados.

Esta línea de investigación, que todavía está en las fases de ensayos preclínicos, fue la primera en avanzar en España. Al trabajar con herramientas ya conocidas y solo una proteína del coronavirus se pudo investigar en condiciones de menor nivel de seguridad biológica y, por lo tanto, menor complejidad.

Un coronavirus atenuado

coronavirus Imagen de un coronavirus causante de una infección aviar tomada en 1975 | Unsplash/CDC

El último de los proyectos apoyados por el fondo de Ferrovial, el segundo del CSIC, es más complejo que todos los anteriores, pero también podría lograr resultados más satisfactorios a largo plazo. No será, probablemente, la primera vacuna contra la COVID-19, pero la técnica de trabajo es muy prometedora.

El equipo que dirigen Isabel Sola y Luis Enjuanes, con más de 30 años de trayectoria en investigación de coronavirus, trabaja con la reconstrucción completa del SARS-CoV-2, pero eliminando componentes de su estructura que hacen que provoque una enfermedad severa.

Es decir, trabajan en conseguir un coronavirus atenuado que no cause daños, pero que le sirva al sistema inmunológico a aprender a combatirlo. Como tal, se trata de una línea de investigación bastante más compleja, pero los resultados de este tipo de vacunas suelen ser más seguros.

Esta investigación con coronavirus atenuados, unida a la de Vaccinia, sumada a la de RBD y al trabajo con el virus del catarro, conforman cuatro de las principales líneas de investigación para encontrar una vacuna. Cuatro proyectos a los que Ferrovial ha aportado su granito de arena para poder recuperar, cuanto antes, la normalidad.

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