En el interior del Guggenheim: así se mantiene viva una obra de arte
28 de mayo de 2021
El museo Guggenheim es mucho más que un museo. Es el edificio más emblemático de Vizcaya y el buque insignia de Bilbao. Su propia estructura es, en sí, una obra de arte, que a su vez contiene en su interior multitud de piezas de enorme valor.
El mayor reto que encontramos a la hora de organizar el mantenimiento del museo Guggenheim es la excelencia que exige la propia instalación. Cualquier elemento del museo – desde las galerías hasta el atrio, pasando por los baños o los estanques exteriores – es fundamental para que el visitante se lleve una buena imagen. Garantizar su correcto mantenimiento es un desafío en el que entran en juego un gran número de profesionales, sistemas digitalizados y, sobre todo, un importante trabajo de organización para que todo funcione como un reloj.
Comenzando por el interior: las piezas el museo
Los tres grandes enemigos de una obra de arte son el agua, el fuego y unas condiciones agresivas de temperatura o humedad. Por ello, una de las instalaciones más críticas del museo es la climatización. En este sentido, en el Guggenheim no se persigue únicamente el bienestar de los visitantes, sino también mantener las piezas en unas condiciones muy estables.
Todo esto se consigue monitorizando en tiempo real la información de miles de sensores que se encuentran distribuidos por todo el edificio. Si en algún momento nos salimos de los parámetros estipulados, comienzan a saltar las alarmas de control y tenemos que actuar urgentemente para corregirlo.
En términos generales, las condiciones óptimas se dan entre los 20 y los 22 grados Celsius y entre el 48 % y el 52 % de humedad relativa. Sin embargo, el nivel de precisión varía en función de las obras. No tienen la misma criticidad las condiciones de las salas que contienen lienzos que las que exhiben esculturas de arte moderno. Una pintura de Van Gogh, por ejemplo, requiere un control de la temperatura más exigente que una pieza de acero forjado de Richard Serra o una proyección audiovisual de Bill Viola.
Otra instalación crítica es la de protección contra incendios, que se basa en un sistema muy singular: dado que en las galerías no puede haber sistemas con agua, contamos con tuberías secas. En caso de incendio, los sensores activan una primera señal para llenar estas tuberías de agua, y posteriormente una segunda señal activa su descarga sobre las galerías. De este modo, nos aseguramos de evitar posibles fugas y de que una única señal produzca erróneamente el disparo de los rociadores. Es una instalación tan importante que contamos con una persona dedicada en exclusiva a su revisión y mantenimiento.
Además, todos nuestros operarios de mantenimiento y limpieza cuentan con formación específica para trabajar en galerías en las que se exponen obras de arte. Entre los protocolos se dicta que no pueden entrar con cubos de agua dentro de las salas, acercarse a menos de un metro de las piezas o realizar tareas que puedan generar un mínimo riesgo sobre las obras de arte, por pequeño que este sea. Antes de realizar cualquier tarea, debe analizarse y estudiarse su compatibilidad con los protocolos establecidos. Se trata de principios fundamentales para la conservación de bienes patrimoniales y de interés cultural, que se siguen también en muchos otros grandes museos de todo el mundo.
Sensorización, smartphones y un gran sistema de cableado
Actualmente, el mantenimiento del museo Guggenheim está digitalizado. En cada galería hay sensores de temperatura, humedad y detección de humos, entre otros. En las arterias del edificio se esconde algo que el visitante no ve, pero que es fundamental para garantizar que todo esto funcione: una red de más de 500 kilómetros de cables eléctricos y de transmisión de datos, así como una extensa red de tuberías que bombea distintos fluidos como agua caliente y fría, vapor o aire comprimido. Sin este sistema, mantener las condiciones perfectas en cada sala sería imposible.
Uno de nuestros objetivos principales es realizar una conducción de la instalación eficiente en todo momento, optimizando el consumo energético del edificio y contribuyendo por tanto a la reducción de emisiones.
Además, hemos implantando un sistema digital de gestión de mantenimiento que permite a nuestros operarios utilizar smartphones para realizar sus tareas diarias, dejando atrás los métodos tradicionales. De esta forma, cada tarea o parámetro chequeado en las revisiones de mantenimiento preventivo, correctivo o conductivo queda registrado digitalmente, facilitando el análisis de los problemas y la toma de decisiones.
Entra en juego también el equipo humano de mantenimiento, formado por 27 profesionales que abarcan distintas especialidades: electricidad, carpintería, metalistería, fontanería, pintura o iluminación, entre otros. Todos ellos contribuyen a que con 25 años de vida la instalación se siga manteniendo en perfectas condiciones. El equipo de limpieza, por otro lado, consta de 19 personas. Parte de este equipo está continuamente realizando rondas de limpieza por el edificio, garantizando que el museo esté siempre impoluto, incluso cuando se superan las 7000 u 8000 visitas al día.
Los protagonistas del exterior
Tanto en el interior como en el exterior, las tareas de mantenimiento y limpieza se dividen entre las que se pueden realizar a menos de 15 metros de altura (para las que se utilizan máquinas elevadoras) y aquellas que se llevan a cabo a niveles más altos. De estas se encargan los operarios que más llaman la atención a los visitantes del museo: los técnicos verticales, más conocidos como los escaladores del Guggenheim.
Este equipo está formado por cuatro profesionales que se cuelgan desde las partes más altas del museo para limpiar y realizar tareas de mantenimiento en las zonas de difícil acceso. Esto supone un reto importante, ya que el edificio tiene desplomes de fachada que no son verticales. Se encargan de tareas tan importantes como el control y la limpieza de los sumideros, que deben estar siempre limpios para evitar estancamientos de agua y la formación de goteras. También trabajan para mantener limpios y chequear posibles roturas en los muros cortina, las piezas de titanio y otros elementos.
En el exterior es especialmente importante la limpieza de la piedra de la fachada, que es caliza y por lo tanto muy porosa. La polución y el agua la pueden ennegrecer, y, sin embargo, la del Guggenheim se mantiene clara y limpia 25 años después de su construcción. Esto es posible gracias a que ejecutamos un completo plan de limpieza anual mediante agua a presión y productos especiales para este tipo de revestimiento. De no ser así, la piedra se tornaría oscura, perdiendo su atractivo, como podemos observar en otras fachadas similares.
Las 37.000 flores del Puppy
Las tareas de mantenimiento del museo se completan con las de su mascota: el Puppy. A lo largo del año, sus flores se mantienen en el mejor estado posible con tratamientos fertilizantes y fitosanitarios. Cuenta con una red de tuberías interiores para el riego automático con cerca de 120 puntos de salida.
Además, cada seis meses se cambian sus flores. En primavera se colocan plantas de verano como tagetes, begonias o alegrías, mientras que en otoño se ponen otras que puedan superar bien los fríos meses de invierno, principalmente pensamientos. En total, cambiamos las 37.000 plantas del Puppy en menos de una semana. Para hacerlo lo más rápido posible, contamos con la ayuda de unos 30 jardineros.
En su conjunto, el mantenimiento del museo Guggenheim representa un verdadero desafío. Cada una de las partes es fundamental para garantizar que los visitantes tengan una gran experiencia, que el propio edificio siga siendo uno de los enclaves más representativos de Bilbao y que el museo se sitúe entre los más relevantes de España y Europa.
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