La seguridad en carretera es un factor lo suficientemente importante como para aparecer como reto europeo con su objetivo Visión Cero. Para alcanzar este hito es necesario dar pasos en busca de una mejora continua que vaya agregando, año tras año, capas de seguridad adicional en un gran abanico de campos. Electrónica más fiable, mejores materiales o nueva legislación.
Cada año surgen nuevos proyectos en estas materias, como las ciudades a 30 km/h (Bilbao, Dublín, París, Roma, Viena, Estocolmo o Looz), o los concursos que fomentan la innovación en busca de nueva tecnología que integrar para añadir seguridad a la conducción. En el futuro se espera incluso jubilar el verbo ‘conducir’ por el de ‘sentarse’.
¿El objetivo final? El coche autónomo
El vehículo autónomo está cada vez más cerca, lo que no significa que quede poco para su implantación. Ya hay circuitos abiertos en Singapur, Estados Unidos o China, pero aún se está muy lejos de una conducción totalmente automatizada. Este punto futurista será muy importante en materia de seguridad porque los accidentes serán algo completamente residual, totalmente raro.
Uno de los factores con más peso en la conducción es precisamente el factor humano: elementos como el cansancio, las distracciones, el no saber cómo responder a una situación imprevista e incluso el consumo de sustancias generan inseguridad.
En teoría, con una conducción autónoma todos estos aspectos quedan relegados a un único factor: un malfuncionamiento esporádico. El motivo es sencillo: mientras que una persona puede cometer el mismo error dos veces y tiene que pasar por un costoso proceso de formación, a la máquina le basta con reprogramarla con los últimos accidentes para que estos no vuelvan.
Seguridad a través de la sensorización del vehículo
Con foco en el vehículo autónomo, el primer paso es colocar una decena de sensores sobre el vehículo que permitan saber en todo momento el estado de la carretera, la climatología o cuánto espacio hay detrás para aparcar. Gracias a estos sensores existen sistemas de aviso que nos recuerdan la velocidad a la que hay que circular aunque no estemos pendientes de las señales.
Algunos dispositivos facilitan el aparcamiento urbano en espacios bastante reducidos, con una función automática que escanea el hueco disponible y maniobra en consecuencia. Otros activan las luces o el limpiaparabrisas en cuanto cae la luz y llueve un poco, aumentando la seguridad de la conducción en esos cambios tan graduales que a veces se nos pasan a los humanos.
Además de todo esto, muchos coches ya están añadiendo sensórica en forma de radares frontales para evitar colisiones delanteras. Cuando el radar percibe un vehículo cerca, deja de acelerar o avisa al conductor. Los sistemas más avanzados al respecto pueden incluso salvar vidas al evitar atropellos, deteniendo el vehículo sí detectan una persona cruzando por nuestra trayectoria.
Esta sensorización sigue el camino natural que ya había empezado hace décadas con todo tipo de sistemas: el ABS, que data de 1936; o el ESP de 1995. Durante el siglo la seguridad estaba orientada a carreteras en buen estado y vehículos resistentes (rígidos).
Pero a finales de siglo se empezaron a adoptar muchos desarrollos orientados a complementar las habilidades humanas, como ese sensor que te mantiene en el carril si te distraes. Estas capacidades humanas están llegando a su límite, y la tecnología cada vez se hace cargo de más tareas a medida que la ingeniería va desplazando algunas habilidades.
La calidad ciberdefensiva de un vehículo
No hay que ir al futuro para tener presente que un vehículo puede ser pirateado. Los coches inteligentes ya se pueden hackear, tal y como hizo público en 2020 la Organización de Consumidores y Usuarios de España. En su informe destacaba cómo algunos de los hackeos más fáciles son:
- alterar los sensores;
- manipular el vehículo a través del sistema de infoentretenimiento;
- dar con la ubicación GPS del coche;
- cambiar información sobre el estado de ruedas o depósito;
- simular colisión para accionar los frenos.
Es por eso que hay proyectos orientados a la seguridad al volante que priorizan la calidad ciberdefensiva del vehículo de forma no muy diferente a como lo hace un analista informático. Es el caso de Eurocybcar. Su CEO, Azucena Hernández, comentó recientemente que “todos los vehículos que dispongan de un mínimo de tecnología a bordo son susceptibles de recibir un ciberataque”.
A mediados de 2020 un tribunal de Arizona declaró culpable a la conductora que atropelló con un vehículo semiautónomo a una mujer que falleció en el acto en 2018. El motivo es que el vehículo no estaba lo suficientemente automatizado. A medida que estos sistemas autónomos se abren paso por el vehículo es necesario ampliar la seguridad de este para evitar que accidentes como el mencionado se conviertan en focos de ataques contra personas o propiedades.
Es muy interesante observar cómo el término ‘seguridad’, entendido como la capacidad de prevenir siniestros viales, se aproxima más al término ‘seguridad’ informática. En el futuro inmediato uno va a depender del otro.
Cuando el vehículo se pone en contacto con el 112
Aún con todo tipo de tecnología vanguardista, los accidentes ocurren. De ahí que proyectos como SDI Systems, que bebe de la tecnología eCall, sean tan interesantes. El sistema eCall es un sistema que lanza una alerta temprana en caso de colisión de un vehículo.
Cuando ocurre un accidente de tráfico, este sistema se activa para llamar al 112 y solicitar atención sanitaria, con el objetivo de que los posibles heridos no necesiten moverse; así como para resolver el aviso a emergencias cuando esto sea imposible, por ejemplo, por quedar inconscientes.
En el caso de SDI Systems, el sistema es aún más avanzado que eCall (que es el estándar mínimo). Su objetivo es predecir la gravedad de las lesiones en base a datos que recoge el propio vehículo, tales como la velocidad a la que se circulaba, la ruta o la energía disipada durante el golpe.
De este modo es capaz de desplazar al lugar del accidente los recursos necesarios para atender a las personas, pero sin penalizar a otros servicios de urgencia al duplicar esos recursos. Con frecuencia ocurre en este tipo de colisiones que se movilizan más recursos de los que son necesarios, haciendo que si ocurre otro accidente este quede desprotegido.
No cabe duda de que en seguridad al volante no está todo dicho. Año tras año surgen mejores neumáticos, nuevas formas de fabricar el pavimento, mejores sistemas automáticos y otras innovaciones que redundan en menos accidentes en las calles y carreteras. Quizá pronto ‘seguridad al volante’ sea una expresión sin sentido cuando los vehículos ni siquiera tengan uno.
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