Plogging, el deporte que ayuda a cuidar la naturaleza
25 de marzo de 2022
Flygskam, köpskam y, ahora, también plogging. Los suecos parecen decididos a llenar nuestro vocabulario de palabras que hacen referencia al cuidado del medioambiente y la sostenibilidad. Después de poner nombre a la sensación de culpabilidad que se siente tras coger aviones y comprar ropa cuando existen otras opciones (flygskam y köpskam, respectivamente), han dado con otro para el hábito de recoger basura al practicar deporte al aire libre: plogging.
Te contamos qué es el plogging, cómo se ha extendido este deporte y los beneficios que aporta tanto a nuestra salud como a la de nuestro planeta.
Más que un paseo
La palabra plogging es el resultado de la combinación entre jogging (voz inglesa que significa correr) y plocka upp (recoger en sueco). El impulsor de este fenómeno fue Erik Ahlström, quien comenzó a salir a correr con una bolsa de plástico para recoger residuos cuando se mudó de su pueblo a la ciudad de Estocolmo y se sorprendió al ver la cantidad de basura que había en sus calles y sus parques.
Dos jóvenes recogen basura durante un paseo en Chinatown. Man H (Unsplash)
Hoy, el plogging es una tendencia internacional que gana cada vez más adeptos. “Todo comenzó como un movimiento que quería cambiar nuestro entorno y nuestros hábitos aquí en Suecia. Ahora estamos marcando una diferencia positiva a nivel mundial”, señaló Ahlström en una entrevista. “En cierto modo, ahora corremos con otro propósito. Con el conocimiento viene el cuidado, y con el cuidado viene el cambio”.
Aunque el plogging comenzó ligado a los paseos y el running, lo cierto es que puede combinarse con todo tipo de deportes y aficiones, como el ciclismo o el patinaje. Puede llevarse, también, a deportes acuáticos como la natación, el buceo o el snorkel. De hecho, es cada vez más habitual que grupos de buzos se reúnan para compaginar sus inmersiones con la limpieza de las playas y el fondo marino.
Un buzo recoge una bolsa de plástico que flota en el mar. Cristian Palmer (Unsplash)
Para practicarlo, solo es necesario contar con el equipamiento habitual de cada deporte, una bolsa y unos guantes (a poder ser resistentes, para coger objetos punzantes o cortantes como trozos de vidrio, por ejemplo). También pueden llevarse varias bolsas para separar residuos, aunque lo más habitual es encontrarse sobre todo dos tipos: plásticos y colillas.
Los residuos del plogging
En 2009, un equipo de investigadores del Centro de Resiliencia de Estocolmo (de nuevo, en Suecia) desarrolló el concepto de límites planetarios: nueve procesos que son clave para la estabilidad de la Tierra. Cada uno de estos procesos está acompañado de los umbrales que no deben superarse para que la estabilidad a la que estamos acostumbrados se mantenga.
Uno de ellos hace referencia a la contaminación química, es decir, la presencia de los compuestos químicos de origen artificial presentes en los ecosistemas. Por desgracia, este umbral ya se ha superado: hoy, se producen más de 350 000 sustancias químicas artificiales que están presentes en materiales como los plásticos. A menudo, estos terminan en el medioambiente y se mantienen allí durante cientos o incluso miles de años, contaminando los ecosistemas y entrando en la cadena trófica de los animales.
Una gaviota lleva una bolsa de plástico en el pico, una imagen cada vez más habitual en las costas. Tim Mossholder (Unsplash)
De acuerdo con Our World in Data, desde que se empezó a producir plástico se han generado 7800 millones de toneladas, más de una tonelada por cada persona que vive en el planeta. Solo en el año 2015 se produjeron 382 millones de toneladas, de las cuales el 20 % fue reciclado. El 25 % fue incinerado y el 55 % simplemente se tiró.
Muchos de estos plásticos terminan en los océanos – una ballena puede consumir hasta tres millones de microplásticos al día – pero lo cierto es que también tienen un grave impacto en la tierra. Un nuevo estudio de la FAO señala que los campos de cultivo, de los que salen los alimentos que consumimos, tienen aún más cantidad de residuos plásticos que los océanos.
Como resultado, es común que los seguidores del plogging se encuentren gran cantidad de este material (sobre todo en forma de envases de usar y tirar) en sus recorridos. Aunque las botellas y las bolsas no son los únicos desechos protagonistas: se calcula de 4,5 billones de colillas terminan cada año en el medioambiente. Es decir, más de 8 millones por minuto.
Apps, plataformas y comunidades
La urgencia por cuidar el medioambiente y adoptar estilos de vida más sostenibles ha llevado a cada vez más personas a sumarse a la revolución del plogging. A su alrededor, han surgido todo tipo de grupos y asociaciones que fomentan su práctica y trabajan, también, para conseguir que la limpieza de la naturaleza sea cada vez más una responsabilidad de todos.
En España destaca, por ejemplo, la comunidad Plogging Revolution, que nació en Alicante, pero organiza actividades en todo el país. Hay, también, apps ligadas a este deporte e incluso algunas con las que se puede dar un valor extra a la recogida de residuos. Una de ellas es Debris Tracker, que permite registrar la cantidad y los tipos de desechos que se recogen. La información recolectada ayuda a científicos e investigadores a entender mejor el mapa de la contaminación en el mundo.
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