Adolescente sosteniendo casco para supervisar proyecto ingeniería
Ingeniería civil

Cómo hacer de un sueño una próspera carrera internacional de ingeniería

21 de junio de 2024

Crecí rodeada de la construcción. Mi tío tenía una empresa de construcción y, además, mi padre también se lanzaba con sus proyectos en casa, desde pequeños cambios, como pintar una habitación, hasta obras más grandes, como reorganizar las paredes. De hecho, hasta construyó nuestra casa antes de que yo naciera. La construcción siempre estaba presente en mi vida y a mí me gustaba participar, ya que era una buena oportunidad para pasar tiempo con mi padre y porque disfrutaba de tener un proyecto al que dedicarme.

A medida que iba creciendo, se me iban dando muy bien las matemáticas, la física y las ciencias. Cuando tenía 13 años, vi un anuncio de la Universidad de Ciencia y Tecnología AGH de Polonia y, desde entonces, mi mayor sueño era estudiar allí ingeniería estructural.

Persiguiendo el sueño

En lugar de ir al instituto normal, decidí asistir a una escuela técnica, en cuyo programa, que duraba un año más, se impartían asignaturas especializadas, como mecánica estructural, diseño básico y arquitectura.

Cuando presenté la solicitud, todos mis profesores de entonces estaban en contra de la idea. Llegaron incluso a ponerse en contacto con mi madre para aconsejarle que no me dejara ir. Por suerte, mis padres me apoyaron mucho y yo estaba decidida a luchar por mi sueño.

En la escuela de construcción nos obligaban a aprender dibujo técnico a mano, en lugar de utilizar CAD u otros programas. Recuerdo pasar horas trabajando en el diseño de un chalé, dibujándolo a lápiz primero y terminándolo a tinta después. Si te equivocabas en una sola línea, tenías que volver a hacer todo el dibujo. Mi madre se quedaba mirándome sentada a la mesa durante horas y horas; no se podía creer lo aplicada que era, aun siendo adolescente.

Como suele ocurrir a esa edad, las cinco chicas de mi clase estábamos más centradas en los estudios que los 27 chicos, por lo que sacábamos las notas más altas. Tuve la oportunidad de participar en actividades como las Olimpiadas de la Construcción y varias competiciones nacionales en Polonia.

En aquella época, tuve una experiencia extraña en una de mis prácticas de verano en una obra. El primer día, el dueño de la empresa se llevó a todos los chicos a la obra y nos dijo a mí y a la otra chica del grupo que esperáramos en su despacho. Cuando por fin llegó, nos dio a las dos un cubo y un trapo y nos pidió que limpiáramos las ventanas.

Nosotras nos negamos y su reacción fue encargarnos los trabajos físicamente más duros de la obra, como palear o martillear. Era como si quisiera que demostráramos que podíamos hacer el trabajo. Claramente, no entendía la idea de que las mujeres se dedicaran a la construcción.

Otras veces, las empresas nos daban a las chicas los trabajos físicamente menos exigentes, que tampoco era lo ideal. Las mejores experiencias las tuvimos en empresas que trataban a todos como personas y, de este modo, asignaban el trabajo en función de las capacidades de la persona y no de su sexo.

A los 19 años aprobé el examen técnico y obtuve el título de técnica, lo que me permitió empezar a trabajar en la construcción. Sin embargo, me propuse obtener una titulación superior.

Me aceptaron en las tres universidades a las que había presentado mi solicitud y decidí ir a aquella con la que había soñado desde los 13 años y que, además, también era la que estaba más lejos. Todos mis amigos fueron a universidades situadas más cerca de mi ciudad natal, pero yo me mudé a Cracovia, en la otra punta del país, para cumplir mi sueño.

Y entonces no tenía ni idea de lo rápido que me llevaría mi carrera todavía más lejos de casa.

Empezando un nuevo capítulo en el extranjero

Mi plan era licenciarme en tres años y medio y, después, hacer el máster en un año y medio, estudiando de lunes a viernes. Hice prácticas de verano en varias empresas diferentes y el verano después del tercer año la empresa para la que trabajaba me ofreció un trabajo cuando acabó el verano.

Con mis ganas de adquirir más experiencia, empecé a trabajar en la obra a tiempo parcial mientras seguía estudiando. Me gustó tanto que, al terminar la licenciatura, cambié de plan: trabajaría a jornada completa y estudiaría el máster los fines de semana.

Tras menos de seis meses trabajando a jornada completa, me enteré de un proyecto que se iba a desarrollar en Londres. Mi equipo me animó a presentarme, pero yo me mostraba poco dispuesta a considerar la posibilidad.

Según pasaba el tiempo, cada vez oía hablar más del proyecto y diferentes compañeros y superiores seguían insistiendo en que yo era una candidata perfecta. Al final, decidí que merecía la pena intentarlo.

Cuando aceptaron mi solicitud, aún me quedaba un año de universidad. Sin embargo, las clases habían pasado a impartirse online debido a la pandemia, así que lo cierto es que fue el momento perfecto. Por un extraño capricho del destino, la pandemia hizo posible que me mudase al Reino Unido mientras seguía cursando mi máster en Polonia.

En Londres, me contrataron en el proyecto del túnel de Thames Tideway como ingeniera civil de obra. Tras menos de cuatro años trabajando en el proyecto, me han ascendido dos veces, primero a ingeniera de sección y luego a mi puesto actual de subagente. Hasta ahora, ha sido una experiencia increíble.

Reflexionando sobre las mujeres en la ingeniería

Existen muchas campañas diferentes sobre diversidad e inclusión en el contexto del Día Internacional de la Mujer en la Ingeniería. La mayoría de las iniciativas se centran en abordar la escasa representación de las mujeres en el sector de la construcción, haciendo hincapié en la necesidad de aumentar la paridad de género y de crear un entorno laboral más inclusivo.

Sin embargo, cuando comparo mi trabajo como ingeniera en el Reino Unido con mi experiencia laboral en Polonia, no puedo evitar pensar que aquí en el Reino Unido ya hemos avanzado muy positivamente.

Hay una gran diferencia en el trato que reciben las mujeres en las obras de construcción de los dos países. Por ejemplo, cuando trabajaba en Polonia, había veces en las que daba instrucciones y los contratistas miraban a mi compañero varón para confirmar que estaba de acuerdo conmigo antes de pasar a la acción. Nunca me he encontrado con nada parecido en el Reino Unido. Aquí siempre me han tratado con respeto.

Yo diría que, en general, los países de Europa occidental son un poco más progresistas y tienen una mentalidad más abierta. En la construcción, esto se hace evidente en todos los aspectos, desde la digitalización y el uso de las tecnologías hasta la sostenibilidad y la preocupación por el medioambiente, pasando por la inclusión y el respeto a la autoridad de las mujeres.

Por este motivo, creo que es importante reconocer y celebrar el progreso que han logrado las mujeres en la ingeniería en países como el Reino Unido.

Al mismo tiempo, por supuesto, siempre se puede mejorar Para empezar, me gustaría ver más mujeres ingenieras en las obras. Hay muchas mujeres profesionales en la construcción, pero suelen ocupar más puestos de planificación o de calidad, por lo que se ven menos mujeres trabajando en las obras.

Mi consejo para las chicas y las mujeres interesadas en la ingeniería y otras carreras STEM es el siguiente: ¡ve a por ello! No tengas miedo. Inténtalo.

Sé que puede resultar algo intimidatorio trabajar en un entorno tan dominado por los hombres, pero cuando estás en un buen equipo, no importa. El equipo te acogerá, te apoyará y te ayudará a crecer.

 Cuando sepas lo que quieres hacer, no dejes que nadie se interponga en tu camino.

Una vocación internacional

Me he dado cuenta de que la ingeniería es una carrera muy internacional: todo el mundo necesita ingenieros e ingenieras.

Mi profesión no solo me ha llevado al Reino Unido, sino que también me ha permitido viajar a la India en una oportunidad de voluntariado. Estuve dos semanas para ayudar en la fase de diseño de un proyecto de infraestructura social cuyo objetivo era proporcionar acceso a agua potable a diez comunidades.

Últimamente he estado reflexionando sobre qué rumbo seguir ahora. He superado todos los objetivos académicos y profesionales que me propuse cuando tenía 13 años. Ahora soy ingeniera civil colegiada tanto en Polonia como en el Reino Unido y trabajo en un importante proyecto de infraestructuras en una capital europea mientras sigo progresando constantemente en mi carrera.

Por supuesto, después de tantos años compaginando trabajo y estudios, una vez terminados mis títulos y certificaciones, no tardé en sentir el deseo de aprender algo nuevo.

Entonces, pensé: hablo tres idiomas, polaco, inglés y español; tal vez haya llegado el momento de aprender un cuarto. Y así fue como empecé a dar clases de mandarín.

Así que con esto debería mantenerme ocupada mientras sueño con lo próximo que voy a construir.

 

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